
Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
La Argentina tiene uno de los peores ingresos mínimos del continente. Es cierto que un gobierno no puede arreglar las cosas en cuatro meses, pero también es cierto que seguir recetas económicas que en el pasado nos condujeron al desastre, nos llevarán a sufrir una nueva decepción.
Cuentan los memoriosos que en 1970 la Argentina era un país con salarios altos, pleno empleo y una pujante clase media que no se privaba del veraneo en la Costa, cambiar el auto y pagar los estudios de sus hijos. De más está decir que por esos días la casa propia no era una utopía. Tampoco le decía que no a las salidas al cine, al teatro y a cenar afuera los fines de semana. Los argentinos que vivieron en esa época disfrutaron de un país en el que se vivía bien y se comía siete días a la semana.
Pero de a poco la carroza de convirtió en calabaza y esa misma clase media que antes tenía la sensación de bonanza sin ser parte de los diez bacanes que hay en este país, se achicó. Le dijo adiós a todos y cada una de esas cosas que antes eran habituales y que con el paso del tiempo se convirtieron en lujos. Adiós casa propia, adiós automóvil, adiós vacaciones, adiós salidas de fin de semana. Bienvenidas ofertas en supermercados de segunda línea, bienvenido el “no llego a fin de mes”. Bienvenida la miseria.
Ante tan drástico cambio hay una pregunta obligatoria para hacerse frente al espejo. ¿En qué momento se jodió la Argentina? Tomemos como punto de partida el año 1970 porque fue un año decisivo: los obreros mejor pagos del país venían de poner en jaque a la Revolución Argentina, en Córdoba, un año antes. Montoneros ejecutaba al exdictador Pedro Eugenio Aramburu y desde España, Juan Domingo Perón enamoraba a la “juventud maravillosa” que luego se convirtió en esos “estúpidos que gritan”
La clase media estaba bien, pero el obrero argentino de 1970 no tenía motivos para quejarse porque trabajaba con la panza llena. Todavía tenía todo lo que le había dado Perón y lo único que quería era el retorno del viejo líder justicialista. Ese obrero todavía podía cumplir la vieja aspiración de decir “mi hijo, el doctor” que habla sido el leitmotiv de su vida laboral: dejar para su descendencia un apellido limpio y una profesión que le sirva para ganarse la vida con más comodidad que la que tuvo él.
Ese obrero aprendió a cantar “Perón Perón, que grande sos” para agradecer por esa vida mejor que solo pudo darle Perón. En 1974 lloró para despedir al General, como antes lo había hecho para enterrar a Evita. En julio de 1975 llegó el Rodrigazo. La crisis y los atentados de la guerrilla fueron la señal que esperaban los militares para tomar el poder e imponer el modelo liberal, mientras limpiaban las calles con métodos ilegales. El 23 de marzo de 1976, a pesar de todo, el obrero argentino seguía teniendo la panza llena.
Las cosas cambiaron el 24. El 2 de abril de 1976 el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz presentó en sociedad su plan económico. La economía procesista liberó los precios, congeló los salarios y propició la no intervención del Estado. Cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia. Además endeudó a las empresas públicas como nadie. Quienes quieran tener más información al respecto pueden encontrarla en el libro "Todo lo que usted quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron", de Alejandro Olmos. Los militares se fueron en 1983 pero la Argentina quedó sumergida en un desastre económico del cual todavía hoy, a cuarentena años, no ha podido salir.
Por eso no sorprende el título de la nota que publicó Perfil.com el pasado martes: “Argentina tiene uno de los salarios mínimos más bajos de América Latina y la inflación más alta del mundo”. Está todo dicho ¿Qué más se puede agregar? Nuestro país, con un ingreso mínimo de 200.80 dólares está al fondo de la tabla, compartiendo lugar con los países más pobres de la región, que son Nicaragua, Haití, Cuba y Venezuela. Nuestra querida Argentina está muy lejos de los primeros puestos, que son para Costa Rica (714 dólares), Uruguay (594 dólares) y Chile (470 dólares).
El genial cantautor uruguayo Jaime Roos escribió “Los olímpicos’ para describir la situación de sus compatriotas que alguna vez debieron dejar su país para superar la crisis económica. En una estrofa dice “antes éramos campeones, le íbamos a ganar. Hoy somos los sinvergüenzas, caemos a picotear”. Así estamos hoy por esta orilla del Río de la Plata, del que nos hemos convertido en el vecino pobre. En los últimos años miles de argentinos buscaron afuera las oportunidades que el país le negó, porque el rasgo característico de los últimos tiempos fue el de expulsar recursos humanos.