Cómics e Historietas
La Segunda Guerra Mundial contada de manera única

"Águila negra", un clásico injustamente olvidado de Ray Collins y Francisco Solano López

La Segunda Guerra Mundial contada de una manera única por dos maestros del género.

Por Iván de la Torre (*)

Hasta “Águila Negra”, Ray Collins y Francisco Solano López nunca habían trabajado juntos. Por suerte para sus lectores, el guionista y el dibujante finalmente se encontraron para narrar la historia de siete soldados polacos que, tras la invasión y conquista de su país por el ejército nazi, libran una desesperada lucha en dos frentes muy diferentes: por un lado, contra las tropas alemanas, por el otro, contra la discriminación de sus aliados, militares franceses e ingleses que se burlan constantemente de ellos, tachándolos de cobardes por no haber muerto defendiendo su país.

El encargado de contar la historia es Ilya Potocky que, en su tienda de antigüedades de París, guarda “seis botellas de Pommery cosecha 1936, alineadas sobre un anaquel escrupulosamente limpio para sus ex-compañeros de armas de la brigada 414 de infantería: Wajda Radzigill, Stanislas Munsk, Piotr Czartorys, Benji Holm, Christian Federsen y Alf Czentorcy”.

Fiel a su estilo intimista, centrado siempre en antihéroes empeñados en luchas imposibles que pueden costarle la libertad o la vida, “Águila Negra” cuenta la tragedia de estos soldados que comienza “el día del 31 de octubre de 1939, cuando la brigada 414 de infantería polaca, reducida a siete hombres, despegó de la deshecha tierra polaca para formar parte de aquellos 70.000 exiliados que desde suelo francés iban a seguir peleando por el emblema de un país que ya no existía”.

Aunque la serie está llena de batallas, a Collins no le interesa contar una tradicional saga heroica de triunfos y frases grandilocuentes, su intención es mucho más compleja: mostrar como un conflicto tan extremo cambia a las personas: “Vi que la guerra nos convierte en seres desesperados que luchan por su piel, su casa y sus hijos. Por su tierra, su aire y su sol. Nadie es capaz de aventurar que hará cuando todo se derrumba y llega el miedo”.

Los personajes de “Águila Negra”, sin importar el bando en el que pelean, son mostrados como personas con más dudas que certezas, más preguntas que respuestas, acosados por la incertidumbre, el miedo y la culpa: “Un mundo se deshace y sólo somos hombres. ¿En qué fallé? ¿En esperar que Hitler fuera sólo un enfermo?”.

A diferencia de otros guionistas que llenan sus historias de personajes históricos (Churchill, De Gaulle…) para atrapar al lector, Collins habla de “los héroes anónimos de la terrible guerra”, tomándose el tiempo necesario para mostrar los matices de cada personaje:

“Los alemanes eran veinte al mando de Brunner, un teniente herido en una pierna. Era un apuesto muchacho que soñaba emular las hazañas de von Manstein y Heinz Guderian... Constance Hérron ha perdido a su hermano en la defensa del pueblo. Su padre está en el hospital. Y este teniente es tan extraño.

- Teniente: Hace seis meses yo la hubiera invitado a bailar en mi tierra. Hace seis meses, usted hubiera aceptado.

- Constance: Hoy es seis meses después, teniente.

Brunner cerró los ojos. Maldita guerra. ¿Cuántos más caerían por aquella aldea perdida en los mapas de Francia? ¿Sabía aquella chica, Constance Hérron, que él odiaba matar y amaba los pájaros?”.

Capítulo a capítulo, con paciencia y habilidad, sin caer en los lugares comunes ni en los golpes de efecto, el guionista muestra los pequeños hechos que la gran historia no registra, las batallas olvidadas que solo recuerdan quienes participaron en ellas: “Fue una cosa atroz y sangrienta. Eran diez alemanes contra siete polacos que estaban a cientos de kilómetros de su destruido país. En los informes elevados al alto mando alemán esta incursión no figuró. No se encontraron señales de ella entre los papeles que sirvieron luego en Nuremberg”.

Collins logra retratar todo el horror del conflicto en frases impecables que sintetizan historias terribles en muy pocas palabras, donde no sobra ni una coma: “Dunkerke era un infierno cuando llegamos para echar una mano en la evacuación. Los ejércitos ingleses, francés y belga estaban desplegados en un arco de 250 kilómetros. Durante ocho meses, esa tropa confiaba en la línea Maginot. Trescientos noventa mil hombres que quedaron cercados y bombardeados en el único puerto que quedaba para huir”.

En ese clima de tensión permanente, donde nada es seguro y las certezas fallan continuamente, Collins, una vez más, rescata la importancia de la infancia, el lugar donde los hombres construyen los valores que les permitirán sobrevivir como adultos en un mundo despiadado: “Un hombre siempre vuelve a su infancia, que es un buen modo de tener valor para poder seguir”.

La serie está llena de esas reflexiones agridulces, características del mejor Collins:

“Voy a contarte, chico... Voy a decirte cómo es el hombre cuando enloquece, cuando la vida no le importa. El lobo muerde cuando tiene hambre. El hombre muerde para probar sus colmillos en otros hombres. Ríete, niño, por favor, ríete...”.

“¿Qué se siente al matar, profesor Wajda Radzigill? ¿Pavor? ¿O acaso placer? ¿Uno piensa en los rostros amados y que ya han muerto? ¿Es la guerra una venganza personal?”.

Gracias a la combinación de un guionista inspiradísimo y un dibujante brillante, esta serie sigue siendo una de las mejores historietas sobre la guerra que se publicaron en Argentina, aunque, lamentablemente, pocos lectores la recuerdan, tal vez porque, durante esos mismos años, el guionista publicó dos inmensos éxitos junto a Gerardo Canelo (“Rocky Keegan” y “Alan Braddock”) que la opacaron.

“Águila Negra”, como todas las grandes obras, es muchas cosas al mismo tiempo: la guerra vista por un grupo de marginales; un retrato de todos los hombres y mujeres a los que el conflicto cambia para siempre; y, lo más importante, una reflexión sobre el entonces y el ahora, que Collins remarca en frases que suenan como sentencias bíblicas, advertencias brillando en la oscuridad:

“Hoy los hombres son otros. La violencia sigue. Ojalá que no haya otra guerra. La memoria de la humanidad es frágil. Demasiado frágil para que tantos hayan muerto por ella”.

“El sol borra los recuerdos. El sol de un mundo demasiado feliz para recordar”.

“El tiempo desdibuja las cosas. El héroe de ayer fue reemplazado por un cantante de moda. O un jugador de fútbol como Johann Cruyff. La guerra terminó. Dios quiera que no haya otra”.

“Las guerras de este tiempo no se parecen a las de otros días. Los jóvenes discuten y ríen. Los mayores han olvidado. Estos chicos no saben mucho de Hitler. ¡Aquello ha quedado tan lejos!”.

Ojalá alguien reeditara esta joya sobre “siete descartables miembros de un ejército fantasma” que revitalizó las historias sobre la Segunda Guerra Mundial gracias a la poesía afilada del mejor Collins potenciada por el dibujo de un Solano López inspiradísimo.

(*) helliconiaa@yahoo.com.ar

“Águila Negra” cuenta la tragedia de los soldados, que comienza el 31 de octubre de 1939.
“Águila Negra” cuenta la tragedia de los soldados, que comienza el 31 de octubre de 1939.
Los personajes de “Águila Negra” son mostrados como personas con más dudas que certezas.
Los personajes de “Águila Negra” son mostrados como personas con más dudas que certezas.
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