Perfiles Urbanos
Exclusivo de NOVA

Luis Jorge Rojas, de Pelotas Lucho: el trotamundos que supo ganarse la vida y reinventarse

Luis, con sus banners, afuera del mítico Estado Azteca de México.
Su local está ubicado en Parque Avellaneda, en Bruix 4394.
Su local está ubicado en Parque Avellaneda, en Bruix 4394.
Luis en Nápoles (Italia), junto a sus banners.
Luis en Nápoles (Italia), junto a sus banners.
Pietro Puzone, ex jugador del Nápoles y amigo de Maradona, recibió en su hogar a Lucho.
Pietro Puzone, ex jugador del Nápoles y amigo de Maradona, recibió en su hogar a Lucho.
El banner de Reparaciones Lucho en Münich, Alemania.
El banner de Reparaciones Lucho en Münich, Alemania.

Luis Jorge Rojas nació el 25 de octubre de 1964, en Jujuy. Sin embargo, en sus casi 60 años, ya lleva varias vidas totalmente distintas, pero que lo convierten en el hombre que es hoy, que es reconocido por su pasión por el fútbol y por Diego Maradona, y por su búsqueda constante de progresar y ayudar a las personas en su camino.

En la actualidad, se encuentra terminando la secundaria en el Bachillerato Popular de Jóvenes y Adultos Sergio Karakachoff, ubicado en Floresta, con el objetivo de convertirse en Director Técnico. Este es nuestro Perfil Urbano de esta semana.

“Lucho” se dedica a arreglar pelotas, y lo hace bien, al punto que trabaja con clubes como Huracán, Argentinos Juniors, San Telmo, el seleccionado de Los Murciélagos, equipos de Volley, entre tantas otras instituciones que confían en él. Pero no siempre fue así.

Luis pasó su infancia en Jujuy, más precisamente en San Pedro, a 64 kilómetros de la capital provincial. De muy chico ya jugaba al fútbol, y su primer acercamiento con lo que hoy es su profesión se dio a los doce años. “Ví que se pinchó una pelota y un vecino se puso a repararla, entonces me puse a ver cómo lo hacía él. Así aprendí”, contó.

La realidad es que Lucho comenzó a trabajar desde muy chico, a los 8 años vendía empanadas y después fue cadete de una bicicletería, hasta que le tocó, a sus 18 años, hacer el servicio militar obligatorio y partió para Chubut. Una vez finalizado este proceso, regresó a Jujuy, pero luego de un año decidió cruzar todo el país para vivir en Tierra del Fuego donde, según dijo a NOVA, “era el único que andaba en bicicleta con el viento que hay allá”.

“Allá trabajé en construcción y jugaba al fútbol en un torneo de empresas, había un señor que me vio y me pidió que jugara para La Anónima y si quería trabajar allá, pero me convenía más la construcción porque tenía la meta de poder irme a ver el mundial de 1986 a México”, agregó.

Llegó el año del campeonato mundial y partió: “Cuando tenía 21 años me fui yo sólo por tierra, por Bolivia, Perú, Colombia y después me quedé cuatro meses en México porque mi idea era irme para Estados Unidos, pero finalmente regresé a Jujuy, mi papá estaba delicado de salud, pero me dijeron que me vaya que no hacía falta nada. Yo me enteré que mi papá había fallecido después cuando llamé a mi mamá por el Día de la Madre y que no había nada que hacer”.

Ahí volvió a Tierra del Fuego, donde volvió a trabajar en la construcción, pero sufrió un accidente que obligó a trasladarse a Buenos Aires por su vida: “Gracias a un amigo con el que jugaba al fútbol me pudieron sacar de la provincia y ahí cambió mi vida totalmente. Me operaron y estuve un año en rehabilitación, regresé para allá y ya después me vengo definitivamente a Buenos Aires en el año 1988, donde conocí a mi señora”.

Sin embargo, fue recién a los nueve años de estar en CABA cuando abrió su propio local, en el medio trabajó de limpieza en el Banco Ciudad, en una fábrica de muebles y en bicicleterías, entre otras cosas. Finalmente, en 1997 se queda sin trabajo, pero como tenía herramientas y algún puchito de ahorros decidió ponerse su propio negocio, y ese fue el comienzo del resto de su vida.

“Al principio era de restauración de bicicletas y de pelotas. Estuve 11 años en ese local, luego me mudé cerca donde le di más importancia a las pelotas. Sin embargo, el “boom” llegó después de la pandemia porque hice publicidad”, manifestó Lucho.

Sus amistades y contactos que supo hacer a lo largo de su vida fueron muy importantes para que Luis pudiera ir consiguiendo sus sueños, y en este caso no fue distinto. Uno de sus amigos, “Cachi”, está en Huracán y fue quién le hizo de nexo para que pudiera estar su banner en “La Quemita”: “Cuando autorizaron los eventos deportivos fue el cambio. Yo le reparo pelotas y ellos me dejan mi publicidad y mucha gente viene porque la vio allá”.

“Sinceramente, no sé cuántas pelotas habré reparado, pero son un montón. Serán entre 10 y 30 por día, porque no todas pelotas se reparan de la misma manera tampoco. La gente piensa que viendo un tutorial se puede hacer, pero todas requieren su técnica. No hay un líquido mágico. No soy de hacer balances del negocio, sé que cuando sobra es porque rindió el trabajo, y cuando tengo que tocar las reservas estuvo flojo.”, sentenció.

Entre las cosas más raras que le tocó ver en su negocio, no duda en decir que son las consecuencias de los tutoriales de internet: “Hay gente que le pone cosas raras que ve en internet, clara de huevo, coca cola light, y después queda un olor muy fuerte. Una vez me trajeron una y me cayó clara de huevo en el pantalón y en la mano y me quedó el olor por dos días. Mi nieta me dijo que le cobre el doble porque después voy con feo olor a casa”.

Pelotas Lucho por el mundo

“Mi familia es de ocho integrantes”, afirmó Luis, y aclaró: “Mi esposa, que es portuguesa, mis dos hijas, mis tres nietos y la perrita”. A raíz de su matrimonio, hace más de 20 años me Lucho se puso a estudiar portugués “porque era la única manera de comunicarme con su familia”. Algo que demuestra el interés de él por el bienestar de la gente que ama.

A donde va, Luis lleva su banner. En agosto viajó a ver a la familia de su esposa, algo que lo llevó a tener una de las experiencias más locas que pudiese imaginar. “Hay una hermana de ella que está en Toulouse, entonces fuimos una semana ahí y yo me fui dos días a Nápoles porque tenía que llevar una obra de mosaiquismo de Diego Maradonapara su museo”, recordó.

Lo cierto es que cuando Maradona jugaba en Nápoles, su compañero de equipo Pietro Puzone le dijo que había un chico en Acerra que necesitaba hacerse una operación. Ambos van al club para que les presten el estadio para un partido a beneficio y se lo niegan. Pero la terquedad lo venció a Diego, quien terminó organizando un partido en Acerra y jugando en el barro por la lluvia que hubo el día anterior.

“Como estaba en Nápoles, quería encontrarme con Puzone. Llevé una camiseta de Maradona, y con personas que conocí y guías de museo me fui a buscarlo. Me bajé del tren, le pregunté a un hombre que trabajaba ahí y me dijo que Pietro solía estar en un bar, porque tiene problemas con el alcohol. No lo encontré, me fui a una pizzería a comprar algo para comer y conversando con algunas personas que trabajan ahí y cuando terminó su jornada me llevó a buscarlo a su casa, y ahí lo encontramos”, dijo Luis.

Por suerte para él, era uno de los buenos días de Puzone, quien lo hizo pasar a su casa. “Me ofreció incluso quedarme a dormir en su casa, fue un momento glorioso para mí. Me contó que Diego lo defendía porque él tenía recién 21 años y por ahí lo maltrataban. Lo toman como propio a Maradona porque es como ellos, es una persona que viene de abajo”, recordó.

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