Editorial
Coronita para los ricos

La "libertad", el beneficio selectivo de Milei

Javier Milei gobierna a favor de sus amigos empresarios y en detrimento del pueblo. (Dibujo: NOVA)

Durante la campaña electoral, Javier Milei fue artífice del acierto que lo ubicó en el lugar que ocupa: decir exactamente lo que la gente quería escuchar, en el momento preciso. Las catastróficas circunstancias del país fueron el mejor caldo de cultivo para un efectivo discurso cargado de ansias de “libertad”.

Como escribió el analista Jorge Asís, “con alaridos insustanciales -la fábula de la dolarización o la pulverización del Banco Central-, el Menem Trucho supo tempranamente resignificarse como animador inapelable de la campaña electoral”.

Ese fue su mérito. Sin embargo, a apenas un mes de su asunción, su relato impoluto comenzó a evidenciar grietas. Esta vez, no se trata de una división que separa a oficialismo y oposición, como ocurrió durante las administraciones kirchneristas, sino de un nuevo abismo que comienza abrirse entre el Presidente y gran parte del electorado que lo llevó al poder, ávido de una figura emergente que representara la salvación.

En sus pocas semanas como jefe de Estado, Milei mintió más de lo que cumplió. Es cierto, dijo que iba a haber ajuste. Y lo hizo. El problema es que no lo paga “la casta”, como supo insistir, sino los laburantes. Ante este crudo panorama, la clase media está cada vez más cerca de extinguirse. Cuando este sector -con un salario licuado por la inflación- tenga que elegir entre abonar el alquiler, los alimentos o la escuela; cuando deba debatirse entre pagar la luz o el gas, y lo que es peor, cuando ya no pueda garantizar la atención de la salud de la familia, algo va a ocurrir.

Tras liberar los precios para que “el mercado se regule solo”, el Presidente cometió un grave error. La libertad no debe confundirse con desprotección. Y es ahí donde Milei comenzó a hacer agua, descuidando -entre otros-, dos temas centrales y extremadamente sensibles para la población: la salud y los salarios.

La escalada astronómica de los precios de los medicamentos deja en situación de extrema vulnerabilidad a los débiles, y pone el alerta a farmacéuticos, que ya no saben cómo cumplir con la venta a sus clientes (la mayoría, pacientes en tratamiento) dado el comportamiento abusivo de los laboratorios, que pone en riesgo el acceso a la salud. A esto se suma el aumento desenfrenado de las prepagas, que está provocando miles de bajas en el sistema que, a la corta o a la larga, migrarán hacia la única dirección posible, haciendo colapsar la salud pública.

En materia salarial, la situación es alarmante. Suben sin piedad las tarifas de los servicios, el transporte, las comunicaciones, el combustible, los alquileres, los artículos escolares, las cuotas de los colegios, los peajes y los alimentos, dejando al borde de la bancarrota a millones de argentinos que nadie (ni el mercado, ni el Estado, ni las leyes, ni la Justicia) ampara frente a este dramático escenario. La respuesta del Gobierno es de manual: cada sector negociará lo que deba negociar en instancia de paritarias. Lavado de manos con sello libertario.

Mientras tanto, este domingo Milei volvió a enviar una amenaza al Congreso sobre la aprobación del DNU de desregulación económica y la Ley Ómnibus, al advertir que "el déficit cero no es negociable" y que, si no avanza el decreto, "el ajuste que habrá que hacer será mayor".

"Cuanto mayores dilaciones y tonterías se hagan desde la política, el mercado te pasa la factura", dijo en diálogo radial, y añadió que el Gobierno entiende que "el origen de todos los males es el Estado y los políticos generando déficit fiscal".

Asimismo, señaló que la responsabilidad es del Poder Legislativo para "hacer las cosas bien o dedicarse a hacer 'fulbito' para la tribuna mientras que le arruinan la vida a los argentinos como han hecho durante los últimos 40 años".

Mientras el jefe de Estado se regocija con su juego de palabras autoritarias, vuelve a sufrir el pueblo, el sector que dijo que venía a defender, a pesar de que los únicos que la siguen pasando bomba son sus amigos (los ricos y los empresarios), a los que por supuesto, aún no les ha tocado el bolsillo e incluso sigue premiando con exenciones impositivas.

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