Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA.
El que siembra vientos, cosecha tempestades. El régimen entró a lo guapo y con intenciones de llevarse puesta a la República, pero terminó retirando la Ley Ómnibus para evitar una derrota segura en Diputados.
Pese a haber obtenido algunas victorias pírricas en la votación en particular, el bloque de La Libertad Avanza decidió que el proyecto: “Vuelve a comisión porque hubo diputados que se habían comprometido a acompañarnos a través de los gobernadores, y los gobernadores no cumplieron con su palabra” dijo el jefe del bloque de La Libertad Avanza, cargando culpas sobre espaldas ajenas. En cualquier barrio eso se llama salir corriendo.
Ya no hay lugar para las compadradas del vocero Manuel Adorni, ni para las bravuconadas del diputado Oscar Zago. Tampoco lo hay para los matones impresentables del Twitter, que amparados en el más cobarde anonimato despotrican contra todo lo que para ellos es zurdo o peroncho. Esta es la hora de la amenaza: "Ahora van a ver lo que es un verdadero ajuste” escribió en sus redes sociales el diputado provincial Agustín Romo, al mejor estilo de una novia despechada. No hace falta recordarte a Romo que fue votado para legislar, más no para amenazar.
Una ley no escrita, conocida por los legisladores avezados, dice que cuando el proyecto es malo el oficialismo debe quedarse con la ley y la oposición debe quedarse con los discursos. Eso quería hacerles entender Miguel Ángel Pichetto a los noveles diputados libertarios, pero la arrogancia de los recién llegados pudo más. “ No sean pelotudos” llegó a decirles, pero nadie lo escuchó y ahora están pagando las consecuencias.
El régimen es el único responsable de lo que pasó ayer. No se puede morder la mano a la que después se le va a pedir ayuda. Tampoco se puede acusar de traidores a los que pusieron la cara, aunque las cosas no hayan salido bien. No hace falta reiterar las apretadas (porque son de mal gusto y dan vergüenza ajena) de Javier Milei para con la oposición, a quienes les dijo de todo. En verdad lo que dijo el presidente sobre la oposición, habla mucho más de él que de los demás.
Pero lo más indignante es que desde la cuenta de Twitter del presidente se compartió una lista negra de los legisladores que votaron en contra del mamotreto antes de que sea levantado. Eso incompatible con la democracia, máxime cuando el sector que llevó a Milei a la presidencia se jacta de respetar el proyecto de vida ajeno, basado en el principio de no agresión. A esta altura es evidente que la libertad para ellos es algo muy subjetivo.
El destino suele ser irónico y ayer no fue la excepción: justo el día que aumentó el boleto del colectivo, la ley ómnibus no arrancó. El final se veía venir desde hace varios días, tanto que hasta la propia Patricia Bullrich -alias Carolina Serrano- dijo que después de tantas modificaciones, la ley ya no era la que el régimen quería.
La ley se discutió adentro del recinto, pero se resistió en la calle. No se puede soslayar la presencia de los militantes de izquierda, del radicalismo y del peronismo que se dijeron presente en el momento que había que hacerlo. Los palos y balas de goma no lograron que se achiquen. Pero no fueron los únicos agredidos. A los trabajadores de prensa también les tocó recibir la furia represiva de la guardia pretoriana del régimen.
La Libertad Avanza aprendió que cuando las iniciativas son malas, nadie las defiende en ningún lado. Desde que Milei asumió hubo cacerolazos, protestas y hasta un paro general en contra de su política económica, pero no hubo ni una sola manifestación a favor.
Por ahora la ley no pasó, pero la militancia no se va a quedar de brazos cruzados. Desde la izquierda se están organizando plenarios de trabajadores ocupados y desocupados, asambleas y la resistencia en el plano cultural. También hay conversaciones con la Confederación General del Trabajo para converger en un nuevo paro general.
Otra lección que aprendió el régimen es la que le dieron en vivo los periodistas Eduardo Feinmann y Pablo Rossi al ministro del Interior, Guillermo Francos, que desconocía que el artículo 155 del reglamento de la Cámara de Diputados deja fuera de combate al proyecto oficialista. Lo cierto es que los diputados libertarios, al mejor estilo de los nenes caprichosos, abandonan el partido porque van perdiendo.