Mutilación genital femenina: rompiendo el silencio de una práctica ancestral
La mutilación genital femenina es una práctica ancestral que aún prevalece y es mundialmente reconocida como una violación de los derechos humanos. Se trata de una intervención sangrienta que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por razones culturales, religiosas o cualquier otra sin fundamento médico. Lo sufren niñas entre el nacimiento y los 15 años.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) la define como “una práctica tradicional nociva que consiste en la extirpación parcial o total de los genitales externos femeninos por motivos no médicos”. La agencia Antártica Press viajó hasta Kenia para realizar una investigación y dialogar con las sobrevivientes. En su informe, remarcó que en el mundo hay 200 millones de mujeres vivas que sufrieron algún tipo de mutilación genital femenina y se estima que entre 3 y 4 millones de niñas están en riesgo de ser mutiladas cada año.
Hoy se practica en 92 países y en otros 51 países está prohibido por ley. “En muchos de ellos, sin embargo, sigue sucediendo en la clandestinidad, o las familias cruzan la frontera a un país donde no está prohibido o no se persigue”, informó Antártica Press. En su mayoría, afecta a mujeres que viven en Estados Unidos y países de África y Europa. Con el paso del tiempo, las mujeres contaron sus estremecedoras historias de lucha, valor y mucho dolor.
Huir para evitar lo peor
Una de las sobrevivientes de esta práctica violenta oriunda de Costa de Marfil habló con ACNUR, la agencia de la ONU para los Refugiados. En medio de su dolor contó que tenía tan solo siete años cuando sufrió la mutilación genital. Luego, de adulta, luchó y trató de huir para salvar a sus hijas, pero no lo consiguió.
“Te atan de manos y pies. Cortan una parte de tu cuerpo, sin anestesia. Muchas niñas mueren. La ley y el Islam lo prohíben, pero lo hacen en secreto”, contó a ACNUR. También relató que no pudo salvar a su hija mayor porque su familia se la llevó e hicieron el procedimiento a sus espaldas. “Sangró mucho y estuvo enferma durante meses”, remarcó.
Una historia similar contó Asha Ismail a Antártica Press. A sus cinco años sufrió la circuncisión y, años más tarde, decidió que su hija no iba a pasar por lo mismo. “Quería proteger a mi hija, pero no sabía cómo porque nadie en mi familia se había rebelado contra ese tema”, recuerda. Hoy su hija, Hayat, tiene 34 años, y junto a su madre llevan adelante una ONG con sedes en Madrid y Nairobi para asistir y acompañar a las sobrevivientes.
Cirugías de reconstrucción: un alivio posible
Las mujeres que padecieron la mutilación genital han quedado con secuelas irreversibles, sobre todo lesiones en el orificio entre el canal del parto y la vejiga o el recto. Esto dificulta el proceso de parto y produce pérdidas de orina o de heces, además del daño psicológico y emocional.
La ciencia ha logrado reparar, en cierta medida, las lesiones que estas mujeres padecieron por años. Pero, lamentablemente, muchas sobrevivientes siguen viviendo en lugares donde las situaciones de vulnerabilidad son recurrentes y los recursos son escasos. Sin embargo, algunas se avergüenzan y no buscan un tratamiento o directamente lo rechazan.
Existen dos cirugías de reparación. Por un lado, la “de-infibulación” que consiste en abrir la infibulación con un corte. Es un procedimiento sencillo que “dura diez minutos y permite hacer pis, tener la regla, dar a luz normalmente y tener relaciones con penetración sin dolor”, explicó Jasmine Abdulcadir, ginecóloga y obstetra, en diálogo con los investigadores de Antártica Press.
Por otro lado, existe la “reconstrucción de clítoris”. Es una intervención avanzada y se realiza cuando la parte externa del clítoris está cortada, mientras que el resto del órgano, que mide 12 centímetros, está en el interior. “La cirugía consiste en quitar la cicatriz y re-exponer el cuerpo del clítoris”, detalló la ginecóloga.
La mirada argentina sobre esta práctica
Desde hace más de una década, en Argentina se califica a la mutilación genital femenina como una práctica violatoria de derechos humanos que afecta a las mujeres y a las niñas. “Viola el derecho a la vida, constituye un trato cruel, inhumano, y degradante; vulnera tanto el derecho a la sexualidad como el derecho a la salud”, expresó la ex embajadora María Cristina Perceval ante la ONU.
Desde la ONU, sostienen que la mutilación genital femenina “es una de las manifestaciones más atroces del patriarcado que reina en nuestro mundo”. También, informaron que tan solo en 2023 alrededor de 4,2 millones de niñas corrieron el riesgo de ser sometidas a este acto de violencia de género.
Por eso remarcaron que se necesitan con urgencia inversiones para alcanzar la meta de eliminar la mutilación genital femenina para 2030, y que se tomen las medidas necesarias para lograrlo.