Segundo paro general en la era Milei: un grito contra la arrogancia y el sectarismo del Gobierno
Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
En un país marcado por la efervescencia social y la polarización política, el segundo paro general de la era Milei no es solo una fecha más en el calendario. A 150 días de una gestión que prometía ajustar a la casta -a la que nunca denunció con nombre y apellido- nos encontramos ante una dura realidad que deja al descubierto el verdadero del Gobierno libertario como una triste rememoración del nefasto plan económico de José Alfredo Martínez de Hoz. La convocatoria de la CGT y las dos CTA, apoyada por movimientos sociales, es una elocuente señal de que la gente la está pasando mal.
Desde el Gobierno y la prensa complaciente dicen que no ven las razones por las que las centrales sindicales llamaron al paro, por eso nos tomamos el atrevimiento de acercarle algunas: la Ley Bases, piedra angular de la discordia, se presenta como modernización laboral para esconder una reforma profundamente nociva para los trabajadores. El DNU 70/2023 sigue vigente, salvo en su capítulo laboral que se encuentra judicializado, desregulando la economía y el feroz ajuste, según el propio Javier Milei, "el más grande de la historia".
La economía, lejos de arrancar, cae cada vez más. Millones de argentinos no llegan al día 15 del mes. Se dificulta hacer las compras, llegando al extremo de que millones de pibes argentinos son pobres y a sus padres no le alcanza para comprar leche y pan. El régimen mileista destruyó el poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones. A la caída general de la actividad económica se suma la inflación y el fantasma del desempleo, que ya empieza a asustar a los argentinos. Y mientras esto pasa en las calles, el gobierno está enfocado en la "batalla cultural" contra "los zurdos".
La arrogancia de un Gobierno que mira desde arriba, sin reconocer errores, suma litros de nafta al incendio. La falta de diálogo y la imposición de medidas claramente impopulares nos muestran que el elenco gobernante no tiene una verdadera noción de la realidad que viven millones de personas. El propio presidente no sabe cuánto gana un jubilado, ni cuánto cuesta un litro de leche. Es muy difícil que algo pueda cambiar si quien está en el Sillón de Rivadavia no conoce las vicisitudes que afrontan los que viven al día.
La aplicación de políticas neoliberales era un fantasma que muchos creían superado. El retorno de las peores medidas fue posible porque tenemos una sociedad dividida entre gente portadora de un odio inoculado desde los grandes medios de comunicación y con otra parte indiferente a la política. A ellos se sumó la rebeldía de los jóvenes que no vivieron el neoliberalismo y que no fueron capaces de leer libros de historia argentina porque están todo el día perdiendo el tiempo en redes sociales.
Este paro no es solo una medida de fuerza. Es el mensaje de la ciudadanía en la calle, que la oposición espera que sea leído por el gobierno para hacer correcciones en el rumbo económico. El mileismo cree tener la vaca atada, pero nada más contundente que un paro con amplio acatamiento para darle un baño de realidad. Mientras el Gobierno se equivoca, el peronismo se reorganiza. Después de cinco meses de silencio Cristina Kirchner empezó a levantar el perfil para dejar al descubierto las mentiras del relato libertario, como el superávit en las cuentas públicas, al que calificó como "trucho".
El panorama es muy desalentador. Estamos en manos de un grupo sectario que se autodenomina "gente de bien" en detrimento de quienes no piensan como ellos, que vendrían a ser "gente del mal", trayendo a la actualidad el recuerdo de épocas violentas en que se perseguía al que pensaba distinto. Por eso tiene que empezar a moverse la oposición para construir una alternativa a este desastre mileista, para que la Argentina vuelva al camino correcto.