La historia viviente
Día de la Lealtad Peronista

17 de octubre de 1945, el subsuelo de la Patria sublevado

Aquel emblemático día marcó el nacimiento del movimiento peronista y un punto sin retorno en historia política argentina.

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA

En el marco de una jornada sin precedentes, el 17 de octubre de 1945 miles de trabajadores se congregaron en la Plaza de Mayo para exigir la liberación del exsecretario de Trabajo y Previsión, por entonces coronel Juan Domingo Perón, detenido en la isla Martín García. Este día, conocido como el "Día de la Lealtad", marcó el nacimiento del movimiento peronista y un punto sin retorno en historia política de Argentina.

Contexto

La Argentina estaba bajo gobierno militar desde el 4 de junio de 1943. El régimen de facto justificó el asalto al poder en la necesidad de poner término a un período de trece años de corrupción y fraude electoral, que los historiadores bautizaron con el nombre "Década Infame". El presidente era Ramón Castillo, que había sido llegado a la titularidad del Poder Ejecutivo por la renuncia y posterior muerte del presidente Roberto Marcelino Ortiz, que a pesar de haber ganado las elecciones de 1937 con fraude, había tomado medidas para erradicarlo de la vida política argentina.

Los conservadores, que habían perdido el control del país en 1916 pero lo recuperaron con la Revolución del 6 de septiembre de 1930, respiraron aliviados cuando Castillo se sentó en el Sillón de Rivadavia. Tan a gusto estaban con él que se dedicaron a preparar el fraude para las elecciones de 1944. El candidato elegido era Robustiano Patrón Costas, propietario de ingenios azucareros en el noroeste del país.

Todo iba bien para los conservadores, pero había otro problema. En 1939 el estallido de la Segunda Guerra Mundial los hizo tomar partido por Gran Bretaña. Esto chocaba contra la simpatía de una fracción nacionalista del Ejército, que no ocultaba su preferencia por Alemania. Los germanófilos se organizaron en la logia Grupo de Oficiales Unidos (GOU) y dieron el golpe. Patrón Costas se quedó con las ganas de ser presidente.

El gobierno militar repartió los cargos entre civiles y militares, con preferencia de los uniformes por sobre las corbatas. Uno de los principales figuras del GOU era Juan Domingo Perón. Este coronel de 48 años y de estado civil viudo, tenía peso propio para pedir cualquier ministerio, o incluso la presidencia de la Nación. Sin embargo se hizo cargo del modesto Departamento Nacional de Trabajo, al que luego convirtió en Secretaría de Trabajo y Previsión.

Desde ese lugar el coronel se fue ganando la simpatía de los trabajadores, que por primera vez descubrieron que había un funcionario que los escuchaba y solucionaba sus problemas. El Estado se convirtió en un árbitro en los conflictos laborales, dejando atrás su viejo rol de escribanía para legitimar la insensible embestida de los poderosos para someter a los de abajo.

A medida que la adhesión de los trabajadores a Perón aumentaba, el rechazo que por él sentían los sectores acomodados crecía en paralelo. Para septiembre del 45 la oposición al régimen, apoyada activamente el embajador norteamericano Spruille Braden, lo acusaba de ser la cabeza del eje nazi-fascista en la Argentina. El sector liberal de las Fuerzas Armadas compartía la mirada norteamericana y se pusieron al frente de la destitución de Perón, que para entonces ya era, además de secretario de Trabajo, ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación.

El día que Perón quiso renunciar a su lugar en la historia

A principios de octubre de 1945, el gobierno de Edelmiro Farrell, bajo la presión de sectores conservadores y militares, obligó a Perón a renunciar a sus cargos públicos. Perón, quien había ganado popularidad como secretario de Trabajo y Previsión, promoviendo derechos laborales y justicia social, fue visto como una amenaza para el statu quo. Su detención buscaba desarticular su creciente influencia política.

El 13 de octubre, Perón fue detenido y confinado en la isla Martín García. La prisión le hizo pensar a Perón que en algún momento iba a recuperar la libertad y que ése era el momento indicado para dejar todo para casarse con Evita para luego irse a vivir a algún lugar alejado de Buenos Aires. Así se lo dijo en una carta que le escribió a su amada en su celda: "Hoy he escrito a Farrell pidiéndole que me aceleren el retiro, en cuanto salga nos casamos y no s iremos a cualquier parte a vivir tranquilos". Pero el coronel era un animal político y sabía que "con lo que yo he hecho estoy justificado ante la historia y sé que el tiempo me dará la razón".

Mientras Perón estaba preso, los patrones estaban de fiesta. El historiador Félix Luna graficaba la situación contando que "al ir a cobrar la quincena, los obreros se encontraron con que el salario del feriado 12 de octubre no se pagaba, a pesar del decreto firmado días antes por Perón. Panaderos y textiles fueron los más afectados por la reacción patronal. -¡Vayan a reclamarle a Perón!- era la sarcástica respuesta".

La respuesta de los trabajadores

La noticia de la detención de Perón se conoció y los sindicatos no tardaron en reaccionar. Convocaron a una huelga general y planearon una manifestación masiva para el 18 de octubre. Sin embargo, la movilización se adelantó un día, y en la madrugada del 17 de octubre, una marea humana de trabajadores provenientes del cordón industrial del Gran Buenos Aires inundó la Plaza de Mayo.

El gran pensador nacional, Raúl Scalabrini Ortiz lo describió mejor que nadie: "Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el empleado de comercio. Era el subsuelo de la patria sublevado".

La multitud, estimada en cientos de miles, exigía la liberación de Perón con cánticos y pancartas. La presión popular fue tal que el gobierno no tuvo más opción que ceder. El coronel fue trasladado al Hospital Militar Central y esa misma noche, al balcón de la Casa Rosada. Desde esa noche de gloria el balcón más famoso del país le pertenece. Saludó a sus seguidores con los brazos en alto, un gesto que se convertiría en un símbolo del peronismo y les habló. Les recomendó que se unan y que sean hoy "más hermanos que nunca".

Figuras clave en este episodio fueron los líderes sindicales que organizaron la movilización, como Luis Gay, del gremio telefónico; Alcides Montiel, de los cerveceros, Cipriano Reyes de la industria de la carne. Pero el papel más importante fue el de los trabajadores que, sin dudarlo, dejaron todo y fueron a la Plaza de Mayo a luchar por su destino al grito de: "Queremos a Perón".

El 17 de octubre de 1945, no solo consolidó a Perón como líder indiscutido del movimiento obrero, sino que también marcó el inicio de una nueva era en la política argentina. Al año siguiente ganó las elecciones del 24 de febrero. El peronismo, con su énfasis en la justicia social, los derechos laborales y la inclusión, se convirtió en una fuerza dominante de la escena política que perdura hasta hoy.

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