El gran dilema: ¿votar con la razón, el corazón o el bolsillo?

A un suspiro de las PASO, momento crucial en el que emergerán las dos figuras que competirán por la Presidencia de la Nación, se intensifica la carnicería preelectoral en los medios de comunicación y también en las calles, donde la contaminación visual genera un impacto abrumador sobre la psiquis de tantos argentinos que están padeciendo la antesala de los comicios.
Según diversos sondeos, uno de cada tres ciudadanos no irá a votar el 13 de agosto, producto de la falta de credibilidad, el desencantamiento y la desesperanza, en un contexto de profunda crisis económica y debilidad institucional. El elevado nivel de ausentismo en las provincias fue una muestra de esta tendencia. Estos datos sin duda condicionan el escenario electoral, aumentando la imprevisibilidad de los resultados.
Lejos de festejar este importante evento democrático, muchos se quedarán en sus casas y otra gran parte del electorado concurrirá a las urnas de capa caída, con la amarga sensación de que gane quien gane las internas, su destino (y el del país) no cambiará demasiado. Al menos en el corto plazo. El impacto de la inflación en los salarios y en la calidad de vida, que se empobrece día a día, es un factor que influye directamente en el voto.
En las PASO de 2019, hubo un 75 por ciento de presentismo del electorado en las urnas, y según se especula, en esta oportunidad esa cifra podría descender entre un 5 y un 10 por ciento más. Lo que implica unos cuantos millones de votos menos, que probablemente sí vayan a sufragar en las generales. Por lo tanto, estas elecciones se caracterizan por una complejidad sin precedentes que impide anticipar resultados.
Los principales candidatos representan a fuerzas que ya han tenido oportunidad de gobernar, y han demostrado más de lo mismo. El tercer espacio, con un potencial prometedor, es el único que deja asomar cambios radicales que han logrado captar el interés principalmente en los segmentos más jóvenes. En efecto, a esta altura, muchos están pensando en apostar a lo arriesgado pero no menos novedoso, ya que de lo conocido nada bueno queda. Pero según parece, este circunscripto universo no alcanzaría para impulsar al libertario Javier Milei hacia la ansiada “final” del concurso.
Por lo tanto, la batalla de octubre se perfila entre Sergio Massa - Patricia Bullrich o Sergio Massa - Horacio Rodríguez Larreta, según cómo se desencadenen las internas, que tiene a Juntos por el Cambio en la situación más caliente, con cifras que vienen mostrando un empate entre los candidatos. En tanto, desde el oficialismo, la gran incógnita es cuál será la diferencia que le sacará Massa a Juan Grabois, quien viene manifestando abiertamente su apoyo a la políticamente derrotada jefa Cristina Fernández de Kirchner. Es sabido que muchos de los militantes que no comulgan con Massa elegirían inclinar la balanza hacia Grabois por esta semejanza, simplemente para que la victoria del tigrense en la interna no sea aplastante.
De modo que el escenario que se vislumbra hasta ahora avizora a un Massa triunfador dentro del oficialismo, y dos potentes figuras en puja dentro de Juntos por el Cambio, espacio con una fuerte convocatoria. En tanto que La Libertad Avanza promediaría una cifra muy significativa teniendo en cuenta su reciente aparición en la escena política, que oscilaría entre un 15 y un 20 por ciento. En este esquema, faltaría ver cuántas adhesiones sumarán los partidos restantes, y a dónde irían esos votos en las generales.
Otro de los grandes interrogantes es qué ocurrirá con la ya híper dañada economía y cómo reaccionarán los mercados en base a los resultados electorales que obtenga el ministro Massa, quien negocia con el FMI los términos de las condiciones impuestas a la Argentina en materia fiscal, país donde reinan la inflación y un vacío de reservas alarmantes, generando una devaluación que va socavando día a día el poder adquisitivo de la clase media, la más desamparada y desatendida por el Gobierno.
Para que nadie se “aburra” en el proceso, agosto llegó con nuevos y pesados tarifazos en la carne, el gas, la luz, los combustibles, los servicios de telefonía, internet, educación y salud… Cuestiones esenciales de la vida de todo habitante, como comer, educarse, trabajar y no enfermarse, se han convertido en rutinas de lujo en nuestro país, gracias a los sucesivos dirigentes que se enriquecen década tras década a expensas del bienestar de los votantes que los eligieron.
Parece poco probable, pero como alguien dijo alguna vez, siempre que llovió, paró. Hay que ver si alguno de los postulantes tiene las herramientas, el conocimiento y la voluntad de frenar este diluvio interminable, cuya cortina de agua no deja ver el sol.