El columnista invitado
Análisis político

41 años de democracia

El periodista Gustavo Zandonadi. (Foto: NOVA)

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA

El monólogo final de José Sacristán en "Solos en la madrugada" eran las palabras de un locutor dirigidas a los oyentes de su programa para exhortarlos a tomar las riendas de sus propias vidas sin esperar que otros lo hagan por ellos. La historia está ambientada en la España posfranquista de finales de los 70, cuando dicho país comenzó a dejar atrás cuarenta años de dictadura. Pocos años después, ese discurso le fue como anillo al dedo a los argentinos que volvieron a ejercer sus derechos políticos en 1983.

"A partir de ahora y aunque sigamos siendo igual de minusválidos, vamos a intentar luchar por lo que creemos que hay que luchar" decía el protagonista de la película. Para los argentinos esas palabras funcionaron, a partir de 1982, como un envión para reclamar en las calles por la institucionalización del país. Durante el gobierno del general Reynaldo Bignone, la ciudadanía conquistó, a golpes que debilitaron al gobierno militar, un clima de apertura impensado antes de la derrota en la guerra de Malvinas y que anticipó lo que se vendría después.

La presión que ejercieron las continuas manifestaciones de una sociedad que retomaba la iniciativa, los ríos de tinta que corrieron por las portadas de los principales diarios que pusieron en tapa cuestiones que antes no se podían mencionar, y el hartazgo de vivir una década bajo estado de sitio, convencieron a los uniformados que había llegado la hora de convocar a elecciones, cuanto antes, mejor.

Sabían que se tenían que ir, pero quisieron vender cara su retirada. El 28 de abril de 1983 se difundió por Cadena Nacional de radio y televisión el Documento Final de la Junta Militar sobre la Guerra contra la subversión y el terrorismo. Lo que debía ser una rendición de cuentas terminó siendo un alegato político para defensa del accionar de las fuerzas armadas en el periodo 1976-1983. En ese documento los militares declararon muertos a los desaparecidos y encomendaron su juicio a Dios.

En julio de 1983 los militares dieron a conocer el calendario electoral. La convocatoria a elecciones quedó fijada para el 30 de octubre de 1983 y la entrega del poder para el 25 de mayo de 1984. En septiembre el presidente Bignone promulgó la Ley de Autoamnistía. Frente a ello el peronismo decidió acompañar la iniciativa para hacer un borrón y cuenta nueva. El radicalismo supo leer la demanda de la sociedad y se opuso desde el primer momento. Esa postura fue decisiva para el resultado electoral.

Radicales y peronistas decidieron que iban a ser representados por Raúl Alfonsín y por Ítalo Argentino Lúder, respectivamente. Otras alianzas electorales también presentaron sus candidatos y plataformas. A pesar del temor inicial, la campaña fue tranquila. Con el correr de los meses el entusiasmo fue creciendo, sobre todo en aquellos votantes que iba a hacerlo por primera vez en su vida.

Los partidos mayoritarios eligieron cerrar sus campañas con sendos actos multitudinarios en el Obelisco. Raúl Alfonsín cerró su discurso recitando el Preámbulo de la Constitución, como de costumbre. Por su parte Herminio Iglesias, envalentonado por los cánticos de la militancia, quemó una corona mortuoria y un ataúd que simbolizaban a Alfonsín y a la Unión Cívica Radical. Este acto violento selló la suerte del peronismo en esas elecciones.

El domingo 30 de octubre de 1983, después de una década, los argentinos fueron a las urnas. La Unión Cívica Radical obtuvo el 52 por ciento de los votos, frente al 40 por ciento de los peronistas. El nuevo gobierno heredó un país arrasado: alta inflación, deuda externa multiplicada por cinco, destrucción del aparato productivo, desaparición forzada de personas, miles de exiliados y una guerra perdida fueron el legado de la dictadura. Por ignorancia o por convicción, hoy algunos elementos sienten nostalgia por esos tiempos. Ese sujeto político marginal encontró representación en La Libertad Avanza. El paso del tiempo deja en claro dicho espacio no es otra cosa que un rejunte de youtubers gorilas, orgullosos de su intolerancia, que corren al gobierno por derecho en su pago chico, las redes sociales.

Pasaron 41 años y hubo muchos problemas, de todo tipo. Pero si algo estuvo seguro en en este país y nunca corrió peligro -a pesar de todas las dificultades- es el sistema democrático. Esta vez los argentinos aprendimos la lección, por eso es imprescindible alzar la voz para denunciar los desvíos autoritarios y los guiños del gobierno actual a la última dictadura militar. Eso es algo que no podemos dejar de hacer porque esta vez la democracia tiene que ser para siempre.

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