VIDEO | Andrés Ayala, el artista callejero que hizo de la CABA su escenario





En el paisaje urbano de la Ciudad Autónoma Buenos Aires, donde el cemento parece aplastar los sueños, surge la figura de nuestro Perfil Urbano de esta semana, Andrés Ayala.
Conocido como "el pelado del subte", este músico callejero de 39 años transformó su pasión por la música en un motor que lleva alegría a cientos de personas. Pero detrás de su guitarra y su energía desbordante se encuentra una historia de lucha, decisiones difíciles y un amor inquebrantable por el arte y la cultura.
Andrés no es un simple músico callejero: es un símbolo de resistencia cultural, de la capacidad de los artistas de construir belleza incluso en los márgenes.
Hoy, su lugar en la esquina de Junín y Vicente López, frente al Cementerio de Recoleta, es un punto de referencia donde cada fin de semana que puede se monta una fiesta espontánea, una celebración de la música y la vida. Sin embargo, llegar hasta ahí no fue fácil.
El camino hacia la música
Nacido y criado en el Conurbano bonaerense, Andrés tuvo un primer contacto con la música que marcaría su vida para siempre: a los 8 años, un compañero de primaria le regaló un cassette de los Ramones. "Era el disco Mondo Bizarro. Desde ese momento supe que quería tocar la guitarra y cantar", recuerda.
El camino, sin embargo, estuvo lleno de obstáculos. Aunque soñaba con ser músico, la vida lo llevó por otros rumbos. Desde los 12 años trabajó en todo tipo de empleos mientras estudiaba, enfrentando las dificultades de la vida misma. Fue recién a los 22 años cuando tomó en sus manos una guitarra eléctrica que le habían regalado a los 15.
El verdadero quiebre llegó con el nacimiento de su segundo hijo, Apolo. "Cuando nació, sentí que no podía seguir haciendo algo que no amaba. No quería enseñarle a mi hijo algo que no estuviera alineado con lo que realmente quería para mí. Renuncié a mi trabajo y me lancé a la música", cuenta.
Ese salto al vacío lo llevó a convertirse en artista callejero en 2017. Fue un cambio radical, marcado por incertidumbres económicas y una lucha constante por la estabilidad, pero también por la alegría de dedicarse a lo que ama.
Del subte a la calle
El subte porteño fue el primer escenario de Andrés. "La primera vez que me subí a tocar en un vagón me temblaban las piernas. La gente, que al principio parecía enojada o apurada, terminaba cantando y disfrutando. Eso me cambió la vida", relata.
A medida que pasaron los años, Andrés fue construyendo su carrera y conociendo a otros músicos que compartían su pasión. Así nació su banda, una formación básica pero potente: bajo, guitarra, batería y, a veces, saxofón. Con esta combinación, Andrés y su grupo recorren desde el rock nacional hasta los grandes hits internacionales, logrando que cada presentación se convierta en una fiesta.
Uno de los momentos que marcó un antes y un después en su trayectoria fue la viralización de un video en TikTok. En las imágenes, grabadas durante una de sus presentaciones en Recoleta, se puede ver cómo las personas en la calle se contagian de la energía de Andrés y comienzan a bailar. "No sé qué es lo que pasa, pero es como una magia que no entiendo. Agarro la guitarra y sucede. La gente se conecta ", confiesa.
La lucha por el espacio público
La vida de los artistas callejeros no está exenta de desafíos. En una ciudad que histórica puso trabas al trabajo independiente, Andrés y su banda tuvieron que enfrentarse a restricciones, regulaciones y la falta de comprensión hacia su labor.
"A veces la policía viene y nos saca, incluso cuando la gente está disfrutando de manera sana y familiar. Nosotros somos parte del registro de artistas callejeros y nuestro trabajo está declarado de interés cultural. Sin embargo, a veces porque a uno le molesta se termina algo que está alegrando a cien personas", lamenta.
Uno de los lugares donde se han encontrado con obstáculos es precisamente en Recoleta, donde la afluencia de público que se frena a escucharlos genera problemas con el tráfico. Sin embargo, Andrés no se rinde y promete volver a la mítica esquina y solicitar permisos especiales para poder seguir tocando en ese lugar.
La filosofía de Andrés
Para Andrés, su música es más que entretenimiento: es una declaración de principios. "Creo que la cultura y la música deben estar en la calle. No importa si tenés plata o no, todos deberían poder acceder a ella. Es un derecho, no un privilegio", afirma con convicción.
Esa filosofía lo llevó a tocar en lugares como la Avenida Corrientes, durante el cierre peatonal, o en eventos como La Noche de las heladerías. Ahora, también planea expandirse a otros municipios del conurbano, como San Martín y Morón, llevando su arte a nuevos públicos.
Un futuro en la calle
A pesar de los desafíos, Andrés no tiene dudas sobre su camino. "Sé que hasta el día que me muera voy a poder vivir de algo que amo. Ser independiente y dedicarme a la música es lo que amo hacer", dice.
Con su guitarra y su energía inagotable, Andrés Ayala sigue transformando las calles de Buenos Aires en un escenario donde todos son bienvenidos. Su historia, como la de tantos artistas callejeros, es un recordatorio de que la cultura puede florecer incluso en los rincones más inesperados, y que siempre habrá quienes estén dispuestos a compartir su pasión con el mundo, sin importar las adversidades.
En cada acorde, en cada canción, Andrés le da vida a la ciudad y a quienes se detienen a escucharlo, demostrando que a veces, la felicidad puede estar a la vuelta de la esquina, justo donde alguien toca una guitarra y convierte el ruido del tráfico en música.