Luciano Rey, el maestro marplatense que encontró su propósito entre huertas comunitarias y cervezas artesanales
Luciano Rey, un marplatense que se recibió como profesor de primaria en 2011, encontró su verdadera vocación lejos de las aulas.
Tras intentar varias carreras universitarias sin sentirse pleno y desencantado con las instituciones educativas, decidió tomar un camino distinto. "Sentía que la docencia tradicional no era para mí, las estructuras me sofocaban", explicó en una entrevista.
Así comenzó un viaje que cambiaría su vida, llevándolo a las profundidades de las yungas bolivianas.
Un viaje sin rumbo fijo
Sin un destino claro, Luciano partió como mochilero y financió sus viajes trabajando en la temporada turística de Mar del Plata. Durante casi cuatro años, recorrió varios países, hasta que algo lo cautivó en Bolivia.
“Me encontré con comunidades que tenían un nivel de organización y democracia participativa que nunca había visto. Fue fascinante ver cómo las decisiones se toman en conjunto, de forma directa”, relató.
Durante su estadía, tuvo la oportunidad de trabajar en un campo junto a un amigo y conocer a un joven ingeniero agrónomo. “Nos propusimos iniciar una huerta orgánica. La gente era increíblemente generosa, y la reforma agraria les había dado un vínculo especial con la tierra. Sentí que eso tenía mucho más sentido que cualquier política que había conocido”, agregó Luciano, con una sonrisa nostálgica.
Vida en comunidad y nuevo propósito
Decidido a quedarse, se estableció en las yungas de La Paz, donde las comunidades funcionan bajo un sistema cooperativo. "Aquí, el agua viene del cerro y el trabajo es conjunto. Cada mes nos reunimos para decidir qué necesita la comunidad y cómo mejorar nuestras vidas. Todo el mundo aporta su grano de arena, y eso me devolvió la fe en la humanidad", expresó con convicción.
Sin embargo, la vida en la huerta no duró para siempre. Luciano conoció a una joven paceña con la que formó una familia y, eventualmente, se trasladó a la ciudad. Pero su espíritu emprendedor y comunitario no desapareció.
El nacimiento de la cervecería Warmi
En 2017, con la idea de volver a reinventarse, Luciano decidió incursionar en la producción de cerveza artesanal. "Nunca imaginé que estaría fabricando cerveza, pero acá vi una oportunidad. Empecé con unos barriles pequeños, vendiendo a conocidos. Todo era muy nuevo por aquí", recordó.
La pandemia frenó temporalmente su proyecto, pero no su determinación. Una vez que las restricciones se levantaron, decidió abrir un pub-restaurante en el pintoresco pueblo de Coroico, a unos 40 minutos de su hogar.
"Lo llamo cervecería, pero en realidad es un pub-restaurante; aquí no hay mucha tradición de cerveza artesanal, así que fue un reto", comentó entre risas.
Su emprendimiento, llamado Warmi, ha ganado popularidad en la región, atrayendo tanto a locales como a turistas. "La gente viene porque es un producto diferente y artesanal, y eso genera curiosidad", dijo.
Un futuro lleno de espuma
El 2024 trae consigo grandes planes para Luciano y su familia. Gracias al crecimiento de Warmi, planean expandirse con la construcción de una fábrica en la comunidad. "Esto es un sueño hecho realidad. Poder crear trabajo para la gente aquí y seguir aportando a la comunidad es algo que nunca me imaginé", confesó emocionado.
Desde su paso por las aulas de Mar del Plata hasta las selvas bolivianas, la historia de Luciano Rey es un testimonio de cómo el cambio y la adaptación pueden llevar a descubrir nuevas pasiones y propósitos.
Con su cervecería artesanal en pleno auge y un futuro lleno de proyectos, este argentino demuestra que, a veces, la clave del éxito radica en encontrar tu lugar en el mundo, incluso si está a miles de kilómetros de donde comenzaste.