Por Luis Luna León, desde México, especial para NOVA
Lo vi abatido. Sentado. Con la mirada fija al horizonte. Sin un punto determinado. Sólo estaba ahí, con un mundo caminando y sin detenerse. Pero para él, todo se había congelado. Estaba desprendiéndose de un pasado.
El hilo rojo él lo encontró. O aquella frase de que en algún lugar del mundo vive nuestra alma gemela, también lo encontró y sin necesidad de un gps. No tuvo que viajar por el mundo. Su versión femenina. Su otro yo, o quizá eso que llaman “su alter ego”.
Y es que esto del amor es algo complejo. Cada quien lo vive a su manera. Pero de pronto, la vida te sorprende y te encuentras a una persona con la que todo lo vives al máximo. En donde hay adrenalina y paz a la vez. En donde todo tiene sentido. Y él la encontró sin esperarlo.
Y es aquí en donde las reflexiones surgen. En donde las interrogantes aparecen como duros acertijos en donde las respuestas no sabemos en donde estarán o en donde encontrarlas.
¿Por qué de pronto todo se esfuma? ¿Por qué esa magia inicial se pierde con el pasar del tiempo? ¿Qué factor desgasta a eso que unía a dos seres que, en su interior, lo único que tienen es amor hacia el otro?
Yo creo que lo único que tiene sentido en el amor es el principio de la relación, eso es lo mágico.
Cuando de pronto todo te recuerda a ella, las canciones, los poemas. Todo te remite a ella. Cuando cada texto que te encuentras se lo quieres dedicar a ella. Cuando no puedes dejar de contar tus planes y tu vida mientras estás cenando sin dejar sin dejar de observarle y sonreírle; o mientras te llevas una copa de brandy a la boca. Cuando ves su rostro en cada personaje de la película o la serie de moda. Cuando despiertas y la vez ahí, a tu lado, durmiendo. Deseando que ese momento nunca se acabe.
Eso es lo que le pasaba a ese hombre, sentado en ese lugar. Y cada idea le retumbaba en la mente y tocaban la puerta de sus emociones.
Muchos de sus allegados le decían que el amor es precisamente todo lo que sucede cuando todo eso acaba. Que el amor nace cuando acaba el hechizo del inicio. Que el amor es cuando puedes estar en silencio con ella mientras comen, porque estás en paz y, con una mirada, se sabe lo que piensas o lo que piensa ella.
Para él, solo le importaba lo que estaba sintiendo. No se puso a reflexionar si unos u otros tenían la razón. No le importaba si la magia del inicio de la relación era lo que lo tenía así o bien, en todo lo vivido después de esa etapa caramelizada que se vive cuando todo arranca.
No, a el nada de eso le importaba. Lo que verdaderamente tenía importancia, era la ausencia de ella. Sus sonrisas, su mirada. El aroma de su piel. Ese tomarse de las manos mientras iban en el auto.
Todo lo que conversaban si era relevante, pero era más fuerte el saber que era con ella con la que dialogaba. Sus planes, sus proyectos, los de ella. Los problemas y la felicidad de cada uno, se unían para ser “los nuestros”.
Hay muchas personas que creen amar, aunque a veces ese amar es de una manera mediocre, y no se encuentran capacitadas para ser feliz a quien dicen amar. Para hacerla sentirse protegida, admirada, cuidada.
Y es que sólo el amor verdadero se logra sentir. No se puede manipular ni mucho menos engañar con acciones que quieran aparentar un amor. Y cuando lo sientes, es porque la otra persona también lo vivió de la misma manera. No se puede vivir el amor sólo de un lado. Un beso es más tierno cuando se recibe con amor.
Porque cuando se ama de verdad, el amor es tan fuerte y se vuelve tan poderoso, que nos viene a remover todo. Nos hace cimbrar. Nos desconcierta, nos deja sin palabras.
Te llega tan fuerte, que es como cuando desinstalas todos los programas de tu computadora y todo es desconfigurado para poner en blanco esa memoria y empiezan a grabarse nuevas cosas, nuevas maneras de ver la vida, incluso llegan a darle paso a nuevas sensaciones que nunca pensaste que tenías la capacidad de sentir.
Para muchos el amor puede ser una aventura divertida, pero para otros, el amor es una eterna odisea.
Es amor de verdad, ese que sobrevive durante muchas veces e incluso años a pesar de no verse y de sujetarse a todos los riesgos. No se doblega. Que guarda cada momento como si fuera un álbum fotográfico guardado en el celular, captando cada momento vivido. Para congelarlo como a ese hombre se le había congelado el mundo por la ausencia de ella.
Y el verdadero amor pasa por todos los filtros posibles, como lo es el dolor, los celos, como lo es la ausencia, como lo es el enojo, la frustración, la ansiedad, el saber que en algún lugar del mundo existe una persona que nos complementa, que nos hace sentir vivos, que hace mover todo nuestro esquema interno con su sola mirada con verla sonreír o escucharla sonreír.
¿Por qué a pesar de que existe todo esto como la ira, el enojo, la ausencia y la distancia no se puede frenar esa sensación?
¿Por qué cuando tenemos frente a nosotros a esa persona de inmediato volvemos a sentir esa ansiedad de abrazarla? ¿Será acaso que sólo el verdadero amor es capaz de vivir por siempre?
Las respuestas pueden ser muchas, pero desde mi opinión, no se puede frenar porque es un sentimiento auténtico y no existe nada que lo pueda parar y mucho menos ignorar.
Y a mí me queda claro que la mayoría de la gente se muere sin haberlo conocido. Y también me queda claro que aún y cuando existan muchas cosas que perder, algunos volverían a tomar los riesgos y lo volverían a vivir. A jugarse el todo por el todo. Las veces que sean necesarias por volver a conocer a esa persona, para volver a escribir la historia. Una vez más.
Tomar la pluma y el papel para nuevamente escribir eso que muchos poetas llaman: juntos renacer. O bien, súfrelo, pero sigue tu vida.
Y haciendo estas reflexiones, y observando a ese hombre sentado en medio de la nada, con la mirada perdida, y analizando ese rostro con su sonrisa “amonalisada”, yo no tenía la menor de las dudas: ese hombre ya había vivido lo que es el amor.
Y no debemos morirnos, sin haberlo vivido.