El columnista invitado
Análisis

La coima del 3 por ciento y el silencio ensordecedor de Milei

Andrés Bustos Fierro.

Por Andrés Bustos Fierro, especial para NOVA

En política el silencio no siempre es prudencia; muchas veces es complicidad. El escándalo que involucra a Karina Milei y el supuesto "3 por ciento" de coima en contrataciones públicas no solo golpeó la imagen del gobierno libertario, sino que reveló un patrón cada vez más evidente: el oficialismo prefiere refugiarse en la narrativa del "complot kirchnerista" antes que dar explicaciones.

Los números son claros. Un relevamiento de Horus midió más de 1,7 millones de menciones en redes entre el 18 y el 24 de agosto, con un 60 por ciento de carga negativa y apenas un 11 por ciento defendiendo la versión oficialista de la "operación K" (Perfil, 2025).

A su vez, la consultora TresPuntoZero, dirigida por Shila Vilker, mostró que el caso impactó con fuerza en la imagen presidencial: un 15,3 por ciento de los votantes de La Libertad Avanza ya no volvería a votar a Milei a raíz de este escándalo (La Política Online, 2025).

No es casualidad que, en medio de la tormenta, volvieran a aparecer etiquetas como #kirchnerismonuncamas o #yovotolla.

Son los viejos eslóganes de campaña puestos en piloto automático, como si repetirlos pudiera blindar al gobierno de la sospecha de corrupción.

Lo llamativo es que reaparecieron justo cuando la conversación pública estaba copada por las acusaciones contra la hermana del Presidente. ¿Coincidencia? Cuesta creerlo.

Mientras tanto, Javier Milei optó por un silencio que, en términos comunicacionales, equivale a una confesión tácita. El 22 de agosto, según un monitoreo de Infonews, estuvo activo apenas 39 minutos en X (ex Twitter), sin publicar un solo tuit propio ni defender a su gobierno frente a las acusaciones (Infonews, 2025).

Apenas el murmullo de su ejército digital intentando instalar la idea de que todo es una operación mediática.

El problema es que la sociedad ya no compra tan barato. Encuestas y estudios muestran que incluso entre los votantes libertarios empieza a resquebrajarse la confianza. Y eso, en política, es una hemorragia.

El libertarismo llegó al poder denunciando a "la casta" y jurando que jamás se mancharía con los vicios del pasado. Hoy, frente al primer gran escándalo interno, repite las mismas excusas que antes le atribuía al kirchnerismo.

La contradicción es brutal: quienes prometieron dinamitar los privilegios terminan justificando los propios con el argumento que más despreciaban.

La gran pregunta es si esta crisis marcará un antes y un después. Porque si la estrategia oficial será siempre acusar al adversario y refugiarse en hashtags de ocasión, la promesa del "nuevo orden" libertario se desmorona en tiempo récord.

La coima del 3 por ciento no es solo un número: es el símbolo de un gobierno que, en lugar de dar respuestas, eligió esconderse detrás de un teclado.

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