
La cuenta regresiva de la carrera electoral ya comenzó, pero hasta ahora hay más especulaciones que certezas.
Hace casi cuatro años, Cristina Fernández de Kirchner optó por una estrategia inesperada a los fines de ganar los comicios presidenciales: “Le he pedido a Alberto Fernández que encabece la fórmula que integraremos juntos... Alberto, a quien conozco ya desde hace más de 20 años y, es cierto también, con quien tuvimos diferencias, fue jefe de Gabinete de Néstor (Kirchner) durante toda su presidencia y lo vi junto a él decidir, organizar, acordar y buscar siempre la mayor amplitud posible del Gobierno”.
Si bien le sirvió en las urnas, fue un triunfo ficticio, superfluo y fugaz, ya que a nivel político, desde entonces la situación de la Argentina no ha hecho otra cosa que empeorar, con una economía que hoy supera el cien por ciento de inflación interanual y una pobreza en alarmante crecimiento.
La inoperancia de Alberto Fernández y la consecuente intolerancia de CFK llevaron a una interna feroz dentro del oficialismo, que viene marcando una notoria pérdida de adherencia social y, por lo tanto, de poder político. De modo que el armado electoral dentro del espacio está en crisis. Lejos de estar clarificado, se convirtió en una zona de conflicto casi bélico. La puja interna es tan fuerte y constante que impactó en la salud del jefe de Estado, quien padece una hernia lumbar, producto en gran parte del estrés al que está sometido por su propia irresponsabilidad, la cual no es capaz de reconocer.
Ocurre que la danza de nombres dentro del Frente de Todos es tan pobre que, por primera vez en la historia, el peronismo no encuentra un rumbo. Y tampoco una figura que lo represente para perpetuarse en Casa Rosada.
Mientras Cristina apuesta para las PASO al perrito fiel Wado de Pedro y piensa en darle alguna chance a Sergio Massa (quien se para en una zona gris, ideológicamente hablando, y sin resultados a nivel económico), Alberto tiene bien presente que hay una crisis de conducción en el espacio oficialista. Por el momento, carece de armadores provinciales y abundan las críticas al kirchnerismo por la demora en involucrarse en las campañas locales.
Se estima que el Presidente anunciaría el 18 de mayo si se postula o no para su reelección, “casualmente” la misma fecha en que “La Jefa” (cuya carroza ya se convirtió en calabaza) lo postuló como candidato en 2019. En el caso de que decida abrirse, suena el nombre de Daniel Scioli como posibilidad. Una figura a la que le costó reponerse tras perder por poco contra Mauricio Macri en 2015, y está ansioso por la revancha.
Además, advierte que es necesario que haya una discusión de poder en las PASO, entre el kirchnerismo y el peronismo tradicional.
A pesar de su paupérrima gestión, Alberto Fernández quiere barrer con las células kirchneristas, un potente movimiento que nació en 2003 y según asegura, está acabado. Por eso, está convencido de que debe existir una instancia donde se diriman las diferencias que existen entre una parte importante del peronismo y los k, a fin de arribar a una renovación en la conducción del espacio político, donde la vicepresidenta solo sería apenas una figurita de adorno que no representa al peronismo genuino, sino a otra fracción determinada.
En ese sentido, AF está seguro de que el kirchnerismo ya cumplió un ciclo y tras su degradación, debe correrse para favorecer la oxigenación de un espacio que está agonizando.
La pregunta inevitable es cómo puede ser que el presidente de la Argentina, quien el 15 de marzo de 2022 prometió que el viernes siguiente iba a “empezar la guerra contra la inflación” y que iba a “terminar con los especuladores para poner las cosas en orden”, no solo no lo haya logrado, sino que además haya llevado al país a una de las peores crisis de su historia.
El último dato del INDEC (6,6 por ciento de inflación en febrero), alertó al oficialismo, que no esperaba esa cifra. Sin embargo, al mandatario nacional no le movió la aguja en su ambición reelectoral. Tampoco le altera su estado de ánimo que la mayor parte de los argentinos no pueda alimentarse, producto de la escalada feroz de precios.
"Desde el primer día dijimos que el Frente de Todos no es recrear la hegemonía kirchnerista, sino la posibilidad del peronismo de proyectar un país por los próximos 10 años", dijo alguien de su entorno cercano. El problema que se le presenta ahora es que está huérfano de candidatos que puedan medir la cantidad de puntos que necesita para vencer a la oposición.
Lo más triste es que en los próximos meses, los fondos no estarán puestos en mejorar la economía, la educación, la salud y el bienestar de la gente, sino en salir a la caza de adeptos para insistir en gobernar el mismo país que llevaron a la ruina.