Un día como hoy pero de 1951 se publicaba "La Razón de mi vida", de Evita

En un acto solemne, pero con la ausencia de Eva Perón, muy enferma, se presenta su obra “La Razón de mi Vida”.
Hace 73 años salía a la venta una autobiografía de Eva Perón (Evita) que en nada se asimilaba a la original. El origen del libro, las motivaciones del autor y la manipulación para adecuarlo al relato oficial y llenar de elogios al entonces Presidente. El gobierno lo impuso como lectura obligatoria en todos los niveles de educación por una ley sancionada por el Senado el 17 de julio de 1952.
Conseguí un ejemplar de la primera edición de La razón de mi vida de Eva Perón (1951) en perfecto estado. pic.twitter.com/ctQmAuaLxb
— Paula Guardia Bourdin (@revistapola) April 3, 2024
Fue en un descanso en Saint Moritz cuando el embajador argentino en Suiza, Benito Llambí le planteó a Evita -en su gira europea de 1947- la inquietud de un periodista español, Manuel Penella de Silva. Inspirado en la figura de Eleanor Roosvelt, de quien había tomado algunos apuntes para un futuro libro, le comentó el interés del periodista, que vivía en Suiza, en instalarse en Buenos Aires porque evaluaba que en la Argentina se estaba construyendo una imagen de proyección internacional y él quería ser testigo de ello.
Penella había nacido en Valencia en 1911 y era un renombrado columnista en la prensa suiza, italiana y española. Debió abandonar la Alemania nazi por lo que escribía, era muy popular su columna “Desde mi puesto de observación en Zürich”, era el más leído en España y uno de los más importantes en Europa.
Llambí le comentó a Evita que Penella ya estaba en Buenos Aires. Ella se interesó y le indicó a Llambí que el periodista se trasladase a Río de Janeiro donde ella asistiría a la Conferencia de Quitandinha, donde se originaría el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).
Evita ya gozaba de gran popularidad y fue el centro de esa reunión internacional, opacando la presencia de figuras de la talla del general George Marshall, de gran prestigio por su papel en la Segunda guerra mundial.
Penella alcanzó a saludarla allí pero no logró hablar ni dos minutos. Siempre estuvo rodeada de su séquito y de quienes pugnaban por hablarle. Emprendió el regreso a Buenos Aires con la sensación de que había hecho el ridículo y que había sido en vano el esfuerzo de viajar solo para saludarla.
“He tenido que remontarme hacia atrás en el curso de mi vida para hallar la primera razón de todo lo que ahora me está ocurriendo.
Tal vez haya dicho mal diciendo «la primera razón»; porque la verdad es que siempre he actuado en mi vida más bien impulsada y guiada por mis sentimientos. Hoy mismo, en este torrente de cosas que debo realizar, me dejo conducir muchas veces, casi siempre, más por lo que siento que por otros motivos”, escribiría Eva, o escribirían en su nombre, tiempo después.