El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, justificó la acción afirmando que era necesaria para eliminar una amenaza inminente. "Esta mañana detectamos preparativos de Hezbolá para atacar a Israel", dijo Netanyahu al inicio de una reunión de emergencia del gabinete de seguridad.

Los ataques israelíes resultaron en la muerte de tres personas y dejaron dos heridos en la región de Khiam, al sur del Líbano, según el Ministerio de Salud libanés. Hezbolá respondió lanzando cientos de cohetes hacia el norte de Israel, en lo que describió como la "fase uno" de una operación en represalia por el asesinato de uno de sus altos comandantes el mes pasado.

Tras dos horas de intensos combates, Hezbolá afirmó haber disparado más de 320 cohetes. Las autoridades israelíes confirmaron la muerte de un soldado, pero no se reportaron más víctimas en su territorio.

La escalada ha generado preocupación internacional, dado el potencial de desencadenar un conflicto más amplio en la región. En un discurso televisado, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, afirmó que su ataque había sido un éxito y que no se planeaba una operación adicional por el momento. No obstante, advirtió que la respuesta final de Hezbolá podría llevar tiempo y prometió un "castigo muy severo" para Israel.

Mientras tanto, Israel ha declarado un estado de emergencia de 48 horas como medida de precaución. El ministro de Asuntos Exteriores israelí, Yisrael Katz, aseguró que su país no busca una guerra total, pero continuará actuando para proteger a sus ciudadanos y territorio frente a lo que denominó "el eje del mal" liderado por Irán.

El intercambio de fuego entre Israel y Hezbolá subraya la frágil estabilidad en la región, donde cualquier escalada puede tener consecuencias impredecibles.