Despidos indiscriminados: la motosierra lanza a miles de familias a la pobreza
Desde que asumió en la Presidencia de la Nación, con su fundamentalismo libertario Javier Milei no ha hecho otra cosa que ponerse en contra a la población, que asfixiada por sus medidas extremas, comienza a manifestar su profundo malestar.
Durante los últimos días, el jefe de Estado aplicó sin anestesia su muletilla de campaña (¡Afuera!), e impulsó una arremetida feroz sobre los organismos públicos, dejando a más de 16 mil nuevos empleados en la calle la semana pasada. Esta acción descarnada fue duramente criticada por aquellos que saben que si bien había ñoquis llevándosela de arriba, en muchos otros casos las víctimas de la motosierra son profesionales o técnicos idóneos que se han desempeñado más de dos décadas en sus funciones, a pesar de lo cual fueron echados sin ser evaluados, sin previo aviso ni contemplación alguna.
Las cifras de la máquina de despedir gente, que junto a la escalada inflacionaria motorizan cada día el aumento de la pobreza, son alarmantes: Administración General de Puertos (180), ANSES (1.200), Capital Humano (800), INCAA (170), ACUMAR (120), CENARD (120), INDEC (100), CONICET (87), Servicio Meteorológico Nacional (80), Vialidad (67), Parques Nacionales (79), Ministerio de Economía (26), Secretaría de Cultura (208), Secretaría de Trabajo (517), entre otros ejemplos.
En este escenario, fiel a su estilo anti diálogo y pro atropello, Milei lanzó una advertencia a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), gremio que convocó a los trabajadores desvinculados a ingresar a sus dependencias laborales. En ese sentido, señaló que la ocupación de edificios públicos constituye un “delito”, fomentando la propagación del miedo en la sociedad.
A estos datos del sector público se suman los del sector privado, cuyo empleo comenzó a caer significativamente, producto de la contracción fiscal y monetaria, la recesión, el desmoronamiento del consumo y la apertura de importaciones, entre otros factores.
Las pymes que lograron sobrevivir a la pandemia ahora se ven acorraladas por tarifazos impagables de sus facturas de luz y gas, además del aumento exponencial de los valores de los alquileres e insumos. Y también hay grandes empresas que empiezan a mostrar signos de deterioro, como las automotrices, constructoras y siderúrgicas, paralizando sus plantas industriales o licenciando empleados producto de la fuerte crisis económica.
Cada día la Argentina sufre el cierre de comercios y empresas familiares, el freno de la producción y el desempleo. En consecuencia, lejos de perfilarnos hacia un futuro próspero rumbo al Primer Mundo -como tanto insistió Milei durante la campaña-, el empobrecimiento se acentúa. Según fuentes privadas, el dato de la pobreza de marzo 2024 redondearía el 60 por ciento, duplicando a la de Brasil, México y Bolivia, por ejemplo, y superando por 20 puntos la que heredó del paupérrimo ¿gobierno? del inoperante Alberto Fernández. Y aún resta esperar el dramático número semestral, que se informará en junio.
Otra polémica medida que afecta directamente al bolsillo de los adultos mayores, fue la intromisión del Ejecutivo nacional en las cajas jubilatorias provinciales y el desdoblamiento del pago de los haberes de abril en dos partes, que deja en una situación aún más vulnerable a los abuelos, que ya vienen fuertemente golpeados por los aumentos de los medicamentos y la falta de acceso a la canasta básica alimentaria.
El experimento libertario extremo (sintetizado en inflación + devaluación + ajuste= más pobreza) está dando resultados devastadores en un lapso de apenas tres meses de gestión. Una ecuación sin perspectiva de cambio, destinada a seguir exterminado a la clase media (a quienes les bloquea las paritarias) y los jubilados (como dijo la nefasta Diana Mondino, “¿para qué reclaman si es casi seguro que se van a morir?”), mediante la pulverización de los ingresos y la anulación de la clase trabajadora.
Esta historia recién comienza, y en la medida en que se extienda este oscuro panorama, el “Rey de la Selva” no tardará en ser devorado en la lucha por la supervivencia.