La historia viviente
El costo político

Herminio Iglesias quemó una corona ante una multitud dos días antes de las elecciones de 1983

El exabrupto del dirigente bonaerense le costó al peronismo una dura derrota en las urnas.

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA

El 28 de octubre de 1983, frente a una multitud reunida en el Obelisco, Herminio Iglesias -candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires- procedió a la quema de una corona mortuoria y un ataúd que simbolizaban a Raúl Alfonsín, candidato presidencial de la Unión Cívica Radical. El exabrupto del dirigente bonaerense le costó al peronismo una dura derrota en las urnas, apenas 48 horas después.

Polémico cierre

El lugar, la fecha y el motivo de la reunión no fueron casuales. La avenida 9 de julio fue escenario del acto de cierre de campaña del Partido Justicialista de cara a las elecciones presidenciales de 1983, para poner fin a los siete años y medio del Proceso de Reorganización Nacional. Según estimaciones de la organización del acto, ese día se dieron cita en el Obelisco cerca de 1 millón de personas.

Todo estaba preparado para escuchar los discursos de los candidatos a presidente y vice, Ítalo Argentino Lúder y Deolindo Felipe Bittel. También estaba previsto que hablara el ex intendente de Avellaneda y candidato a gobernador Herminio Iglesias. El mitín se desarrolló de acuerdo a lo esperado: discursos de barricada, vítores para unos y abucheos para otros, hasta que de pronto sucedió el acontecimiento que torció el destino.

Un un momento dado, con las cámaras de televisión enfocando al palco desde el que los candidatos saludaban a la multitud enfervorizada, manos anónimas le acercaron a Herminio Iglesias parte del tétrico cotillón proselitista, al grito de "Que lo queme, que lo queme". El candidato no se hizo rogar. Tomó un encendedor y le dio el gusto a sus seguidores.

La campaña electoral de 1983

Tras cinco años de gobierno militar, dirigentes de todo el arco político se reunieron para dar forma a un espacio de convergencia sectorial para fijar posturas en común frente a la dictadura. La idea no era nueva, era un remedo de La Hora de Los Pueblos, que diez años antes habían liderado Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín para la vuelta de la democracia en 1973. El acuerdo recibió el nombre de Multipartidaria.

En 1981 comenzaron las primeras reuniones entre militares y políticos en la búsqueda de una salida electoral. Los civiles exigían un retorno a la institucionalidad plena, mientras que los hombres de armas pretendían una democracia bajo una férrea tutela castrense. En 1982 hubo una tregua marcada por Malvinas. Recién en octubre de 1982 comenzó a vivirse un clima de transición para la apertura democrática prevista para 1984.

Ya en la campaña "Se murió Illia, se murió Balbín y el 30 de octubre se muere Alfonsín" era uno de los estribillos que coreaba la militancia. También había ataúdes, rosas negras y alegorías fúnebres. En una entrevista televisiva con Mariano Grondona y Bernardo Neustadt, el propio Herminio llegó a decir que Alfonsín era un "malnacido" políticamente hablando.

Otro factor que pesó a la hora de decidir el voto fue la polémica desatada en relación a la ley de auto amnistía impulsada por el gobierno del general Reynaldo Bignone en abril de 1983. Mientras el candidato justicialista dijo que la ley tenía efectos irreversibles, Raúl Alfonsín denunció un supuesto pacto entre militares y el peronismo para asegurar la impunidad por los excesos de la guerra contra la subversión y el terrorismo.

Resultado electoral y actividad posterior

El 30 de octubre de 1983 los argentinos concurrieron a las urnas. En la provincia de Buenos Aires la gobernación quedó en manos del candidato radical Alejandro Armendáriz, que obtuvo un 52 por ciento de los votos, frente a un magro 40 por ciento obtenido por Herminio Iglesias. A nivel nacional, tanto Raúl Alfonsín como Ítalo Argentino Lúder alcanzaron idénticos guarismos.

Por primera vez, el peronismo fue derrotado en las urnas. Los resultados desataron una profunda crisis interna en el justicialismo, que luego de haber sido oposición de gobiernos militares, debió adaptarse a serlo en democracia. Por su parte, Herminio fue blanco de la dura crítica y las recriminaciones de una militancia desilusionada. A pesar del duro golpe electoral, dos años más tarde pudo ser diputado nacional y posteriormente, concejal en Avellaneda.

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