El columnista invitado
Relaciones peligrosas

Maduro y Milei, ¿un solo corazón?

El periodista Gustavo Zandonadi. (Foto: NOVA)

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA

En materia de ciencia política es muy conocida la teoría de la herradura, según la cual a mayor distancia entre posturas contrapuestas, mayores puntos de coincidencia entre ambas. En los últimos años los argentinos fuimos obligados por nuestros políticos a optar por la derecha oligárquica o el peronismo tirado a la izquierda, con una disyuntiva clara: ser o no ser como la Venezuela chavista. Durante años se pudo evitar, pero desde el 10 de diciembre pasado nos hemos acercado bastante al modelo bolivariano.

El 9 de diciembre de 2015 terminó el largo ciclo de gobiernos kirchneristas que había comenzado el 25 de mayo de 2003. Al día siguiente Mauricio Macri asumió la presidencia, luego de derrotar al exgobernador bonaerense Daniel Scioli. Para entonces ya era conocida la crisis económica que afectaba a Venezuela, cuyo presidente ya era Nicolás Maduro, aceptado como heredero y discípulo del fallecido Hugo Chávez.

"Hay que votar a Macri para no ser Venezuela" decían como ejercicio de afirmación electoral los que estaban dispuestos a apostar por el jefe de Gobierno porteño. Desde la vereda de enfrente ponían el acento en "lo que se hizo bien" y "corregir lo que se hizo mal" pero no les alcanzó. Por esos días los televisores argentinos se inundaron de imágenes provenientes de Caracas, que daban cuenta de lo mal que lo estaban pasando los caribeños. Hiperinflación, desabastecimiento, protestas en la calle, represión y muertos eran las palabras que se asociaban rápidamente al país de Simón Bolívar, del que todos querían escapar, aunque sea a pie, por razones económicas pero también políticas. Por su parte la Argentina estaba mal, pero no llegó a ser Venezuela.

Se calcula que la diáspora venezolana es de 8 millones de personas dispersas por el mundo. Muchos de ellos llegaron a nuestro país buscando escapar de la pesadilla en la que se había convertido un país que duerme sobre enormes reservas petroleras. Rápidamente consiguieron trabajo y se insertaron en los grandes centros urbanos del país. Para las elecciones de 2019 el macrismo intentó la reelección con el gastado argumento de que votar por la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner era llevar al país a ser Venezuela, pero la gente no le creyó y votó al Frente de Todos, que ganó en primera vuelta.

Llegó 2023 y una vez más, la Argentina no fue Venezuela. Tuvo malos momentos, es verdad, pero no llegó al infierno tan temido. La crisis endémica que afecta a nuestro país no fue ni la sombra del vendaval que pasó por tierras bolivarianas, agravado por los efectos de la pandemia de Covid 19. La oposición había perdido su mayor argumento, pero se las ingenió para inventar a Javier Milei, un candidato que prometía dólares y libertad, algo que fue suficiente para derrotar al ministro de Economía de lo que muchos dieron en llamar -con lábiles argumentos- "el peor gobierno de la historia".

Va de suyo que Javier Milei y Nicolás Maduro parecen personajes antagónicos pero como bien lo marca la teoría de la herradura, en realidad tienen varias cosas en común. Tanto Maduro como Milei han demostrado tendencias autoritarias en sus respectivos gobiernos. El venezolano reprimió a opositores, mientras que el argentino también adoptó un enfoque autoritario, como lo demuestran el famoso protocolo antipiquetes y el hecho de mantener detenidas durante un mes en un penal federal a simples manifestantes. También son rasgos autoritarios decir que iba a fundir a los gobernadores opositores, y tratar de coimeros a los diputados que no votaban la ley Ómnibus.

En otro plano, ambos líderes han recurrido a insultos y descalificaciones, entre sí y para con otros. En este punto no hay que perder de vista que Milei es un presidente que no mide consecuencias cuando se trata de insultar al que piensa diferente, tal como lo hace el presidente venezolano. Pero hay más: Maduro limitó la libertad de prensa en Venezuela, y Milei llegó al extremo de cerrar Télam y festejar la presunta quiebra de una editorial responsable de un influyente semanario opositor a su gobierno.

Todas estas cosas que pasan en la Argentina, en nombre de la libertad, antes no pasaban. Las actitudes del presidente nos emparentan con el régimen venezolano, aunque esto les cause náuseas a los libertarios. Con el diario del lunes se puede afirmar que los que nos iban a llevar a Venezuela no nos llevaron, pero sí lo está haciendo el hombre menos pensado.

En el caso de Maduro, ya no hay dudas de que estamos frente a una dictadura. En la que respecta a Milei, sería más conveniente hablar de la "muerte lenta de la democracia", como decía Guillermo O'Donnell para referirse al proceso de degradación institucional, deslegitimación de la política y recorte de derechos, cuyo resultado es la "ciudadanía de baja intensidad". La alarma está sonando y hay que prestarle atención.

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