A su pesar, fue la protagonista de la semana. Con bastante más elegancia que la que utilizó el vocero Manuel Adorni (“Se hace lo que dice el presidente Javier Milei o estamos invitados a retirarnos del Gobierno”), el jefe de Gabinete Guillermo Francos dijo, respecto del flamante despido de su cargo de canciller de Diana Mondino, que la idea ahora sería “aprovechar la experiencia” de la ex funcionaria en el ámbito internacional, sin aclarar ni cómo ni cuándo ocurriría esto.
Tal vez esa promesa a futuro explique el tono que la economista a cargo de las Relaciones Exteriores hasta hace apenas días, utilizó en su texto de forzada renuncia dirigida al Presidente: “Ha sido un gran honor trabajar estos meses con usted (...) le acompañaré desde el lugar que sea”.
Más allá de lo brutal y destemplado de la forma del despido, (por decisión del Presidente con la excusa del voto en la ONU a favor de levantar el embargo contra Cuba, que según Mondino la Casa Rosada conocía), de la posible salida de la ahora ex ministra se hablaba hacía meses.
A tal punto que hasta podía llamar la atención su empeño en permanecer en un cargo que a todas luces cada vez manejaba menos, virtualmente intervenida la Cancillería con suerte de comisarios políticos, el desplazamiento de funcionarios cercanos, y con destratos y humillaciones para nada sutiles.
Teniendo en cuenta la fidelidad sin dobleces de la ahora ex funcionaria en la defensa de posturas tan a contramano de la inserción de la Argentina en el mundo (como el rechazo a la Agenda 2030 de la ONU, entre cuyos objetivos figuran el fin de la pobreza, hambre cero, salud y bienestar, educación de calidad, igualdad de género, acción por el clima que, en todo caso, más que de “marxismo cultural y decadencia”, como dijo Milei, hablarían de cierta ingenuidad), se podría señalar injusticia en la decisión, ni digamos del modo, de echarla de su puesto.
Tampoco fueron menores sus esfuerzos a la hora de sacar las papas del fuego cuando la verborragia del Presidente generó choques diplomáticos con Colombia, México, Brasil, Bolivia y España, entre otros, o de arreglar desaguisados varios.
Claro que mirando desde otra óptica, más que la salida lo extraño fue la llegada de Mondino a un ámbito para el que no estaba preparada: economista reconocida (quería ser ingeniera pero esa facultad estaba demasiado lejos de la parada del colectivo en un 1975 “caliente” y riesgoso en Córdoba) le faltaba experiencia en la diplomacia. A poco de las elecciones, dijo al diario británico The Telegraph que “los derechos de los isleños de Malvinas serán respetados si Milei gana”. Se vio obligada a hacer una aclaración
Apenas llegada al cargo, trascendió que su hijo de 32 años sería su vocero en Cancillería. Ante el consiguiente revuelo, salió a desmentir el puesto, dijo que “aportaría ideas” y sería "ad honorem".
Esos vicios de la "casta"... Cuando Milei habló de venta de órganos ella afirmó que “el mercado de órganos es fantástico, pero todo el mundo cree que te van a agarrar en la calle y cortar en pedacitos para sacarte un riñón”.
En la mesa de Mirtha Legrand cuestionó los créditos a los jubilados: “Si sos un jubilado es casi seguro que te vas a morir”, soltó, por lo demás, frente a una conductora de 97 años.
Interrogada, en otro programa, sobre el matrimonio igualitario, comparó: “Si vos preferís no bañarte y estar lleno de piojos y es tu elección, listo, después no te quejes si hay alguien que no le gusta que tengas piojos”.
¿Se fue Mondino por una “cama” que le tendieron, fue víctima de desmanejos en el Gobierno o su propia inexperiencia le jugó una mala pasada? Quizás un poco de todo. Lo decía Manuel Belgrano: “Método, no desorden; disciplina, no caos; constancia, no improvisación...”.