Combate, retirada y enemigos imaginarios: el hundimiento del Graf Spee frente a las costas de Montevideo

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
El 17 de diciembre de 1939 el Río de la Plata se convirtió en escenario de una de las primeras batallas navales de la Segunda Guerra Mundial. El acorazado alemán DKM Admiral Graf Spee, bajo el mando del capitán Hans Langsdorff, fue hundido por su propia tripulación frente a las costas de Montevideo como último recurso para evitar su captura por parte de la fuerza naval británica.
El enfrentamiento, que pasó a la historia como la Batalla del Río de la Plata, se originó en la estrategia alemana de interrumpir las rutas comerciales aliadas en el Atlántico Sur. El Graf Spee venía cumpliendo su objetivo de entorpecer las líneas de suministro británicas desde el inicio de la guerra. Estaba equipado con cañones de 280 milímetros y propulsado por motores diésel.
Pocos días antes, el 13 de diciembre, el Graf Spee se encontró con los buques británicos HMS Exeter, HMS Ajax y HMNZS Achilles. La desventaja en que estaban el Graf Spee no fue impedimento para poner en apuros a los barcos británicos, pero el precio que pagó por su osadía fue muy alto. Terminada la batalla el capitán alemán entendió que debía fondear en Montevideo para reparar la nave.
El Gobierno uruguayo encabezado por Alfredo Baldomir Ferrari era neutral, pero permitió al Graf Spee permanecer en el puerto para efectuar reparaciones. Del otro lado los británicos llevaron adelante una campaña de desinformación convenciendo a los alemanes que una fuerza naval superior los esperaba para continuar la batalla. Apuntado por cañones imaginarios, Langsdorff tomó la decisión de hundir la embarcación para no verla rendida.
El hundimiento del Graf Spee fue una gran conmoción. Para Alemania fue un duro golpe a su orgullo, además de un menoscabo a su capacidad ofensiva. Para los británicos, fue una victoria estratégica. En Uruguay y Argentina la batalla logró llamar la atención de la población, despertando simpatías por igual, por uno y otro bando.
¿Qué hacia un navío alemán en el Atlántico Sur?
El Graf Spee zarpó del puerto de Wilhelmshaven el 21 de agosto de 1939 con rumbo al Hemisferio Sur. Once días después empezaba la Segunda Guerra Mundial. En septiembre hundió a una embarcación enemiga a la altura de Pernambuco y en noviembre puso proa al Océano Índico, siempre con la misión de sabotear el abastecimiento británico sin causar bajas.
En diciembre su capitán decidió ir al Río de la Plata, ignorando que su final estaba cerca. El día 7 del último mes del año, el Graf Spee hundió al buque carguero SS Streonshalh, que alcanzó a dar su posición por radio.
El almirantazgo británico envió tres naves hacia la zona. El 13 de diciembre los enemigos se encontraron frente a frente en las costas de Punta del Este. Los dirigidos por Henry Harwood eran más, pero los alemanes realizaron maniobras verdaderamente temerarias. Con las primeros rayos de sol de ese día, la vigilancia alemana vió que los ingleses estaban cerca. Poco después de las 6 de la mañana los buques ingleses se separaron para atacar por dos flancos diferentes.
En los minutos que siguieron el fuego y el olor a pólvora se apoderaron del ambiente. Poco antes de las 7:30 horas el combate terminó con la retirada de los contendientes.
El Graf Spee había sufrido un considerable número de bajas y más de 60 impactos, por lo que su capitán entendió que lo mejor era suspender las operaciones por ese día y remontar el Plata para llegar a Montevideo para preparar el buque para un nuevo episodio armado. Por un momento el jefe pensó ir a Buenos Aires, pero prefirió quedarse en Uruguay para no perder tiempo.
Triste, solitario y final pero no para todos
La Batalla del Río de la Plata también tuvo eco en el plano diplomático. Los gobiernos de Uruguay y Argentina siguieron atentamente los pasos de los germanos, mientras que el de Gran Bretaña presionaba por su expulsión. Las autoridades orientales habían acordado con los alemanes que podían quedarse hasta el 17. Ese día abandonaron el puerto y se estacionaron aguas adentro.
En soledad y agobiado por la acción psicológica enemiga, Langsdorff hundió su nave. Luego la tripulación fue puesta a salvo por remolcadores provenientes de Buenos Aires. El capitán alcanzó a ser rescatado pero se suicidó para no tener que rendir cuenta de su accionar.
Enterado de lo sucedido, Adolf Hitler se enfureció, pero no tuvo culpables a quien castigar. Los sobrevivientes se instalaron en Argentina y en Uruguay. Algunos decidieron volver a Alemania en cuanto pudieron, mientras que otros se quedaron a vivir en el Río de la Plata.