La dictadura de José Félix Uriburu anuló las elecciones que ganó el radical Honorio Pueyrredón

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
El régimen que gobernaba la Argentina desde el 6 de septiembre de 1930 quería tomar la temperatura para saber cómo estaba el electorado de cara a un futuro llamado a elecciones presidenciales. La prueba piloto consistió en convocar a los bonaerenses a elegir gobernador, diputados y senadores provinciales el 5 de abril de 1931. Las principales opciones eran tres: Honorio Pueyrredón, de la Unión Cívica Radical; Antonio Santamarina, del Partido Conservador y Nicolás Repetto, del Partido Socialista. El candidato radical triunfó con el 48,61 por ciento de los votos, pero el dictador José Félix Uriburu anuló los comicios, desconociendo la voluntad popular. Así empezó la Década Infame.
Una salida "democrática"
La Revolución del 6 de septiembre buscó el pronto restablecimiento del sistema democrático, pero bajo sus propias reglas. El verdadero objetivo de los militares era crear un régimen de partido único, conformando una suerte de alianza nacional uniendo elementos de todos los partidos, con exclusión de los socialistas y los radicales yrigoyenistas. El resto del plan era llamar a elecciones con el sello partidario en funcionamiento. Ninguno aceptó, pero ya era tarde para dar marcha atrás con el llamado a elecciones.
La Unión Cívica Radical estuvo representada por la fórmula Honorio Pueyrredón-Mario Guido. Los conservadores apoyaron al tándem Antonio Santamarina-Celedonio Pereda. El Partido Socialista compitió con el binomio Nicolás Repetto-Teodoro Bronzini. Los radicales tuvieron que hacer una campaña muy modesta por falta de recursos y por el exilio de sus figuras más importantes. La desventaja inicial de los boina blanca convenció al gobierno de facto de que su triunfo estaba asegurado, pero se llevó una sorpresa.
La Unión Cívica Radical obtuvo 218.783 votos, alcanzando el 48,61 por ciento y 55 electores sobre 114. El Partido Conservador cosechó 187.734 sufragios, llegando al 41,71 por ciento y asegurando 49 electores. El Partido Socialista fue acompañado por 41.573 votantes, que se tradujeron en el 9,24 por ciento y nueve electores. El radicalismo antipersonalista sacó 2.005 sufragios, suficientes para quedarse con el 0,45 por ciento y un elector. El total de votos positivos fue de 450.095 (97,31 por ciento) mientras que en blanco hubo 12.464 (2,69 por ciento).
También se eligieron diputados y senadores provinciales. Para la Cámara Baja, la Unión Cívica Radical llegó a 210.477 votos (46,89 por ciento). El Partido Conservador fue elegido por 183.376 personas (40,85 por ciento). El Partido Socialista tuvo 47.462 adhesiones (10,57 por ciento). En el pelotón de atrás se ubicaron el Partido Conservador Independiente (0,75 por ciento), la Unión Cívica Radical de la Provincia (0,64 por ciento) y el Comité Ayerza (0,30 por ciento). Total de votos positivos: 448.912 (97,27 por ciento). Votos en blanco 12.612 (2,73 por ciento)
Para la Cámara Alta la voluntad popular se repartió de la siguiente manera: Unión Cívica Radical 211.132 votos (47,18 por ciento); Partido Conservador 183.658 votos (41,04 por ciento); Partido Socialista 45.138 votos (10,09 por ciento); Partido Conservador Independiente 3.276 votos (0,73 por ciento) Unión Cívica Radical de la Provincia 2.996 (0,67 por ciento) Comité Ayerza 1.332 (0,30 por ciento). Total de votos positivos 447.532 (96,98 por ciento) Votos en blanco13.958 (3,02 por ciento).
A la luz de los resultados, el radicalismo debía negociar con los socialistas para alcanzar mayoría en el Colegio Electoral, lo cuál hubiera sido imposible de digerir para la dictadura. Par evitar que eso ocurra, Uriburu decretó la nulidad del acto comicial argumentando que el pueblo "no había aprendido a votar".
El 8 de mayo, el dictador Uriburu dejó sin efecto la convocatoria al Colegio Electoral Provincial y puso en funciones como gobernador de facto a Manuel Ramón Alvarado. El régimen advirtió que no era posible vencer a los radicales en elecciones limpias, por lo que tomaron precauciones para las futuras elecciones presidenciales, poniendo en marcha la maquinaria del denominado fraude patriótico.