Editorial
La repungante casta libertaria

Tarde o temprano, alguien les escupirá el asado

Los hermanos Milei y su casta política disfrutan de las mieles del poder mientras siguen empobreciendo al país. (Dibujo: NOVA)

Cuando gritaba en plena campaña política, totalmente poseído por la ambición de convertirse en Presidente de la Nación, Javier Milei aseguraba que iba a morir “la idea de que el Estado es un botín a repartirse entre los políticos y sus amigos”, mientras criticaba a la "casta", definida como “aquellos que están en la política, pero son inmorales”.

En aquel escenario, el nuevo farsante con disfraz de León explicaba que este nocivo segmento de la clase política involucra a aquellos que implementan medidas que le hacen “daño a la gente” y que solo se ocupan de proteger sus propios privilegios. Asimismo, enfatizaba que "si no cambiamos hoy, el único destino posible es convertirnos en la villa miseria más grande del mundo".

Entre sus promesas, pretendió mostrar su llegada al poder como un momento bisagra para el país, adelantando que iba a terminar con “una larga historia de decadencia” para comenzar una nueva era de “reconstrucción”. Un país donde “quien las hace, las paga”.

A nueve meses de asumir, tuvo suficiente tiempo para “parir” un país con signos de transformación. Sin embargo, la gestión de Milei no solo ha demostrado que incumplió con todos estos preceptos, sino -lo que es peor-, sigue alimentando los insaciables bolsillos de la casta. La renovada selección de corruptos que siguen acumulando privilegiados a expensas del pueblo tiene ahora tinte libertario, no por convicción, por supuesto, sino por conveniencia. Es la misma que dio vuelta sus votos en el Congreso, a último momento, a cambio de favores ocultos, echando por tierra la posibilidad de que los jubilados recuperen alguna migaja de su pérdida de ingresos.

Luego de que el mandatario nacional desatara un escándalo sin precedentes al festejar el veto a la recomposición de haberes de los abuelos con un asado con los integrantes de la casta que apoyaron la medida, comenzó a crecer la indignación de la opinión pública.

Si bien la imagen de Milei viene cayendo desde hace meses, este hecho tuvo un peso demasiado contundente sobre el sector del electorado que lo apoyó en las urnas. Según estimaciones de las encuestadoras, a menos de un año de haber asumido, el jefe de Estado ya perdió la confianza de más de un 5 por ciento de la población que lo había elegido para el cargo. Su capital político se va licuando, al igual que los salarios…

No obstante, sigue jugando su propio juego virtual, mientras le da la espalda a la realidad. La semana pasada, fiel a su delirio heroico, Milei posteó un video de ciencia ficción en sus redes, donde hace alusión a la devastación de Argentina sufrida durante los últimos años, utilizando la metáfora de zombies afectados por un virus y caminando sin rumbo. Al final, aparece un León que viene a salvar a los sobrevivientes.

Reflexionando sobre este posteo, surge la pregunta sobre quién dejará plasmada la verdadera imagen de la destrucción, en un país donde el trabajador tiene que elegir entre pagar el boleto de tren o comer, padecimiento que esta semana tuvo un irrefutable relato de abierto rechazo a las medidas del Gobierno en los andenes, donde se vio a cientos de personas saltando los molinetes o caminando entre las vías para evitar el pago de la SUBE que no pueden afrontar.

Desempleo, inflación, pobreza, licuación de salarios, cierre de pymes, caída del consumo y escenas de desesperación en las calles a raíz de la angustia creciente de los argentinos ante un panorama desolador, son hoy moneda corriente. A este combo, se suman los tarifazos de la luz, el gas, las prepagas, el combustible y la constante suba de alimentos y alquileres. El hambre de los sectores más vulnerables ya no tiene margen de tolerancia; pero Milei sigue perdiendo el tiempo en sus redes sociales.

Dado este caótico escenario, el sacrificio que le pidió Milei al pueblo no solo no es creíble, sino que se ha convertido en inviable. Cuando no hay cambio que se traduzca en bienestar social, todo pasa a ser chamuyo. Ni un gramo de transparencia ni el mínimo gesto de empatía social por parte del Gobierno. La salud, la educación y una nutrición digna son derechos irrefutables e impostergables en la vida de todo ciudadano. Porque vivir en democracia también es poder acceder al trabajo y a un plato de comida, lo cual no está ocurriendo en la Argentina de Milei. Lo esencial ya no es invisible a los ojos. Se palpita en el estómago, en la piel, en la psicología de cada argentino, cada vez más torturada.

En este contexto, la pregunta del millón es: ¿dónde están los peso-pesados de la CGT? ¿Acaso también los habrán "acomodado" con algún tipo de privilegio? ¿Serán parte del clan de los ricos a los que Milei les perdona impuestos, mientras les recorta a los jubilados?

Lo cierto es que, a esta altura, "la pesada herencia” sigue engrosando sus páginas, esta vez con tono libertario, para que en el futuro, quien asuma en el sillón presidencial ocupando el lugar de otro personaje fallido que va rumbo al fracaso, tenga la oportunidad de reescribir la historia por el bien de todos. El problema es la carencia de referentes políticos sensatos en una alarmante crisis de credibilidad partidaria y política, que deja a nuestro país librado al destino que puedan prometer las generaciones venideras.

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