Editorial
Por un 2024 un poco más feliz

¡Levántate y anda!

Un triste balance de año y una nueva oportunidad de renacer en medio de la adversidad. (Dibujo: NOVA)

Se fue un año cuyo amargo sabor nos ha impedido disfrutar de las cosas simples, como el exquisito aroma a café de cada mañana, un mate distendido o preparar una rica comida sin dejar de pensar qué podremos traer a nuestra mesa al día siguiente.

Iniciamos un 2024 particular, tras el cierre de un ciclo político y el inicio de otro nuevo que aún no sabemos cómo enfrentar. Esa incertidumbre nos tiene bajo amenaza y nos impide vivir con bienestar, la única aspiración que compartimos plenamente los seres humanos. Paz, salud y prosperidad para nuestras familias.

Históricamente, los argentinos, y en especial la clase media, hemos aprendido a resurgir de las cenizas bajo la presión de la necesidad de supervivencia. Estamos rodeados de problemas, pero aún así, la resiliencia es nuestro rasgo característico. Las presiones bajo las cuales nos vimos obligados a convivir día a día nos han convertido en maestros malabaristas que, a pesar de todos los golpes recibidos, seguimos resistiendo, apostando y soñando.

El panorama que intentamos vislumbrar ahora, al inicio de un nuevo año, no es claro. La voluntad popular ha generado un cambio de paradigma que nos va a llevar un tiempo poder descifrar, tras largos períodos de sentirnos anestesiados frente a una dramática realidad. El tsunami libertario nos arrastra hacia terrenos jamás explorados por estas tierras, pero eso no debe paralizarnos.

Estamos acostumbrados a tambalear, caernos, ponernos de pie y salir adelante. Así somos. Sacamos fuerzas de donde creemos que ya no hay. Porque estamos convencidos de que la esperanza es lo último que se pierde. Ese es nuestro valor incalculable. A mayor castigo, mayor es la fuerza que emanamos, un juego perverso que -penosamente-, los actores del poder ya manejan con perfecta destreza. Esa fórmula ya se ha instalado en nuestro ADN como un recurso extraordinario para jamás tirar la toalla.

Sea cual sea el destino que nos depare esta nueva etapa, no nos resignemos. Sigamos expresándonos libremente, con valor, con ideales, con pasión, con la frente alta… Seamos capaces de reinventarnos, intentemos construir algo a pesar de las migajas que nos han dejado. Riqueza natural nos sobra, solo falta volver a iluminar y motorizar la cultura de la educación y el trabajo. Una tarea que empieza por casa, para que los más pequeños crezcan con ganas de progresar en base al mérito, y no a limosnas del Estado. Porque a esta altura, lo único que puede salvarnos son los buenos valores y educar a través del ejemplo.

Como dijo alguna vez el escritor francés Anatole France, “el futuro está oculto detrás de los hombres que lo hacen”.

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