Por Mario Casalongue
Dante Quinterno fue un verdadero visionario. Creó a Isidoro Cañones, un personaje que fue de historieta pero que a estas alturas supera la ficción. Le gusta la vida fácil, no tiene el más mínimo apego al trabajo, duerme hasta cualquier hora y donde agarra un mango lo revienta.
Siempre anda sin un cobre, pero no se sabe cómo, milagrosamente, caza un fajo de billetes y encara para el cabarét, el hipódromo o el casino, y aparece rodeado de mujeres de vida fácil dispuestas a desplumarlo, a él, que se considera no sólo el rey de los play boys sino el más grande de los caraduras. Vaya paradoja.
Seco como lengua de loro, pero con un tío al cual le roba plata todo el tiempo, se las ingenia para usar las mejores pilchas y comer en los lugares fashion. También tiene a mano al noble indio Patoruzú, al que esquilma inescrupulosamente con propósitos inconfesables.
Aunque no se conoce su edad verdadera, se comporta como un chico caprichoso que necesita que lo alaben permanentemente, y si sus deseos no son satisfechos, entra en cólera, de la misma manera que muestra su enojo si lo despiertan antes de las tres de la tarde.
No tiene pensado sentar cabeza y está inmerso en una nube de pedos. Vive el presente y no le importa el pasado ni el futuro, no tiene en mente proyecto alguno más que seguir de joda en joda y tratar de enganchar alguna viejita con plata para asegurarse el resto de su vida.
Tiene a Cachorra, una hembra que lo acompaña en todas sus locuras. No sabemos si es una amiga con derecho a roce o la típica calienta braguetas argentina. Sí podemos deducir que es una loba con piel de cordero.
Lamentablemente, Isidoro es hijo del rigor. Necesita que su tío, Urbano Cañones, un militar retirado, les ponga límites a sus desbordes para no caer en el caos total.
De todas maneras, al final del cuadrito de la historieta, el rey de los vivos siempre termina mal. Cualquier parecido con la realidad es simple coincidencia. Por todo lo expuesto anteriormente, y otros defectos o virtudes de este singular personaje, no me cabe la más mínima duda de que Isidoro es bien argentino. Recontra-argentino.
(Esta nota fue publicada como Correo de Lectores en el diario Clarín, el 22 de abril de 2.007. Como considero que no perdió actualidad, me pareció interesante reeditarla)