Editorial
La debacle gestada por Alberto Fernández

Argentina en la horca

La Argentina agoniza mientras los referentes del Gobierno se pelean por las candidaturas. (Dibujo: NOVA)

El 2023 arrancó con un sabor amargo y un horizonte oscuro para la Argentina, debido a una serie de problemáticas que vienen de arrastre en el Gobierno del Frente de Todos, y que confluyen en un combo letal: la inflación avanza a pasos agigantados, el empobrecimiento de la clase media crece y las elecciones presidenciales no ofrecen candidatos prometedores. Más de lo mismo, a excepción de algún caso emergente que viene tomando fuerza, pero no la suficiente como para alcanzar la victoria y aplicar un golpe de timón que reencauce esta economía en bancarrota.

El viernes pasado se conoció que el Índice de Precios al Consumidor aumentó durante marzo el 7,7 por ciento, acumulando una suba del 21,7 por ciento en el primer trimestre del año, según informó el Indec. En términos interanuales, la inflación ascendió a 104,3 por ciento, un panorama que nada tiene que ver con los pronósticos benevolentes y auspiciosos que había anunciado el Gobierno a fines del año pasado. Nunca una señal de eficacia, jamás un acierto en los cuatro años de la administración albertista.

Estos datos alarmantes preocupan aún más si ampliamos el foco y analizamos la región, que a juzgar por el termómetro del Gobierno, estaría “exenta” del impacto de los fenómenos globales que afectaron a distintos países, como la pandemia y la guerra entre Rusia y Ucracia. Dos excusas que siguen repitiendo como loros en cada discurso que dan, estampadas en un escudo demasiado gastado como para seguir intentando atajar las balas que vuelan por doquier, en una batalla que perdieron hace rato, mal que les pese.

En América Latina, nuestro país solo guarda alguna semejanza con Venezuela, territorio gobernado por el dictador amigote de Alberto Fernández, Nicolás Maduro, donde se registró un aumento de precios del 4,2 por ciento mensual en marzo, mientras marca una inflación acumulada del 67,7 por ciento, y del 501 por ciento interanual. Por debajo se encuentran Perú, Chile y Colombia, con poco más de un 1 por ciento, y el resto de los países de la región no llegan a esta última cifra.

Cabe recordar que en 2022, el ranking de los países con más inflación estuvo liderado por Venezuela (305 por ciento interanual), al que le siguieron Zimbabue (244 por ciento), Líbano (142 por ciento), Argentina (94,8 por ciento) y Turquía (64 por ciento). En estas condiciones, nuestro país queda colgando del mapa de los menos confiables en términos de inversiones.

En este contexto, el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, no tuvo mejor idea que salir a victimizarse sobre la situación inflacionaria que padece la mayoría de los argentinos. “Pensábamos que en el último trimestre del año pasado lo íbamos logrando. No fue así en el primero y en el segundo mes del año, ni tampoco en el tercero”, señaló, en una respuesta que suena, como mínimo, infantil. Y sumó: “El dolor que genera al conjunto de la sociedad, sobre todo en los sectores populares, lo entendemos y da muchísima bronca que suceda en nuestro Gobierno”, como si estos índices fueran un dato azaroso.

Como no podía ser de otro modo, la portavoz presidencial y mitómana serial Gabriela Cerruti volvió a decir: “Estamos redoblando esfuerzos, convencidos de que el camino es sostener el crecimiento y el orden que estamos logrando. Y sabemos que la mayoría de los análisis nos muestran que este fue el peor momento y que comenzó una tendencia a la baja que esperamos ver reflejada próximamente”. Por supuesto, desde la oposición le saltaron nuevamente a la yugular: “No fue la pandemia, no fue la guerra, no fue la sequía. Fueron ustedes con la emisión y el gasto descontrolado. Háganse cargo”, disparó el jefe de la bancada de diputados del PRO, Cristian Ritondo.

Por su parte, otro ejemplar del hipócrita Zoo que "nos gobierna", la ministra de Trabajo, Raquel “Kelly” Olmos -especialista en tirar frases inauditas- afirmó que los trabajadores formales “no tuvieron pérdida adquisitiva desde el 31 de diciembre hasta el 31 de marzo”, una declaración que pinta de cuerpo entero la inoperancia y ceguera de un Gobierno que, cueste lo que cueste, busca defender su paupérrima gestión. En cambio, argumentó que los datos actuales se explican por la “situación estructural de escasez de divisas”, que adjudicó al gobierno de Mauricio Macri, y al impacto de la sequía en las reservas del Banco Central.

En contraste, el ex presidente del Banco Central y actual secretario de Asuntos Estratégicos del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Martín Redrado, puso blanco sobre negro al señalar que “la culpa de la alta inflación es una mala política macroeconómica. No le echemos la culpa al mundo”. En ese sentido, rechazó la dolarización como posible solución, ya que sería “una simplificación del problema, y la base del problema es fiscal, no monetario”.

Luego, evaluó: “Al Gobierno le hace falta integralidad para atacar los problemas de falta de crecimiento e inflación. No se ha resuelto porque no ha habido programa, equipo ni respaldo político ni leyes”.

Agregaríamos que también necesita una cuota importante de eficiencia, empatía social, respeto por los códigos, expertise, capacitación, sensibilidad, conocimiento, voluntad política, capacidad operativa, sentido común, virtudes éticas y honestidad. ¿Cómo hemos llegado a esto?

Las urnas esperan con ansias al electorado para darle la oportunidad de volver a escribir la historia.

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