
Por Lorena Maciá (*), especial para NOVA
Como en una especie de humo, vemos la desgracia atrapar la vida de un niño, y cual otro que no se haya denunciado en la ciudad de Rosario, como la de otras personas presas del hostigamiento y la violencia que manifiesta el narcotráfico; diríamos tal vez que el dolor de la mala casualidad se llevó un ángel más, inocente de tanta mafia instalada a piacere durante años creciendo en nuestra ciudad. Sabemos que estamos expuestos ante la brutalidad de la negligencia y acrimonia despiadada de mundos distintos al nuestro, quedando presos del azar cotidiano entre el bien y el mal. Como si coincidiéramos en un punto de inflexión ante el destino cruel frente a nosotros, que nos espera al salir de casa, atentos en la medida que podamos resguardar nuestra vida y la de nuestros seres queridos.
Sí, se da a toda hora y en cualquier sitio, plaza, escuela, rincón que vemos más oscuro de lo que esté aunque no sea un rincón. Como buitre está a la espera de otra víctima, la muerte, y nos preguntamos con temor, cuánto más se va a quedar. Por otro lado cuántas serán las cabezas de autoridad que seguirán rodando y dónde está el resultado de la inversión que dijeron que se aplicó para combatirlo.
Las tanquetas pueden de manera glamorosa pasearse en la ciudad o estar estacionadas en una calle reconocida del centro de la ciudad donde parece que tienen base quienes vinieron a cuidarnos desde hace un tiempo. Muchos acotan que da sensación de paz y tranquilidad, otros tienen miedo de, porque verlos, es sinónimo de conflicto y se guardan, pero, a donde está el equilibrio; quizás en ningún lado ni en nosotros mismos; Rosario viene de sufrir 288 asesinatos en 2022 y lleva 60 crímenes en lo que va de este año.
Entre tanto, obligados por las circunstancias, la política tuvo que superar o al menos poner en suspenso, las profundas diferencias que arrastran desde hace más de dos años al firmar un convenio en Casa Rosada, para que la policía de Santa Fe, use un sistema de reconocimiento facial y compre cámaras de vigilancia. La presencia del Estado no está ocupando el territorio protagonizando con su autoridad y contención los lugares más vulnerables, como si, la Iglesia, recuperando a quienes son víctimas de las drogas que luchan por dejarla.
En lo público como en lo privado, la facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad como un Derecho Humano básico no condiciona ni somete a la voluntad de otro, ni está constreñida por una obligación, deber o disciplina. Libertad es la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterios, razón y voluntad, sin más limitaciones que el respeto a la libertad de los demás. Todos los actos presuponen a la libertad para poder ser infinitamente imputables.
La coacción y opresión por parte de otros, su responsabilidad individual y social exige una relación entre la libertad y la ética, ya que actuar en libertad no es dejarse llevar por los impulsos, sino obrar con conciencia en del bien propio y común y que “no cause perjuicio al otro” El filósofo francés Jean-Jacques Rousseau afirmó que la condición de la libertad es inherente a la humanidad: “El hombre nace libre, pero en todas partes está encadenado”, es decir, la libertad es poder elegir entre múltiples opciones, a mayor número de opciones mayor es la libertad, por lo tanto, la mayor libertad sería poder elegir entre un infinito número de posibilidades y sin limitaciones. Entonces ¿dónde estamos posicionados nosotros, o podemos elegir a que encadenarnos?
Más allá, está decir que la opresión, esclavitud, servidumbre forzada, coacción, manipulación, chantaje, amenaza, vigilancia constante, no decisión por si mismos acerca de intereses, opiniones y acciones no son garantía de bien común y progreso individual y social, son los antónimos de la libertad entendida como valor ideal, que orienta las acciones humanas hacia el diálogo, la comprensión, el respeto y la tolerancia. La libertad inspira la construcción de un modelo de sociedad abierta y democrática, que aspira a la paz.
Cómo y cuánto es lo que tenemos que soportar para volver a fluir en el presente con los cuidados que impone el día a día, libertad individual que hace a lo social y lo colectivo a lo individual a su vez. Me pregunto, cómo podremos lograr desinfectar las emociones y las vibraciones de dolor y peligro, de abandono y de desprotección, de carencia y de incertidumbre. Por lo tanto hablar de libertad, significa situarnos en una mirada por poco imposible de cambios con hábitos casi de encierro, restringidos y alienados en este sistema estresante de violencia, donde la máquina imperiosa de fabricar dinero y sostener el sistema impuestos por otros, hoy se sienta a derecho de dominar.
(*) Licenciada en Periodismo y Comunicación. Perteneciente al Círculo de Periodistas de Rosario, provincia de Santa Fe.