Cómics e Historietas
Quinterno y el cine

Segunda parte: de carne y hueso

Quinterno: un hombre del papel, antes que del celuloide.

Por Miguel Dao, actor, director, dramaturgo y otras yerbas no demasiado clasificables, especial para NOVA

Antes de entrar de lleno en la segunda parte de este tema, debo realizar una salvedad respecto a la nota anterior, en base a una observación que se me efectuó.

No es Art Babbitt, sino Fred Moore, otro animador de Disney, quien aparece con el muñeco de Patoruzú detrás en la foto.

Para corroborarlo me fue necesario rastrear la imagen (en su momento me la proporcionó, sin más datos, Oscar Grillo): proviene en realidad de un video documental de tres minutos y 10 segundos subido a YouTube, donde se muestra la actividad de los Estudios Disney durante el año 1943.

En un tramo se puede observar al animador dibujando un avión en picada. En el mismo sitio encontramos además un recorte de 43 segundos de ese video, dedicado sólo a Fred Moore. La leyenda que acompaña lo ubica "animando una escena para una película de entrenamiento de la Segunda Guerra Mundial en 1943".

Sin este contexto, los dibujos del Pato Donald y José Carioca que se ven colgados con alfileres en el escritorio, indujeron a quien me hizo la corrección a pensar que se estaba trabajando en la producción de "Saludos amigos!", película que para 1943 ya había sido estrenada en varios países, arrancando por Brasil y terminando en Estados Unidos, como explico en la primera parte.

Y consecuentemente con esa apreciación errónea, se me acotó que Babbit ya no pertenecía a la compañía, dado que luego de la huelga del '41 se lo había despedido, por ser uno de sus promotores.

Si bien eso es cierto, luego fue reincorporado y siguió en los Estudios Disney hasta 1948, año en que él mismo se abrió para emplearse, siempre dentro de la animación, en United Productions of America. Cuya abreviatura UPA dio pié para que algún versero local aventurase que lo había fundado Babbit y que el nombre aludía al hermano del Indio.

Digresiones aparte, voy a lo siguiente: el del video no es Babbit. Pero teniendo en cuenta el año, es muy posible que el muñeco lo haya llevado él desde Argentina y dejado como adorno de la sala común de animación en la que también trabajaba. Queda zanjado el tema.

Otro punto de disenso con mi nota tuvo que ver con la opinión ampliamente difundida que Quinterno planeaba en principio realizar un largometraje animado. Los que la sostienen se apoyan en difusas fuentes que según dicen provienen de la Editorial.

Es mejor remitirse, opino yo, a la palabra del propio Quinterno.

En un tramo del reportaje de la revista Sintonía de 1937 (el mérito de haberlo rescatado íntegro es del dibujante Pablo Sapia, que lo difundió en su blog) se le pregunta al creador del indio:

"- Ante tanta popularidad de Patoruzú, ¿no ha pensado usted, Dante, llevarlo a la pantalla cinematográfica?

-Es uno de mis anhelos, pero que únicamente cristalizaré el día que cuente con elementos técnicos modernos para hacerlo, y que, asimismo, cuente con la colaboración de una decena de dibujantes hechos a mi estilo, capaces de dar vida a los monos que yo trazaría como matriz de la historieta.

-¿Admite usted, Dante, la posibilidad de llegar a realizar ese deseo suyo y de muchos miles da 'hinchas'?

-Tengo la seguridad de realizarlo. A mediados de año pienso realizar un corto viaje a Estados Unidos, en cuya oportunidad, entre otras cosas, adquiriré maquinarias y demás elementos.

-¿Quiere decir que llegará el día en el cual tendremos oportunidad de poder juzgar su Patoruzú haciendo de las suyas en el lienzo plateado?

-Eso espero."

Vemos cómo, tres años antes de dar comienzo a "Upa en Apuros" ya estaba en germen la idea de la película. Y un dato tirado al pasar desmiente una vez más la teoría del proyecto original de largometraje, supuestamente abortado después por la escasez de material virgen a causa de la guerra. Me refiero a que Quinterno habla de formar un equipo de diez dibujantes.

Pongamos por caso "Blancanieves y los siete enanitos", primer largometraje de Disney estrenado en 1937, mismo año del reportaje de la revista Sintonía. El proyecto estuvo a cargo de un equipo de 600 dibujantes, veinte directores y veintidós animadores. Quinterno no era tan ingenuo como para pensar que podía lograr lo mismo que Disney con apenas diez colaboradores. Y huelga decirlo, la II Guerra no había comenzado todavía no existiendo por ende problema alguno con la importación de celuloide.

El mundo de la historieta está plagado de charlatanes. ¿Lo había dicho antes?

Sobre el final de la nota anterior remarqué que esa primera parte estaba referida exclusivamente a los dibujos animados.

Hechas las aclaraciones que preceden y dejando atrás de forma definitiva el tema, abordaré en esta segunda entrega los proyectos, nunca concretados, de llevar las creaciones de Quinterno a la pantalla con actores.

Vuelvo para ello al tramo siguiente del reportaje en la revista Sintonía:

"-¿Hay posibilidades de llevar al teatro al famoso Indio bueno de su historieta?

-León Zárate sería un magnifico candidato para animarlo a Patoruzú, pero eso es más improbable, porque, además de confeccionar unos skechts de acuerdo al alma noble de Patoruzú, sería imprescindible que la voz del actor se amoldara a tonalidades que imagino para mi personaje...

-Quiere decir que las posibilidades de llevar a folletines radiales sus historietas..

-Mucho más difícil todavía."

¡Caramba! Quinterno tenía en mente un posible actor para encarnar a Patoruzú. No hace demasiado al asunto que el cronista lo indague por el teatro o la radio y no por el cine. Lo importante es que para su creador, el indio poseía un rostro asimilable al de un ser humano.

Observando la foto en que León Zárate, caracterizado de gaucho, con poncho y melena alborotada, dedica a la cámara una sonrisa entre inocente y socarrona, se comprobará que Quinterno tenía buen ojo para el physique du rol. Para más datos, su candidato era dueño de una notable veta cómica y se especializaba en tipos camperos.

Luego de haber integrado elencos con primeras figuras, Zárate formó compañía propia y se estableció en un teatro sobre la calle Corrientes. Allí hizo una multitud de piezas durante el período 1935-1936 (nota de color: dirigió al mismísimo Alfredo Alcón en los comienzos de su carrera). Asimismo, en febrero de 1937 se estrenó el filme "El forastero", que tuvo a León Zárate como protagonista, formando pareja estelar con Irma Córdoba. Todo lo cual indica que era un actor en la cima de su popularidad.

Pero hay más aún. Se necesitaba un "alma noble", al decir del propio Quinterno.

Las pocas reseñas que se pueden hallar sobre el actor elegido lo caracterizan como un "hombre muy austero, con un gran sentido del respeto, la ética y las buenas costumbres". También como un notable improvisador, pero siempre dentro del buen gusto, a diferencia de otros cómicos.

Se me ocurre que no fue para nada casual que en el número 47 del semanario Patoruzú (08/08/1938), en la sección "Con flores a tí", a cargo de Dante de Palos (seudónimo del periodista Mariano de la Torre Carlés) se confrontara a Zárate con Florencio Parravicini. El título de la página humorística contradecía su contenido: los elegidos hablaban el uno del otro prodigándose mutuamente cualquier cosa menos elogios. Los dichos, siendo invención del cronista, algún asidero en la realidad tendrían.

En el caso es comprobable que León Zárate había trabajado con Parra (1932, Teatro Maipo) e incluso llegó a parodiarlo.

Florencio Bartolomé Parravicini Romero Cazón provenía de la alta sociedad y tenía una personalidad multifacética. Comediante, campeón de tiro, aviador, bon vivant, el bufo era amado por su público y denostado por la crítica, que no le perdonaba sus salidas de libreto con permanentes groserías (algunas antológicas, que han quedado en la memoria popular). Lo consideraban un traidor a la clase de la que provenía.

Contrastaba, a más del tipo de humor, con el origen humilde de Zoilo Martínez Zárate (verdadero nombre de León Zárate), nacido en el poblado cordobés de Santa Rosa de Calamuchita y convertido en actor a fuerza de acompañar durante años compañías de circo trashumantes, hasta recalar en Buenos Aires.

Y una notable diferencia adicional: en agosto de 1938 Parra estaba próximo a cumplir 62 años y muy cerca del fin (se suicidaría en 1941, al diagnosticársele un cáncer terminal). Zárate, de quién se desconoce año de nacimiento, andaría por la treintena. El uno en declive, el otro en su apogeo.

Podemos fácilmente entender, entonces, conociendo el carácter puritano y conservador de Quinterno (frecuentador de círculos sociales elevados, por otra parte) sobre quién se inclinaban sus simpatías.

Tenía al actor ideal para Patoruzú en lo externo y lo interno. Le preocupaba la voz...

A primera impresión, una preocupación curiosa. No así si la analizamos con detenimiento.

En "Upa en apuros", ante la charlatanería del Gitano Juaniyo y las múltiples exclamaciones de Upa, el indio apenas si emite un puñado de frases cortas.

Está claro que en el corto animado el protagonista es el niño. Pero resulta llamativo que un personaje tan rico en expresiones como Patoruzú no lance ni siquiera un "canejo". Es como si Quinterno quisiera esconderle la voz, enmudecerlo.

De muy pibe, cuando empezaba a leer ávidamente las andanzas del cacique tehuelche, un tío mío que había nacido en 1899, refería irónicamente una escena presenciada por él en el tranvía.

Dos hombres, que se desconocían entre sí, iban sentados en el mismo asiento. Uno de ellos leía el diario y el otro lo seguía de ojito. Cuando el primero va a dar vuelta una página, el otro intenta detenerlo y se produce el siguiente diálogo:

LECTOR DE OJITO: -Diga, diga...

DUEÑO DEL DIARIO: -¿Qué hay?

-A ver, a ver...

-¿A ver, qué?

-¿Cómo salió el Patoruzú?

-Ma va' a fanculo, vó e Patoruzú!

No es necesario traducir la última frase para entender que expresaba el fastidio del dueño del diario –inmigrante itálico- frente al lector de ojito, fanático de la tira de Quinterno.

La anécdota viene a cuento respecto a que el seguidor de Patoruzú, tanto en el periódico como en la revista semanal, era mayoritariamente adulto.

Esos lectores tenían a su cargo imaginar aquello que los globos de historieta, por más recursos gráficos que se utilicen (mayúscula, negrita, exclamación, tamaño de letra), no pueden proporcionar: la voz del héroe.

Entonces, así como el dibujo animado estuvo destinado a un segmento infantil, un Patoruzú llevado a otro lenguaje expresivo debería conformar a los adultos. Y su voz, de ninguna manera, distorsionar su esencia. Quinterno hace mención a las "tonalidades" que imagina y confía en ellas.

Porque esa extraña mixtura de indio y gaucho que es su criatura no podía expresarse ni como uno ni como otro. En el oído de Quinterno habitaría la melodía, el ritmo justo, la cadencia particular de su habla. El problema radicaba en traducirla. El empresario no podía permitir que lo que había imaginado el dibujante defraudara a su público.

Más que entendible, llegados aquí, el obstáculo confesado al periodista de Sintonía.

Avancemos ahora tres décadas. Estamos en 1968 y la Editorial Dante Quinterno saca a los kioscos lo que sería un éxito rotundo de ventas, la revista Locuras de Isidoro.

Si bien desde el principio se anuncia al personaje como "el rey de los play boy", esa faceta tardará en aparecer en sus aventuras. Las primeras entregas –aproximadamente una veintena de números- muestran al chanta perdedor, acosado por la figura rectora de su tío, buscando un mango desesperadamente para pagar deudas de timba o de burros, fracasando en sus intentos de ascenso social mediante casamientos o amoríos supuestamente convenientes, siempre al borde del desastre y salvándose por un pelo a último momento... el Isidoro que continuaba al padrino de Patoruzú, en definitiva, y que era el que había configurado Quinterno.

Aquí es necesario hacer historia. La independencia de Isidoro respecto al indio no comenzó con la revista propia, sino que venía gestándose de mucho antes. Independencia relativa, ya que pasa de la dependencia económica de su ahijado a la de su tío.

“El irascible coronel”, como bautiza Andanzas 13, de enero del ’58, la recopilación de los episodios originariamente publicados en Patoruzú semanal (Nros. 101 a 112, año 1939), marca la primera aparición del Coronel Cañones en el mundo de ahijado y padrino, a quien hasta el momento no se le conocía familia alguna. Introducida la novedad brillantemente en esa historia, Quinterno avizoró que podía desdoblar a Isidoro, y hacerlo vivir otra vida junto a su tío. Los dos rectores morales, el indio y el Coronel, sobreabundaban. Pero el Coronel era una excelente excusa para que Isidoro recuperara la faceta costumbrista de su prototipo, Julián de Montepío, un tanto relegada en las aventuras junto a Patoruzú.

De ese modo, en la revista semanal, Isidoro, aparte de su vida junto al indio comienza a llevar, con pocas páginas de diferencia, otra paralela junto al Coronel Cañones, sin que Quinterno se preocupara por explicitar la interrelación de ambas.

La tira se inaugura poco después que finalizara el episodio de presentación de don Urbano Cañones (Nro. 140, año 1940) y se la anuncia de esta manera -correspondiendo las mayúsculas al original-: “(...) Isidoro, además de seguir apadrinando a Patoruzú en sus habituales aventuras, ACTUARÁ INDEPENDIENTEMENTE (...)”. Como se notará, la información es de carácter casi instrumental, cuando fácilmente se podría haber consignado algún tipo de precisión (temporal, por ejemplo) que explicara el desdoblamiento.

Otro detalle: apenas en la cuarta entrega de la tira el añoso militar aparece intentando llevar hasta el altar a una vedette. Se borra así el casamiento que luego de muchas peripecias termina consumando en “El irascible coronel”. Poco le importó a Quinterno, nuevamente, ser consecuente con esa circunstancia, en tanto obstaculizaba la principal motivación de Isidoro para soportar los rigores a los que lo sometía su tío. El anzuelo de la herencia resultaba imprescindible para este nuevo vínculo.

Fuerza es decir que el desprecio por el valor de la coherencia en las historietas, era compartido por los lectores. La introducción de ese concepto corresponde a generaciones posteriores, que no se formaron consumiendo material nacional, precisamente.

Sin embargo, Quinterno sí se esmeraba por lograr verosimilitud en la estructura interna de cada sección, en tanto mantenía los antagonismos complementarios (ahijado-padrino, sobrino-tío). La dicotomía entre una moral rígida y otra disipada, estaban presentes en una y otra historieta, aunque la de Isidoro tenía alcances menos pretenciosos en lo argumental y se reducía a una tira autoconclusiva, de una sola página. Esa vertiente es la que se retoma y amplía, casi tres décadas después, para las Locuras de Isidoro. De este modo, el Coronel Urbano Cañones muy poca participación más tuvo en las historietas de Patoruzú.

El argumento del primer número de “Locuras de Isidoro” (“Vivan los Novios!”, 4 de Julio de 1968), reelabora hábilmente “El irascible coronel”, reemplazando a Patoruzú por el Capitán Metralla. El cambio no afecta en absoluto la historia, ya que los verdaderos protagonistas en el original son tío y sobrino. En la primera didascalia de “Vivan los Novios!” hay un guiño a su precedente, y se sienta la diferenciación con el Isidoro de Andanzas de una forma muy escueta: “Tras una larga temporada en las termas, el irascible Coronel Cañones regresa al domicilio, donde vive con su sobrino Isidoro”. Y en el final, por supuesto, el casamiento de don Urbano se frustra al pié mismo del altar.

Este largo introito resulta necesario para entender qué se estaba jugando a principios de los '70 con el proyecto de llevar al cine las Locuras de Isidoro, con el actor Santiago Bal como protagonista.

Isidoro dejaba de ser el "mequetrefe, tarambana, tirifilo" (epítetos que solía adjudicarle su tío) para convertirse en el play-boy, el rey de la noche porteña.

Brillaba en Mau Mau, icónico boliche elegante para gente elegante, que a su vez atravesaba su instante de gloria en la década aludida. Y se codeaba con celebridades del momento como José Lata Liste (dueño del reducto), Bergara Leumann, Cacho Fontana, Ringo Bonavena y otros múltiples integrantes de la farándula local e internacional.

Si bien no hay anclaje preciso de la fecha, no cabe duda que en la historieta ya se había afianzado definitivamente el aspecto ganador del personaje y que éste tenía mucho más carnadura real que el Indio para ser trasladado a la pantalla cinematográfica.

Un empleado menor de la Editorial de Quinterno, que nunca se caracterizó por sus luces y que solía decir burradas sin el menor sonrojo (y al que sin embargo muchos fans concedían autoridad para opinar), lanzó la versión que el guión para la película iba a estar basado en "El ejecutivo del año", número 103 de Locuras, publicada en diciembre de 1976. Se me hace un disparate más del pintoresco personaje, que en "El libro de Isidoro" (Editorial Norma, 2007) es reproducido –entre otras varias inexactitudes- por un supuesto investigador de la historieta local.

La calidad argumental y de dibujo para 1976 había decaído definitivamente y las historietas se limitaban a reseñar las hazañas del protagonista, convirtiéndose así en una sucesión de gags, con un débil hilván narrativo. Estaba muy próximo además el cierre del ciclo de producción de originales, para comenzar con las eternas reediciones que se estiraron hasta la primera década de este siglo.

Otro elemento para poner en duda los dichos del empleado de Quinterno, es que para la época en que se iba a rodar el filme –posterior a la publicación de "El ejecutivo del año", se supone- , el actor elegido para interpretar a Isidoro Cañones estaba bastante entrado en la cuarentena. Un poco pasadito de edad, a mi criterio.

A Santiago Bal parecía calzarle a medida el rey de la noche porteña. Pero la cumbre de su popularidad la había alcanzado a fines de los '60, con Los Campanelli y continuado con Gorosito y Señora, otra telecomedia que hizo furor en la temporada del '72 / '73. Al tiempo que actuaba en teatro de revistas en la calle Corrientes, junto a las estrellas de primer nivel. Creo más pertinente ubicar en esos años el proyecto cinematográfico.

Porque dicho sea de paso yo mismo en 1977 fui a ver a la gran Inda Ledesma sobre un escenario de San Telmo -alejada de las luminarias del centro por estar incluida en las listas negras de la Dictadura - y me encontré en el elenco a Santiago Bal. Un cambio notorio.

Existe un testimonio respecto a la película de Isidoro, que si bien fue aportado a principios de este siglo, me parece la fuente más verosímil. Proviene del propio Bal, en una entrevista concedida a Pipo Mancera, cuando por el 2007 el conductor intentó desempolvar sus famosos Sábados Circulares en Canal 2.

El actor relató allí que de chico ya lo asociaban con Isidorito Cañones. Y que en un momento de su carrera que no precisa, el director y productor Hugo Moser le propone hacer no una, sino cuatro películas sobre el personaje. Transcurrirían en Buenos Aires, Mar del Plata, Punta del Este y Miami, respectivamente. Firmado el contrato, Moser lo lleva a conocer a Quinterno, previo hacerle miles de prevenciones acerca del comportamiento que debía observar, sobre todo en el lenguaje, ya que el creador de Isidoro era muy puntilloso y observador de las buenas costumbres. En el almuerzo concertado en día sábado el actor se cuida de adoptar modales de damisela, a su propio decir. Pero a los pocos días, para su desconcierto, se entera a través de Moser que el proyecto se cancelaba. Lo primero que piensa Bal es que no le había caído bien a Quinterno. "¡Al contrario!", le contesta Moser. Resultó ser que ese mismo sábado a la tarde, jugando al golf, Quinterno le comenta a un amigo sobre la serie de películas que proyectaba realizar. A lo que el otro le responde: "¿No le quitará ventas a las revistas?". Duda que impacta en Quinterno y provoca que finalmente se arrepienta y deje todo en la nada.

La pregunta del amigo –Alvaro Alsogaray, para el fabulador de la Editorial, y un empresario estadounidense para otro pintoresco personajito del ambiente historietístico- suena extraña. Y más extraña aún la drástica decisión que toma Quinterno.

Acá es donde propongo volver al dilema de la voz del indio, expresado en el reportaje de Sintonía. Si en ese momento la preocupación pasaba por no defraudar al lector de historietas, se me ocurre que Quinterno entendió que el encanto y la simpatía que emanaban de Santiago Bal podrían llegar a eclipsar al Isidoro dibujado.

De nuevo una hipótesis que, si nos adentramos en la lógica del genial dibujante/empresario, no resulta para nada desdeñable.

Al igual que en el final de la nota anterior, guardo deliberadamente silencio sobre la película animada de Isidoro, estrenada en el 2007, cuatro años después de la muerte de su creador. A más de torpemente guionada, dibujada y realizada, Isidoro Cañones, junto con Mau-Mau y toda una forma de vida, ya resultaba para entonces fatalmente anacrónico.

Aeropuerto de Detroit, 1963: uno de los tantos viajes a USA.
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Revista Sintonía: las confesiones de Quinterno.
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PatoruZárate, separados al nacer.
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El enfrentamiento Parravicini – Zárate, en el semanario Patoruzú.
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La doble vida de Isidoro, bajo la tutela del irascible Coronel.
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El arribo a la revista propia.
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El actor ide-Bal.
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Un argumento dudoso, tardío y mediocre.
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Lejos de la calle Corrientes.
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