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Aventuras de Pi-Pío - Quinta parte

Orden y Progreso.

Por MIguel Dao (*), especial para NOVA.

El ciclo de progreso de Villa Leoncia cuyo inicio tuvo como artífice a Calculín con la inauguración del Banco, sufrió un duro golpe merced a la catastrófica inundación provocada por el cacique Rompe-Huesos y su aliado Paco-Pum. Una vez derrotados los subversivos, volvió a ser Calculín quien planificó una progresista urbanización de la villa. Otro hito del sabio precoz fue el trazado de una línea ferroviaria. Proyecto que aunque no se explicita se supone llegó a feliz término, una vez superados los contratiempos causados por el tío de Maida y Paco-Pum. En el último episodio analizado, el villano por antonomasia de la serie pareció partir definitivamente. ¿Qué otra cosa queda por esperar que el retorno al sendero del desarrollo y la prosperidad del pueblo? Una constante en el discurso del sheriff pollo y su niño de confianza. Y del propio autor, claro está. Nos ubicamos temporalmente: Billiken número 1858, del 1° de agosto de 1955. A poco del golpe que derrocaría a Juan Domingo Perón. Cualquier coincidencia con la realidad es pura similitud... o algo así.

De lo épico a lo mítico

El logo de presentación ostenta un nuevo título: Viva Villa Leoncia. Y en la didascalia de la primera viñeta se habla de El Siglo de Oro de Villa Leoncia. No cabe duda que el episodio habrá de transcurrir por los senderos anunciados. Desde la primera entrega todo es bonanza, florecimiento, alegría.

¡Y le llega el turno a la Cultura! Calculín sueña con un Centro de Altos Estudios. Como no podía ser de otra manera, es avalado de inmediato por el omnímodo poder del sheriff.

El terreno para construirlo es donado por Maida. Provenía a su vez del legado de propiedades que le efectuara su tío, que al fin de cuentas algo bueno hizo.

Cuando el emprendimiento es anunciado oficialmente, provoca en el pueblo irrefrenables ansias de conocimientos.

Todo quisqui contribuye a la realización que se concreta en apenas cinco semanas (podía haber sido en un mes, pero en el medio hubo una epidemia de sarampión y escarlatina).

En el discurso de inauguración Calculín invoca a tres genios: Gutemberg, Fangio y Manolo. Un asterisco en el último nombre nos remite al pie de página, donde nos enteramos que se trata de García Ferré. Se intuía.

Los cinco templos del saber erigidos en el Monte Academus comienzan a funcionar. Se suceden los gags que muestran a los párvulos declarando sus aspiraciones, queriendo ser esto o lo otro. Pi-Pío, intentando poner orden, pronuncia la famosa máxima sanmartiniana. Conflictos absolutamente menores para el historial de acción sostenida en la serie.

Así hasta casi el final de la séptima página del episodio (12/09/1955), donde aparece envuelto en un halo de misterio un personaje que hará historia mucho más allá de Ovidio, que lo descubre y de Pi-Pío y Calculín, quienes lo caracterizan como un niño importado en proceso de observación. O sea un bicho raro.

No es otro, claro, que Hijitus.

Pero ese nombre recién le será otorgado más adelante. En principio se lo llama Papitus, por ser una palabra que el infante repite, entre otras con supuestas declinaciones en latín.

La cuestión del cambio de nombre –y de identidad- retornará con la reedición de la historieta en Anteojito, catorce años más tarde. Allí se le adjudica el arbitrario apelativo de Gregorio y se le cambia el zaparrastroso sombrero de copa por un sombrerito hongo. Se lo rebaja en altura y pierde efectividad la desinencia itus que jugará después. La adaptación fue a raíz de que Ferré, desde 1967, había retomado el personaje con las características que todos conocemos en dibujos animados televisivos que alcanzaron gran éxito. Quedan la primitiva galera y el camisolín, que dicho sea de paso visten también Calculín y Anteojito. Curiosa anticipación al respeto por la pluralidad de géneros.

Retomando al primitivo Hijitus... se desconoce su filiación y procedencia. Sólo se comprueba su asombrosa habilidad para la escultura y en eso se lo ocupa, encargándole realizar en cera a los grandes personajes de Villa Leoncia, para un futuro Museo... de cera.

En plenos preparativos llega un telegrama anunciando el arribo de papitus que desea observar los progresos de su hijitus. Se entiende entonces que el niño extrañaba a su padre lo cual hacía que lo invocara constantemente. Ya con los nombres en su lugar, Calculín propone que se le brinde al visitante una digna recepción. Reina el desconcierto cuando el hijitus niega que la persona que baja del tren reclamándolo sea en verdad su papitus. Para dirimir la cuestión Calculín arma un estrafalario detector de mentiras y someten al forastero a un interrogatorio plagado de absurdidades. Es Ovidio quien finalmente, merced a su olfato, revela que el pretendido progenitor no es otro que Toto, el secuaz de Paco-Pum, disfrazado. Lo encarcelan, pero no logran que revele el propósito de la farsa.

En tanto un Hijitus desilusionado solo encuentra consuelo en continuar su trabajo de esculpir héroes y villanos de Villa Leoncia. Inaugurado el Museo, él mismo se encarga de conducir a los visitantes por las distintas galerías. Y Pi-Pío oficia de presentador de los personajes inmortalizados. La velada es un éxito. Llegada la hora de cerrar el recinto, Ovidio queda a cargo de la vigilancia. Un estornudo lo alerta y lo lleva a la Galería de Bichos Malos. Allí es tomado de rehén por Paco-Pum y Pepe el Largo, que evidentemente habían ocupado el lugar de sus respectivas efigies. Los espera en un auto Don Palmiro. Marchan a liberar a Toto de su cautiverio. Parecen haber regresado los conocidos de siempre... Pero no.

La carta que encuentra Pi-Pío en la celda vacía intima a entregar a Hijitus a cambio de Ovidio y está firmada por "Pakot-and-Pumk (aspirante a faraón legítimo)".

Hasta aquí, dieciocho páginas de un prólogo excepcional para una aventura extraordinaria, en la que García Ferré alcanzará el punto culminante de la tira y uno de los mojones más importantes de la historieta cómica argentina.

Es como si el fallido episodio de "El Puente", donde se evidenciaba el desgaste del personaje de Paco-Pum y su rivalidad con Pi-Pío, hubiese operado como un respiro del autor para recuperar y traspasar inclusive las alturas antes conseguidas.

Ingresamos en la zona de lo legendario a través de las ascendencias egipcias de Hijitus y de Paco-Pum, requetartaranietos de un faraón y de un usurpador del trono, respectivamente, tal como dilucida el primero.

No podemos obviar, claro, el antecedente que plantara Quinterno con Patoruzek 1°. Pero el nivel de delirio con que Ferré aborda el tema, hace que prontamente nos olvidemos de cualquier similitud.

La intervención de Don Palmiro es en extremo fugaz (apenas el cuadro mencionado) y rápidamente lo reemplaza un personaje mucho más atractivo: Don Genaro, un tano que habla en cocoliche como el Don Nicola de Torino. Aparece en un descampado como proveedor de las gallinas que torturan con sus picotazos al rehén Ovidio. Calculín y Pi-Pío llegan portando la antigua corona del trono en disputa (una réplica de cartón pintado, en realidad) que pretende Paco-Pum para liberar al equino. Tras los consabidos enfrentamientos los bandidos terminan siendo amarrados a un árbol. Una coz fenomenal de Ovidio lo arranca de raíz. Paco-Pum y sus aliados son proyectados al espacio a una velocidad tal -explica Calculín- que hace que retrocedan en el tiempo. No podían recalar en otro lugar ni en otra época que en el Egipto de los faraones.

Se pone en marcha una vez más el cerebro privilegiado de Calculín para la fabricación de una máquina que permita alcanzar a los forajidos. Se trata esta vez de un cohete súper lumínico que intentará interceptar un rayo de sol que se proyectó sobre Egipto cinco mil años atrás. Demás está decir que la empresa tiene éxito, Así, la lucha entre el pollito y Paco-Pum se traslada al 3.371 antes de Cristo en el Valle del Nilo.

El logo con fondo de pirámides en Billiken número 1887 (20/02/56) indicaría un cambio de capítulo. Se trata en realidad de una continuidad argumental que cambia de escenario. A héroe y antihéroe Villa Leoncia ya les quedaba chica. El enfrentamiento ha subido un escalón jerárquico ubicándose en el territorio de lo mítico.

La imaginería de Ferré regresa en todo su esplendor y no reconoce límites. Toto es nombrado ministro del reino. Se produce el encuentro de Paco-Pum con su antepasado el faraón Pakot-and-Pumk, idéntico a él, pero con la misma diferencia de altura que media entre Averell y Joe Dalton. Paco-Pum logra el favor del monarca gracias a la corona –falsa- que le entrega. Complota contra Pi-Pío, Calculín e Hijitus. Toto revela al faraón la condición del último, como descendiente de los legítimos "Itus". Pakot-and-Pumk ordena el cautiverio por considerarlos -miente- portadores de las siete plagas. Ovidio, por ser más gordo, es arrojado a una fosa repleta de perros hambrientos. Pero el astuto equino pacta con ellos para liberar a su grupo. Escapado del foso entra a Menfis disfrazado de abuelita y termina encerrado junto con los otros. A pedido del pollito el sosías de su archirrival visita la cárcel. El pollito reclama justicia, se proclama inocente respecto a las siete plagas y ofrece a cumplir cualquier prueba a que lo sometan para demostrarlo. Pakot-and-Pumk le concede una imposible: enfrentarse a un urso llamado Simeón, el Moro. Paco-Pum, a su vez, recomienda a Pi-Pío arrepentirse de todo lo malo que ha hecho en la vida. Antológico.

La batalla se produce con el Moro montando en un camello y Pi-Pío en Ovidio, quien interviene valerosamente en la lucha. En tanto, los perros famélicos, inquietos por la tardanza del equino se organizan y marchan a la ciudad. El can observador Perrok-Holmes alerta a sus pares sobre la paliza que está sufriendo Ovidio y acuden en su ayuda arrojándose sobre el moro y su camello, lo que inclina la suerte de la batalla en favor de Pi-Pío. El pollito revela ante el pueblo la condición de verdadero faraón de Hijitus. Acto seguido Ovidio le saca al niño el alto sombrero descubriendo en su testuz la auténtica corona faraonal. Pakot-and-Pumk alega que su corona es la verdadera, lo cual rápidamente es desmentido por Calculín que le arroja agua con una regadera y la convierte en cartón arrugado. El nuevo faraón delega en Ovidio la tarea de juzgar a los vencidos: Pakot-and-Pumk es condenado a la construcción de pirámides y Paco-Pum y sus secuaces deben abandonar Egipto en una balsa río abajo, y no molestar más a Pi-Pío. Difícilmente lo podrían hacer, dado que quedan varados en el pasado. En contrario de los héroes que luego de emotivas despedidas, emprenden el regreso a Villa Leoncia en el cohete.

Se menciona solo como un viaje en el espacio. Lo del tiempo no merece nuevas explicaciones de parte de Ferré. Con tanta genialidad, queda todo dicho.

(concluirá en la próxima entrega)

(*) MiguelDao es actor. director, dramaturgo y otras yerbas no demasiado clasificables.

El Papitus Ferré niega a su Hijitus.
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Hijitus, primera historieta animada de la televisión argentina que se emitía por Canal 13.
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La manía de la ascendencia egipcia.
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Egipto en cocoliche.
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El triunfo del Faraón y su sosías.
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Una lid despareja.
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El perro es el mejor amigo del caballo.
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Un Faraón de cartón.
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Río abajo, tiempo arriba.
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