"Así mataban" y "La redención de Morgan Moreau": lo nuevo de Héctor Bellagamba
Por Ariel Avilez (*), especial para NOVA.
Desde su regreso al mundo de la Historieta, estos últimos meses fueron por lejos los más importantes para el guionista Héctor Bellagamba: dos libros de su autoría están a la venta con propuestas muy distintas, pero igualmente atractivas.
La Redención de Morgan Moreau es una novela gráfica autoconclusiva de cincuenta y seis páginas en blanco y negro que cuenta con dibujos del célebre Horacio Lalia. Una aventura fantástica que coquetea con lo onírico y donde las vueltas de tuerca —hasta la viñeta final— son una constante. Es una muy bonita edición de Primavera Revólver para su Colección Dóricos.
Así Mataban es el nombre del segundo libro, una antología con ocho historietas dibujadas por ocho artistas de renombre —Marcelo Basile, Gerardo Canelo, Sergio Ibáñez, Edu Molina, Fabián Mezquita, Juan Romera, Ezequiel Rosingana y Enri Santana—, unidas por un eje en común: la dictadura de 1976. Cuestión de organizar un tema tan doloroso como vasto, ya desde la tapa se anuncia que las historietas de este tomo forman parte de un proyecto más amplio al subtitularse Geografía del Genocidio: La Plata, Berisso y Ensenada, dado que ese el marco territorial elegido en esta ocasión. Esta suculento librazo de ciento sesenta páginas en blanco y negro marca el debut de la Editorial El 23, creación del mismísimo Bellagamba... así que nos comunicamos con el hombre del momento y comenzamos una charla por este lado...
—Cuéntenos, por favor, acerca de Así Mataban, de la elección de un título tan fuerte y su relación con las historias que constituyen el libro
—Sucede que todas las historias del libro terminan como solía terminar esto. Se trata de gente que sufrió el genocidio y, en consecuencia, las historias terminan con la muerte. El único capítulo en la que el personaje principal se salva es el titulado Puentes, y es Marianita Sala. Se trata de la continuación de una historia anterior, llamada Chaco, en donde los padres de Marianita viajan a refugiarse a esa provincia, pero igual los enganchan y son enviados a centros clandestinos. Marianita zafa porque estaba en el Jardín de Infantes, nadie la va a buscar, y ahí empieza la historia de la nenita, donde mostramos la existencia de una organización en Montoneros que, cuando pasaba una cosa así, tenía gente dedicada a proteger a los chicos que quedaban sin padres. La historia de Marianita es el único pulmón de manzana del libro; el dibujo es de Juan Romera, que es un dibujo muy lindo y tiene algo de infantil, no tan dramático como el resto. Son ocho historietas que quise escribir después de la experiencia de participar en Historias de Desaparecidos y Aparecidos; decidí seguir trabajando en esa línea, porque después de haberlo hecho, después de tocar esas cuerda, ya toda otra temática parece algo trivial...
—La historieta está para todo, ¿no? Hay tantos géneros... Se pueden contar cosas fuertísimas, concientizar... Y en otras ocasiones también divertir.
—Es así como decís. Alguna vez te comenté que si no fuera por eso, si no fueran divertidas, yo no sería guionista de historietas, porque justamente crecí leyéndolas, buscando diversión. Yo era un lector de historietas que un día comenzó a guionar para Columba sin saber bien cómo. Pero a lo que voy es a que si lo que hago hoy despierta una inquietud, genera la necesidad especialmente en los más jóvenes de interesarse en el tema, de averiguar y leer un poquito más acerca de él, este libro cumplió su cometido.
—¿Qué nos puede decir acerca de la elección de cada dibujante para las distintas historias?
—Yo sabía que para hacer un libro de historietas bueno, tenía que contar con dibujantes de primera línea. Son dibujantes argentinos que trabajan para afuera, pero que al mismo tiempo son gente del palo que se brindó de muy buen grado y, como dicen los yanquis, dieron la milla extra: hicieron un laburo que está muy por encima de lo normal; cada uno de ellos dio más del cien por ciento, lo hicieron —y se nota— con muchas ganas. Acerca de la asignación de cada guión, se dieron muchas casualidades: la que dibujó Ezequiel Rosingana, por ejemplo, es La Masacre de La Plata... Yo no lo sabía, pero él había dibujado antes la tapa de un libro acerca de esa masacre. La de Gerardo Canelo también tiene otro valor, porque con esta historieta él vuelve a entrar en la Historieta; y para mí eso es una alegría enorme. En Buen Pibe el Rubio, la primera historieta del libro, Canelo tiene el único guión que no narra un hecho real; es una ficción que intenta darte el perfil del capo de un grupo de tareas, y de ese modo entronca perfectamente con el resto de las historias. Al estar tanto tiempo alejado del tablero, yo no sabía si Gerardo iba a poder terminar de dibujarla... y fue el primero en terminar (risas). Una belleza. Me fue mandando la evolución de las páginas a medida que las iba haciendo, con unos lápices trabajadísimos, muy detallados, con los puntos de fuga... Todo eso me despertó las ganas de hacer un segundo libro, pero sin tinta, con historietas a lápiz, para que se vea bien todo el trabajo que hay detrás de cada viñeta.
—Aparte de la de Canelo, ¿sucedió que escribiera un guión pensando previamente en el dibujante al que se la daría?
—Yo partí con la base mínima de convocar a los dos dibujantes con los que trabajé en el libro anterior: Rosingana y Sergio Ibáñez. Para la historia de Luisa Marta Córica —que era una muchacha que había trabajado de extra en Boquitas Pintadas— pensé en Ibáñez, justamente, porque requería cierta gracia especial en las mujeres; y él hace unas mujeres muy particulares y muy bonitas. Luego me fui acercando a Marcelo Basile, que hizo un laburo descomunal: está caminando en el borde de la Historieta... Para que me entiendas, ¿quién caminó sobre el borde de la Historieta y se pasó del otro lado? ¡Alberto Breccia!... En este trabajo donde ni siquiera dibuja las viñetas, sino que las sugiere, Basile rompe el molde de la historieta; es una cosa de no creer. Después me interioricé en el trabajo de Edu Molina, que vive en México, pero que conocí acá, cuando vino a visitar familiares... Edu, que dibuja la historia de Miguel Bru, es generacionalmente coetáneo del protagonista. Y esa historieta cierra el libro.
—Es la única historia que no transcurre en dictadura, además.
—Pero sí de algún modo es consecuencia de ella y transcurre en La Plata, que es la región elegida para este primer libro de la Geografía del Genocidio
—Y hablando de coincidencias, ya en Animal Urbano Edu Molina había dibujado un episodio excelente basado en la historia de Bru
—Sí señor, él me mencionó que no era la primera vez que tocaba el tema. Y además es el responsable de contactarme con Fabián Mezquita, que dibujó Mal Ejemplo. Ibáñez fue quien me recomendó a Enri Santana, que terminó dibujando Chaco... A Juan Romera me lo señaló Gerardo (Canelo): "Miralo, que te va a gustar lo que hace"; y realmente fue una pegada.
—¿Por qué decidió editarlo Ud. mismo?
—Llegado el momento, con las historietas ya terminadas, me acerqué a Marcelo Pulido —editor de Historieteca— y se lo ofrecí: "Quiero que me lo edites". Y me dice: "Pero ya lo editaste vos..." (risas). Sucede que antes de presentarlo trabajé con Marcelo Ciccone: le colocamos las letras; le agregamos a cada historia unos textos entre periodísticos e históricos, cuestión de darle a las historietas un contexto histórico que sea de utilidad para el lector; le seleccionamos una tapa a partir de una viñeta de Basile... Solamente faltaba imprimirlo.
—El libro tiene una posdata bastante jugada relacionada con la actualidad...
—Pasa que cuando escribí el libro lo pensé como uno que movilizase la inquietud de los más jóvenes, que ayudase a ejercitar y profundizar la memoria. Pero nunca lo pensé como un libro que iba a venir a defender una posición que, en realidad, uno pensaba que ya no necesitaba ser defendida, porque nadie iba a atacarla... Y sin embargo nos encontramos hoy con la señora Victoria Villarruel siendo vicepresidenta, nos encontramos con el señor presidente que tenemos y nos encontramos con la Bullrich como ministra de Seguridad. Esto es surreal.
—Recientemente la editorial Primavera Revólver editó una historieta escrita por Ud. y dibujada por Horacio Lalia, La Redención de Morgan Moreau. ¿Cuando escribió esa historia?
—La debo haber escrito el año pasado... Pasa que si bien a Lalia ya lo conocía, en los últimos tiempos nos frecuentamos más a partir de las cenas con un grupo de gente de la Historieta en Los 36 Billares. Y le empecé a mandar guiones... Al principio traté de forzar la cuestión de los monstruos y demás, porque es lo que caracteriza a Lalia; pero me di cuenta de que no era un tema que yo manejara bien, porque sinceramente es un género que nunca me gustó. Hasta que le encontré la vuelta y me di cuenta de que la cosa no pasa por los monstruos, sino por la historia que contás... La cosa es que al final me salió una historia en la que hay monstruos, pero que no sabemos si existen o no. Hay un juego entre lo real y lo imaginario. La idea es sorprender al lector, y sorprenderlo gratamente; y yo creo que esta historia es sorpresiva.
—¿Dónde se publicó originalmente?
—Aquí, en Argentina. Este libro es su primera y por ahora única edición. Esa historia la escribí completa en Lanús, las cuarenta y ocho páginas... y así como la escribí, una vez terminada se la mandé a Lalia.
—Hablando del guión, ¿cómo se lo presenta Ud. al dibujante? ¿Sugiere la cantidad de viñetas por página o le deja ese trabajo a su compañero?
—A principios de los ochenta, en un viaje a Barcelona para llevar trabajos, conseguí el teléfono de Carlos Sampayo. Yo a Sampayo no lo conocía más que de leerlo. Nos encontramos en la Rambla, el tipo no tenía mucho tiempo, y aún así se llevó mis trabajos, unos guiones míos que le di, unos episodios de Quincy Romano... y al tiempo nos volvimos a juntar: me habló como si yo fuese su hermano menor. Me dijo que le gustaban las historias, y me dijo un montón de cosas que no olvidé nunca más. "¿Vos no armás la página, ¿no?", me dijo. "Vos tenés que trabajar la página. Vos tenés que pensar cuando escribís que tu trabajo lo vendés por página, de modo tal que el lector, al llegar a la última viñeta de la página, tenga la sensación de haber leído una especie de episodio". Nunca más volví a verlo, pero recuerdo sus consejos y su humildad; un capo. El asunto es que desde entonces yo trato siempre que cada página responda a ese consejo que Sampayo me dio, que de alguna manera la última viñeta cierre el círculo de la página... Yo soy un dibujante frustrado: yo disfruto imaginando la página dibujada. Y como alumno de Sampayo que soy, intento que vos leas la página y la encuentres interesante en sí misma.
(*) Redactor especializado en cómics.


