El Segundo Plan Quinquenal, una metódica planificación interrumpida por la Revolución Fusiladora

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
El 19 de diciembre de 1952 el presidente Juan Domingo Perón presentó las bases del Segundo Plan Quinquenal, un ambicioso proyecto que buscaba consolidar el desarrollo económico y social del país.
En su discurso, el líder justicialista delineó los objetivos de esa hoja de ruta que prometía transformar al país en una potencia industrial y mejorar la calidad de vida de todos los argentinos. Lamentablemente, el plan no llegó a cumplirse en su totalidad.
El Segundo Plan Quinquenal se estructuraba en varias áreas clave: acción social, acción económica, comercio y finanzas, servicios y trabajos públicos y planificación militar. En el ámbito social se proponía mejorar la educación y la salud pública, y promover la vivienda y el turismo. En lo económico, el plan apuntaba a impulsar la agricultura, la minería, y la industria pesada, con especial énfasis en la producción de energía eléctrica y combustibles.
La implementación del plan comenzó en 1953, con una serie de políticas y medidas destinadas a alcanzar los objetivos trazados. El Gobierno asumió un rol central en la planificación y dirección de la economía, controlando la asignación de recursos y regulando la actividad empresarial. Se destinaron grandes inversiones a la infraestructura, incluyendo la construcción de carreteras, puertos y redes de comunicación, esenciales para el desarrollo industrial y comercial del país.
Sin embargo la ejecución del Segundo Plan Quinquenal no estuvo exenta de desafíos. La oposición política tanto interna como externa, complicó la implementación de varias de las iniciativas propuestas. A pesar de estos obstáculos, se lograron avances significativos en la industrialización y en la mejora de la infraestructura nacional.
El sueño de una Argentina industrial se vio abruptamente interrumpido con el golpe militar que en vano prometió que no habría vencedores ni vencidos. La maldita Revolución Fusiladora no solo puso fin a la gestión de Perón, sino que también abortó la continuidad del plan truncando las esperanzas de un desarrollo sostenido y equitativo para el país.