
“Tenemos con quién, tenemos con qué”, promete el nuevo slogan de campaña del candidato oficialista Sergio Massa, en un intento de despojarse de la mochila de plomo que se cargó al posicionarse como la máxima figura de un gobierno con genes kirchneristas que, tras la catástrofe albertista, se desintegró como una estatua de arena en el viento.
Mientras ruge el alma tigrense del ministro de Economía y mandatario nacional no oficial, pero sí de hecho, en la vereda opuesta el león libertario grita que “una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre. Se les terminó la joda y por eso me quieren exterminar. A mí no me paran ni 200 economistas fracasados, ni seudo intelectuales, ni curas villeros”.
Lejos de bajar el tono frente a las críticas de quienes lo ven como una amenaza, Javier Milei redobla la apuesta y sigue manteniendo su potente línea discursiva. Esta característica le otorga autenticidad, un valor que el votante está buscando, cansado de tanta “sarasa” de un lado y del otro. Cuando le preguntan su opinión hacia quienes lo tildan de desequilibrado, responde ácida y provocativamente: “La diferencia entre un loco y un genio es el éxito. Nos vemos en octubre”.
Por su parte, montada en La Patoneta -denominación estratégica y fonéticamente emparentada con la gloriosa Scaloneta que tan felices nos hizo-, Patricia Bullrich ataja críticas y malos pronósticos electorales, pero no se detiene.
Aunque las encuestas no favorecen a la candidata de Juntos por el Cambio, esta semana seguirá recorriendo el país con el objetivo de recuperar brillo perdido tras las primarias, y reafirmarse de cara a las urnas.
Es que el binomio que se viene barajando de cara a las generales no la incluye, y esta caída de credibilidad le viene quitando el sueño. Sus tironeos con Mauricio Macri -quien ahora vuelve a demostrarle apoyo-, y la inconsistencia de algunas de sus propuestas en áreas críticas le han jugado una mala pasada. Sin contar que tuvo que salir a escudarse de las acusaciones de terrorista y montonera, adjetivos que le asignan quienes se encargaron de hurgar en su pasado. En respuesta, argumenta que aquella etapa fue producto de la inmadurez de su juventud. “No tengo las manos manchadas de sangre, tenía 16 años”, se defendió.
Lo cierto es que su imagen viene en declive, en contraste con la de Milei, quien está en boca de todos, incluso de Elon Musk, uno de los hombres más poderosos del planeta. Ya sea por sus agravios, o por sus prometedores (aunque dudosos) aires de pujante renovación, su nombre está en la agenda política no solo nacional y regional, sino también, mundial. Cuestión que preocupa seriamente a sus contrincantes.
Los países vinculados de algún modo a la Argentina están atentos a la posibilidad del arribo de una figura tan desconcertante como polémica, que trascendió fronteras especialmente por sus fuertes dichos contra el Papa Francisco (luego de que éste lo comparara con “Adolfito”, y dijera que les tiene “miedo a los salvadores de la Patria sin historia”); también por su enfático rechazo a China, la casta política, los chorros y las “cucarachas” que contaminan los aires de crecimiento que podrían hacer despegar definitivamente a nuestro país. Se hable bien o mal del líder de La Libertad Avanza, está en boca de todos. Ese era su objetivo y le ha dado frutos. Incluso, le ha permitido llevarse por delante la campaña del miedo impulsada por el oficialismo.
La aparición en escena de la osada imitadora Fátima Florez fue la frutilla de un postre que quedó a punto caramelo tras las PASO. Días después de la jornada electoral, apareció de manera volcánica en los medios la nueva conquista amorosa de Milei, quien se encargó de engrosar los comentarios en redes sociales llenando públicamente de elogios a su nueva compañera de ruta. Una atractiva figura femenina reconocida por su enorme talento actoral, que le otorga color y pasión al relato libertario de su seductor. Alguien que, en estas circunstancias, le viene como anillo al dedo. Una mezcla explosiva entre política y farándula que capta la atención de millones.
Tres tercios
La escena política actual quedó configurada en un triángulo político no muy esperanzador. Estigmatizado por sus vaivenes ideológicos, Massa sigue atrapado en la camisa de fuerza de un espacio acabado; Bullrich está presa de una coalición que ya ha fracasado y su material discursivo no convence; y la verborrágica euforia política de Milei aparece como la única “alternativa” a la grieta. Una opción hipnotizante para muchos y horrorosa para tantos otros, que temen por el posible advenimiento de una administración "autoritaria" y carente de gobernabilidad.
En estas condiciones, cabe preguntarse: ¿cuál es la puerta hacia el futuro? ¿Quién será capaz de implementar una política económica que permita aniquilar la inflación, un flagelo subestimado por la clase dirigente de los últimos 15 años, que corroe día a día la calidad de vida de los argentinos? ¿Quién decidirá terminar definitivamente con el populismo y el clientelismo político que tanto daño le hacen a la educación y la cultura del trabajo? ¿Quién garantizará el fin de la inseguridad?
El candidato de Unión por la Patria, Sergio Massa, ha adoptado medidas concretas, y elige día a día sostener su campaña en el “revoleo” de beneficios económicos post PASO a los sectores más ahogados: Compre sin IVA, aumento del refuerzo alimentario del programa de beneficiarios de PAMI, créditos de hasta 400.000 pesos para los trabajadores, reforma del Impuesto a las Ganancias, fin de las retenciones para ciertos productos de las economías regionales, bonos para jubilados y pensionados, bono para empleados de los sectores público y privado, y refuerzo para trabajadores de casas particulares, entre otras medidas.
También ha apelado en su spot a la emotividad argenta, refiriéndose a las virtudes propias por naturaleza: “Tenemos emprendedores. Tenemos el país más talentoso del mundo. Y alguien los va a ayudar a sacarles el pie de la cabeza” (como si no fuera este Gobierno el que produce la asfixia) afirma en un reel, recordando que la Argentina “tiene campo, tiene ríos, y mucha gente que la rema”. Y el mismo recurso que utilizó Bullrich: “Tenemos la Copa”.
La parábola del título del mundo logrado por la Selección argentina de fútbol no cuadra en la escena política nacional. Por más que quieran trazar un paralelismo, las características que llevaron a la victoria al vigoroso y honorable plantel albiceleste en nada se parecen a la manera de proceder de la clase dirigente argentina, que debería tomarlo como modelo. Unión, templanza, compañerismo, trabajo en equipo, amor genuino por la Patria y un verdadero líder que los guíe hacia un objetivo común, son valores y atributos que, lamentablemente, tanto UxP como JxC desconocen.