Por Eduardo Sanguinetti (*), especial para NOVA
Una mujer que intentaba confiar su secreto. Una mujer, "La extranjera" de tiempo y espacio de simulacros, desesperada por alcanzar la liberación, que mediante el amor intenta unirse consigo misma. Ante la inmensidad del misterio se encuentra como una "serpiente" que siente deslizarse por el suelo bajo sus pies. Cada puerta que se abre conduce a un vacío mayor.
De nada sirve que la estudiara pedacito a pedacito de piel, pies, manos, labios, orejas, pechos, que la recorriera del ombligo a la boca y de la boca a los ojos, la mujer a la que embestía, arañaba, mordía, asfixiaba a besos, la mujer que sería otros nombres, otras combinaciones de pertenencias, no era más accesible, ni penetrable, que una fría estatua en un jardín de un continente perdido, era "La extranjera" de una realidad obtusa y apócrifa de vida fraudulenta, que nos ofrece un mundo de sociópatas, cobardes y genocidas de la vida.
La extranjera, prototipo de la mujer auténtica libre de convenciones, incapaz de engañar, pero sí de engañarse, a quien la sociedad condena por su ineptitud para fingir lo que no siente.
La extranjera es condenada porque no juega el juego... Porque rechaza mentir. Mentir no es solo decir lo que no es. También y sobre todo significa decir más de lo que es, y, en lo que respecta al corazón humano, decir más de lo que siente.
La extranjera, contrariamente a las apariencias, no quiere simplificar la vida. Ella dice lo que es, rehúsa enmascarar sus sentimientos y al instante su entorno y sociedad se siente amenazada.
La extranjera es un alegato contra la tiranía de las convenciones y de la mentira en la que se asienta la vida social. Mártir en su exilio de ser expulsada del sitio donde nació, es sentenciada con la indiferencia, las calumnias y el desdén, un alto precio que debe pagar por su incapacidad de disimular sus sentimientos y hacer lo que el resto hace: representar.
También la extranjera, con su manera de ser, interpreta un papel: el de ser libre al extremo, indiferente a las formas entronizadas de la sociabilidad estúpida y abotagada.
La angustia, el dolor de la pérdida no están ausentes en su derrotero y tránsito en búsqueda de un sitio... En antípodas al mito colectivo como pacto tácito que permite a los individuos serializados pretender vivir en comunidad... Esto tiene un precio que al ciudadano común no le cuesta pagar: la renuncia a la soberanía absoluta, al recorte de ciertos deseos, impulsos, fantasías, que si se materializaron pondrían en riesgo a la comunidad.
La tragedia que la extranjera simboliza es la del individuo cuya libertad ha sido mutilada para que la vida colectiva sea posible. El individualismo feroz, irreprimible que en palabras de la extranjera muestran su afán de despertar mentes adormiladas, actitudes cobardes, hace que nos conmueva y despierte nuestra oscura solidaridad: en el fondo de todos nosotros hay un esclavo nostálgico, un prisionero tan espontáneo, franco y antisocial como lo es ella.
Su historia es una dolorosa pero inequívoca demostración de la necesidad del teatro, de la ficción, o en definitiva de la mentira enquistada en las relaciones humanas y en las tradiciones familiares y seculares de orden administrativo.
Los sentimientos ficticios son convenciones que sueldan el pacto colectivo, igual que las palabras huecas y forzadas que hacen fingir una comunicación inexistente.
Si los hombres fueran a la manera de la extranjera, puro instinto, no solo desaparecería la institución familiar (principio y fin de toda la tragedia), sino la sociedad en general como es concebida.
Las cosas que de veras la conmueven no tienen que ver con los hombres, sino con la Naturaleza o con ciertos paisajes humanos a los que ella ha privado de humanidad y mudado en realidades sensoriales.
Es una extranjera en sentido radical, pues se comunica mejor con las cosas que con los seres humanos. Sólo la parte animal de su persona, el instinto, le interesa en ella, o, mejor dicho, lo que hay en ella de instintivo y animal.
El mundo de la extranjera no es pagano, es un mundo deshumanizado, en el sentido del hombre de hoy.
Dentro de la melancolía y cierto pesimismo existencial en La extranjera arde, sin embargo una llama de esperanza: no significa resignación sino lucidez, pues siente en su interior cierto amor a "la tierna indiferencia del mundo".
El pesimismo que surge de sus palabras no es derrotista, por el contrario, entraña un llamado a la acción, o más precisamente, a la rebeldía.
El hombre que tenga una relación con una extranjera, posiblemente saldrá luego de esta experiencia fantástica, con probables sentimientos encontrados respecto a su existencia un tanto vacua... Pero, eso sí, convencido de que el mundo está mal hecho y de que debería cambiar.
Ella nos muestra la precariedad y la dudosa moral de las convenciones y ritos de la civilización. Su actitud discordante con la del ciudadano "normal" pone al descubierto la hipocresía y las mentiras, los errores y las injusticias que conlleva la vida social. Y, asimismo, pone en evidencia aquella mutilación y tremendas represiones en términos freudianos-de la soberanía individual, de aquellos instintos y deseos que exige la existencia gregaria, mediocre y cobarde que elimina la posibilidad y el milagro de simplemente "ser".
De todos modos sigan consumiendo toda la basura psico biodegradable que ofrecen las corporaciones serviles a ese establishment porno patriarcal, que dicta y rige los destinos de una Argentina en caída vertical, con una democracia endeble, diluyéndose en el paraíso de la desigualdad, indigencia, hambre y explotación de quienes no están protegidos, a la deriva, en estado paria, desamparados por una justicia que tiene varas distintas para ricos o pobres...
Y sin justicia, la democracia es una ficción... La extranjera lo sabe por experiencia propia, lanzando a viva voz palabras plenas de sentido, a dormidos, impotentes, anestesiados y temerosos que permanecen en el averno, donde la bestia Milei ha instalado a millones de argentinos, en déficit de salud mental evidente, de uno y de otros: ¡No acepten su destino como algo natural, no lo es!… Y agrega a modo de epílogo: "Olvidar lo esencial los convierte en esclavos..."
(*) Filósofo (Cambridge, Inglaterra), poeta, performer, ecologista, artista y periodista argentino. Pionero en el arte performativo. Precursor del minimalismo en América Latina y del Land Art según Jean Baudrillard. Autor del "Manifiesto de los indignados contra el neoliberalismo'' año 2011. Miembro-asesor de The World Literary Academy (Cambridge, Inglaterra), "Biography of the year Award" Historical Preservation of America (1986), "Man of the Year" IBC Cambridge 2004, Honoris Universidad de Bologna, Nominado en dos ocasiones a la Beca Guggenheim. Miembro activo de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE).