Con la Plaza de Mayo como testigo, Perón -ostensiblemente cercado por su malestar y el peso de los años- había asumido el 12 de octubre de 1973 su tercera presidencia. Apenas ocho meses después de haber retornado a la Casa Rosada con un triunfo arrollador, el general enfrentaba el ocaso de su vida. Él lo sabía, por eso aquel discurso fue el balance de sus treinta años como protagonista principal de la política argentina.

“Llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí, es la palabra del pueblo argentino”, dijo con la voz quebrada por la emoción. La multitud reunida le respondió con fervor, como cada vez que el líder justicialista aparecía en público y tal vez ese día, con más fuerza porque todos tenían la sensación de que no habría otra oportunidad para escucharlo.

Perón había regresado al poder tras 18 años de proscripción y exilio. Su tercera presidencia estuvo lejos del brillo y la efervescencia de sus mandatos anteriores. La Argentina que encontró era una nación dividida, con tensiones sociales y políticas que amenazaban con hacer volar todo por los aires. Por un lado, los jóvenes que simpatizaban con la izquierda le exigían la patria socialista. Por el otro, los militares y la clase media esperaban que pudiera aplacar esos desbordes. En medio de ese torbellino su salud declinaba a paso acelerado impidiendo que pudiera buscar un punto de concordia.

Parte del éxito de su gobierno descansaba en el Pacto Social. Se esperaba mucho de esa estipulación -la apuesta más ambiciosas de su última gestión- que buscaba ser un acuerdo entre trabajadores y empresarios para estabilizar la economía y pacificar el país. Pero los desafíos eran enormes, y las tensiones dentro del Movimiento peronista, ponían en jaque la viabilidad del proyecto.

Ese 12 de junio, Perón se mostró firme ante la adversidad, reafirmando su compromiso con la justicia social. Pero también era un hombre cansado, prácticamente abatido. Menos de tres semanas después, el 1º de julio, su corazón dejó de latir. Para la multitud que colmó las calles para expresar su dolor, solo quedaba el recuerdo de los días más felices.

Gobierno de Isabel (1974-1976)

El general murió y su viuda, María Estela Martínez de Perón, asumió la primera magistratura. Fue la primera mujer presidente y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

Pese a la feroz oposición de los medios de comunicación, los grupos de poder económico, los militares y la guerrilla, Isabel pudo llegar hasta el 24 de marzo de 1976 con una deuda externa que no había crecido desde el 25 de mayo de 1973; con pleno empleo (apenas 2,5 por ciento de desocupación) y con índices de pobreza bajísimos.

Por su parte el Congreso había sancionado las leyes de Abastecimiento (ley 20.680); de Contrato de Trabajo (20.744) y de Subversión Económica (20.840). También se anotan como logros del gobierno la nacionalización de las bocas de expendio de combustible y la estatización de los canales de televisión. La contracara fueron la Triple A y los decretos se aniquilación de la guerrilla.