
En el mundo digital, donde el anonimato te da el valor de un león, o en este caso, de un troll con ganas de diversión, ocurrió un evento que promete ser recordado como la Guerra de los Berrinches de Twitter.
El protagonista, nada menos que el periodista Pablo Duggan, conocido por su pasión por las polémicas y su voz en la radio, se encontró en la mira de una horda de usuarios que, con un humor negro digno de un cementerio, decidieron apodarlo "violín".
En un país de veletas, lo de Duggan es para destacar. pic.twitter.com/NYoNn9rZpj
— Tuits Borrados (@TuitsBorrados) February 8, 2021
Todo comenzó cuando, en medio de un debate acalorado en su programa, Duggan se refirió a sí mismo como un "maestro de la oratoria". Esto fue suficiente para que los tuiteros, siempre ávidos de un buen meme, desempolvaran su lado más sarcástico.
"¡Mira, el violín Duggan está afinando su arco!" fue uno de los primeros tuits que encendió la mecha. Los comentarios se multiplicaron, cada uno más ingenioso y cruel que el anterior, comparando al periodista con el instrumento de cuerda, sugiriendo que sus argumentos eran tan efectivos como los sonidos de un violín desafinado.
La respuesta de Duggan no se hizo esperar, y el berrinche fue de proporciones épicas. "¡No soy un violín, soy un periodista serio!" respondió en un tuit, claramente sin entender la ironía de intentar ser tomado en serio en un medio donde las reacciones son medallas de honor.
Los tuiteros, oliendo sangre fresca, redoblaron sus esfuerzos. "Toca para nosotros, violín Duggan", escribió uno, mientras otro añadió: "Tu arco está tan perdido que ni Beethoven podría seguirte".
El clímax llegó cuando Duggan, en un intento de recuperar algo de dignidad, amenazó con bloquear a todos aquellos que lo llamaran "violín".
Pero, en un giro de humor negro, cada bloqueo parecía ser un trofeo para la comunidad de Twitter, que ahora se enorgullecía de haber sido bloqueados por "El Violín".
La pelea se convirtió en una oda al absurdo, donde cada berrinche de Duggan solo aumentaba su leyenda como el "violín más temperamental de la radio". Finalmente, Duggan se desconectó de Twitter, no sin antes dejar un último grito digital que resonó como una nota desafinada en la noche: "¡No me rendiré, violín no es mi nombre!".
Y así, en un mundo donde la fama es efímera, Pablo Duggan encontró una forma peculiar de ser recordado, no por sus debates, sino por su berrinche épico contra una comunidad que, con humor negro, lo elevó de periodista a meme. Ah, las glorias de la era digital.