Cómics e Historietas
Atrapante

Chaco, un retrato violento, fiel y adictivo de la revolución mexicana

La historieta describe un mundo brutal, que termina corrompiendo incluso a las personas más civilizadas.

Por Iván de la Torre (*), especial para NOVA

Uno de los hechos centrales del siglo XX mostrado sin concesiones por tres maestros: Robin Wood, Alberto Salinas y Carlos Casalla.

En “Chaco”, Robin Wood retoma el esquema de “Jackaroe”, con un joven blanco criado por indios (“El único padre que conocí se llamaba Manuelito. Él me enseñó a cazar, a usar la honda, el arco, el cuchillo y el fusil. Con él aprendí a leer rastros y él me llevó hasta mi primer mejicano, para matarlo, claro”), pero esta vez sitúa la acción en México, durante la revolución encabezada por Francisco Madero, donde brillará un joven, salvaje, encantador e imprevisible Pancho Villa.

Usando como excusa el deseo del protagonista de vengarse de quienes masacraron a su pueblo y lo torturaron, Wood retrata uno de los hechos centrales del siglo XX, mostrando, sin piedad, un mundo degradado por la injusticia, el hambre y la violencia, donde siempre se impone la ley del más fuerte:

“Los tarahumaras viven aquí y se mueren de hambre desde que nacen. Los hacendados los mandan a las minas... y mueren. Los rurales se los llevan a las haciendas... y mueren... Los bandidos vienen aquí... y los matan”.

“Mala cosa ser pobre. Mala cosa ser indio. Es un camino corto a morir...”.

“Pancho Villa es un bandido, claro, pero, ¿qué otra cosa se puede ser aquí? Eso o esclavo. Porfirio Díaz le regaló el estado a los Terrazas y los Terrazas lo repartieron entre sus compadres”.

La historieta describe un mundo brutal, que termina corrompiendo incluso a las personas más civilizadas: “Soy un hombre superior... Hablo idiomas... maté a esa mujer... Si... A esa perra... Yo estaba loco por ella... Hasta le ofrecí casamiento... ¡a una mestiza! y ella me dijo que sí... me pidió dinero... y yo se lo di... y ella se fue con ese vaquero... ¡un ignorante que ni sabía leer ni escribir! Y me dejó... me dejó... Por eso tomé mi revólver... la busqué y...”.

Wood se niega a romantizar la revolución mexicana, contando todo lo que no suelen retratar los libros ni las películas al denunciar, una vez más, cómo los poderosos abusan de todos aquellos que no pueden defenderse:

“Los colorados dijeron que era maderista. Ni siquiera sabemos lo que es eso, pero debe ser malo porque lo colgaron y me prohibieron bajarlo. Me dijeron que cuando se cayera podía llevármelo, así que espero. Algún día se caerá el pobrecito y entonces lo enterraré cristianamente. Cavé la tumba y ahora espero”.

“Los maderistas llegaron a la hacienda de mi padre. Defensores de pobres, se llamaron... Mataron a todos... Saquearon todo... Quemaron todo... La barbarie gratuita... Mis padres... La hacienda... Todo... A las mujeres nos guardaron. Yo fui una más... No hubo diferencias... Todas las noches... Todos los días... Centenares de ellos... Borrachos... Apestando”.

“Era una realidad simple: todos los habitantes estaban muertos. Hasta los animales sin valor estaban muertos. Todo lo que tenía un precio había sido robado. Lo que no había sido robado había sido quemado”.

“Hace un mes llegaron los colorados a nuestra aldea... Dijeron que colaborábamos con los revolucionarios, saquearon todo, quemaron las casas y mataron a los que protestaron. A mí me llevaron junto a las otras muchachas... Una semana después nos dejaron en el desierto... Una murió...”.

“Estaban tirados en todas partes... Dislocados... Polvorientos... patéticos en la brutalidad de la muerte... Hombres... mujeres... niños... El pueblo entero fue ametrallado... Bayonetearon los cadáveres y cortaron los pechos de las mujeres”.

Para compensar tanta violencia, Robin inventa al irónico, culto y pragmático Lester Brigham, un personaje secundario a la altura del Hattusil de “Nippur de Lagash”, el Hipólito de “Mojado”, el Mario de “Savarese” o el Diablo de “Mojado”, que aporta todo su sentido del humor a una historia llena de tragedias: “Soy conocido como El Profesor, ¿por qué? Porque lo fui. ¿Qué hago aquí? Fue una triste tragicomedia de amar a la mujer equivocada y falsificar los cheques incorrectos. Te fascinará la historia. Yo viví en Viena... Eso es en Austria, en otro mundo... y allí conocí a una muchacha... Era tan hermosa que se me paraba el corazón al verla... Tenía ojos azules, cabello rubio... y un marido rico, grandes como un toro y desagradable como la lepra que me persiguió a través de cinco fronteras para cortarme la cabeza... pero ella... ¡qué ángel! Ahora marcho a El Paso a unirme a la legión americana que luchará en el ejército de Francisco Madero contra el horrible dictador Porfirio Díaz, que tiene barba blanca y una pésima costumbre de fusilar gente”.

Capítulo a capítulo, Wood logra mostrar la confusión de la revolución en frases memorables que deberían enseñarse en las escuelas, al desmitificar los hechos y revelar la brutal realidad oculta tras el relato oficial: “El ejército de Madero está tan organizado como un baile de ciegos... Cada jefe tiene un regimiento y no deja que nadie más se meta. Hay medallas para todos, pero nada de comida y munición. Y para peor, los lugartenientes de Madero se llevan como petróleo y fuego... Son Pascual Orozco, Abraham González y ese forajido de Pancho Villa. Los demás hablan. Villa echa fuego. Llegó con cien hombres y ahora tiene un regimiento. Si él mandara ya estaríamos en ciudad de Méjico en lugar de planear el ataque de Juárez”.

Pancho Villa: “Vente conmigo, Profesor. Acompañaré al pequeño señor Madero. Él va a crear un nuevo Méjico sin pobres ni ricos. Será el presidente y todos lo obedeceremos. No habrá más guerra”.

El Profesor: “Deliras, Pancho. Hay muchos descontentos con él. Los ricos siguen siendo poderosos”.

Chaco: “Muchos jefes. Muchos discursos. Muchas armas. Madero habla mucho, pero es débil. Quiere satisfacer a todos. Lo matarán. Ya lo verás. No sabe lo que hace”.

El Profesor: “¿Ves, Chaco? De esta manera se hace la historia. Con el correr de los años la lavarán, la plancharán y la presentarán con una camisa limpia en lugar del trapo sucio y rotoso que en realidad fue”.

El gran personaje de esta historieta no es Chaco, sino el inestable, violento, mujeriego, salvaje, astuto, pícaro, encantador e imprevisible Pancho Villa, que se niega a rendirse incluso después que asesinen a su jefe y lo obliguen a refugiarse en Texas, sin soldados, dinero ni armas: “Mataron al pequeño señor Madero y ese bastardo de Huerta es presidente. Voy a pelear. Voy a levantar cien mil hombres y los llevaré hasta Ciudad de México, pondré un hombre honesto como presidente y me retiraré. Yo no sería un buen presidente. Solo sé pelear. Además, me gustan demasiado las mujeres y eso distrae mucho. Estoy loco, si no estuviera loco no empezaría algo así. Estoy loco... y los locos ganan las guerras”.

“Chaco” retrata de manera creíble, apasionante y cruel, sin hacer concesiones al lector, con todas sus luces y sombras, la revolución mexicana, en un relato adictivo que permite conocer a figuras tan polémicas como Francisco Madero, Porfirio Díaz, Venustiano Carranza, George Patton, Rodolfo Fierro, Luis Terrazas, Tomás Urbina, Pascual Orozco y Abraham González.

Dos frases sirven para entender la manera magistral en que Robin, acompañado por los dibujos geniales de Alberto Salinas primero y Carlos Casalla después, sintetizó y registró un hecho central del siglo XX:

- “A Pancho Villa siempre le sobra un caballo, un fusil y alguien a quien echar”.

- “La revolución es simple, lo malo es lo que viene después”.

Nunca se dijo tanto con tan pocas palabras.

(*) helliconiaa@yahoo.com.ar

Relata, entre otras cosas, cómo los poderosos abusan de todos aquellos que no pueden defenderse:
Relata, entre otras cosas, cómo los poderosos abusan de todos aquellos que no pueden defenderse:
Capítulo a capítulo, se logra mostrar la confusión de la revolución en frases memorables que deberían enseñarse en las escuelas.
Capítulo a capítulo, se logra mostrar la confusión de la revolución en frases memorables que deberían enseñarse en las escuelas.
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