Laura Marajofsky y la lucha por la equidad en la gastronomía





En Colegiales, un barrio porteño donde los cafés artesanales y las ferias de fin de semana dibujan una postal bucólica, vive Laura Marajofsky. A los 42 años, esta periodista, mentora y activista no solo encontró su voz, sino que también ha decidido usarla para amplificar las de otras mujeres y disidencias que se enfrentan día a día a un sistema que les exige más, pero que reconoce menos.
Criada en los confines debatibles entre Saavedra y Núñez, Laura creció respirando ese aire de barrio donde las casas bajas todavía coquetean con el verde de las plazas. “Siempre me gustó la cosa de barrio, ver verde, menos edificios. Es parte de mi identidad”, dice. Quizás esa conexión con los espacios cotidianos, donde la vida transcurre con una serenidad que contrasta con el vértigo de la ciudad, moldeó también su sensibilidad para detectar las desigualdades, los silencios y los vacíos que luego decidiría llenar con su trabajo.
Después de pasar su infancia y adolescencia en Núñez, Laura exploró otros rincones de la ciudad, llevando consigo su espíritu inquieto. Pero fue en su rol como periodista, desde hace una década en La Nación y en colaboraciones con medios internacionales como Volcánicas y La Diaria, donde empezó a afinar una mirada crítica que más tarde definiría su enfoque interdisciplinario: la intersección entre género, cultura y gastronomía.
El Mapa de Barmaids y Afines: una cartografía de resistencias
En 2018, Laura lanzó un proyecto que cambiaría el panorama gastronómico en Argentina: el Mapa de Barmaids y Afines, una plataforma que nació para visibilizar a las mujeres y diversidades en el sector de la gastronomía y la hospitalidad. “Desde el principio, el mapa tenía en su ADN una lectura crítica y propositiva con perspectiva de género”, explica. No era una idea casual; el germen del proyecto había comenzado años antes, cuando, al recorrer bares para un blog personal, notó algo que llamó su atención: del otro lado de la barra, cada vez aparecían más mujeres.
Lo que empezó como una observación curiosa pronto se convirtió en una misión. Laura no solo quería mapear a las profesionales del sector, sino también crear un espacio de encuentro y organización. La gastronomía, como muchas otras industrias, arrastra desigualdades estructurales: violencia simbólica, económica, psicológica y, en ocasiones, física. “La violencia laboral es la más común”, señala, enumerando desde los techos de cristal hasta la discriminación en situaciones de embarazo.
El mapa se transformó en un referente regional. Comenzó en Argentina y luego se expandió a países como Perú, Chile, Uruguay y México, adaptándose a las particularidades de cada lugar, pero constatando algo universal: las problemáticas eran similares. Desde la precarización hasta los estereotipos de género, las historias se repetían más allá de las fronteras.
En 2023, el mapa publicó un informe que cristalizó años de observaciones. Las cifras, duras pero necesarias, pusieron en evidencia la magnitud de las desigualdades en el sector. Aunque más del 50 por ciento de los estudiantes de carreras relacionadas con la gastronomía son mujeres, todavía son relegadas a roles secundarios, subestimadas en sus habilidades y expuestas a ambientes laborales hostiles.
“El informe no nos sorprendió, pero nos permitió darle peso a lo que ya sabíamos. Es crucial generar indicadores de género en la industria para poder incidir de forma real”, afirma Laura. Sin embargo, señala con preocupación el desinterés del sector privado y la falta de apoyo en una región donde estos estudios, a menudo, dependen exclusivamente de la autogestión.
Resistencias y retrocesos
Hablar de género en un ámbito tradicionalmente masculinizado no fue fácil. “Las resistencias están siempre”, admite Laura. Aunque hubo años de avances significativos, como los períodos previos a la pandemia, el panorama actual está marcado por retrocesos. Desde cambios en las políticas públicas hasta un clima cultural que pone en duda derechos básicos, el contexto sociopolítico endureció el terreno para iniciativas como el mapa.
“No es lo mismo que hace 10 años, pero tampoco es lo que soñábamos. A veces siento que volvemos a discutir cosas básicas, como si la violencia de género realmente existiera o no”, dice con honestidad, aunque sin perder la convicción de que su trabajo es necesario.
Para Laura, el sector gastronómico es un reflejo de las tensiones sociales más amplias. Más allá de los conflictos de género, la precarización, la falta de reconocimiento y el desdén hacia ciertos roles revelan un sistema que valora poco las habilidades blandas, esas que son esenciales para construir relaciones humanas. “Es irónico, porque en una industria basada en el servicio, la empatía y la inteligencia emocional deberían ser centrales”, apunta.
El futuro: resistir y transformar
A pesar de los desafíos, Laura sigue apostando por el poder transformador de su trabajo. “El mapa es para todas, para quienes quieran sumarse y encontrar un espacio de apoyo”, afirma. Con sedes estratégicas en distintas provincias y un espíritu colaborativo, el proyecto no solo busca combatir las violencias, sino también cambiar la narrativa: hacer visible lo invisible, poner en valor lo subestimado y construir un sector más justo para todas las personas que lo habitan.
Para esto, desde el mapa llevan adelante también una Encuesta de Género en la Gastronomía Argentina destinada sólo a mujeres y disidencias residentes de Argentina. A su vez si sos gastronómica y todavía no estás registrada en el Mapa, podés hacerlo comunicándote a través del link.