El columnista invitado
Innovadores Disruptivos

¿Víctimas del tecnoestrés?

Alejandro Lanuque, speaker internacional, doctor en Psicología Social y posdoctor en Psicología, autor del libro “Innovadores Disruptivos”.
Alejandro Servide, director de Professionals de Randstad Argentina.
Alejandro Servide, director de Professionals de Randstad Argentina.

Por Alejandro Lanuque, speaker internacional, doctor en Psicología Social y posdoctor en Psicología, autor del libro “Innovadores Disruptivos”, esécial para NOVA

Los constantes cambios que presentan las actuales tecnologías crean nuevos problemas relacionados con el estrés, ya que han modificado las costumbres de las personas y sus formas de relacionamiento. Para poder hacer frente a estos problemas, debemos aprender a manejar las tecnologías adecuadamente. Podemos convertirnos en víctimas del tecnoestrés, un nuevo problema psicológico originado por la ansiedad y la tensión que provoca la creciente cantidad de tecnología que utilizamos en la vida diaria.

Las personas con más de 45 años son consideradas quienes tienen mayores probabilidades de padecer este nuevo tipo de estrés, especialmente el tecnoestrés laboral, ya que en sus actividades laborales se ven desbordadas por la evolución y revolución digital de los últimos tiempos. Esta situación las presiona a reaprender un nuevo modo de trabajo y de pensamiento.

El amontonamiento de tareas y la obligación de dedicarse a más de una por vez, limita la capacidad de concentración y no permite que el cerebro descanse, ya que durante la noche, en las horas de sueño, tratará de terminar con todos los temas que le quedaron pendientes.

Si bien la tecnología es una herramienta que tiene muchos aspectos positivos ya que permite un ahorro de tiempo y una mayor eficacia, es indispensable relacionarse con ella marcando límites claros, para que sea la persona quien controle a la tecnología y no al revés. Preguntar lo que no sabemos, compartir dudas, huir del aislamiento y aprender a desconectar estableciendo mecanismos de adaptación, puede ayudarnos a equilibrar la balanza a nuestro favor.

El uso de las tecnologías de la información y la comunicación contribuyeron con el aumento del estrés digital. Las personas adaptaron sus vidas a la conectividad posible en todo momento y en todo lugar. Siempre están conectadas, estén donde estén, hagan lo que hagan. Siempre están expuestas a los mensajes de texto, correos electrónicos, tuits, la actividad de las redes sociales, y necesitan constantemente consultar su celular, computadora, tablet, u otro dispositivo para ver si les llegaron mensajes o recibieron comentarios. Cuando actúan así, significa que están padeciendo de estrés digital, ya que la vida virtual invadió su cotidianeidad.

El tecnoestrés debe tratarse como cualquier otro tipo de estrés. Conseguir controlarlo ayuda a mejorar el bienestar y calidad de vida de la persona que lo padece. En definitiva, el tecnoestrés es una enfermedad que también se conoce con el nombre de síndrome de fatiga informativa, y se presenta principalmente en las personas que viven pendientes del trabajo y no se dan el tiempo para disfrutar de otras cosas.

Las personas han hecho un uso equivocado de la tecnología. Esta se desarrolló para facilitar aspectos de la vida cotidiana, disminuir el esfuerzo y mantener la productividad. Pero muchas personas se han vuelto dependientes, a veces, hasta niveles patológicos, porque temen que si se alejan un poco de ella, su productividad va a bajar.

En relación a esto, Alejandro Servide, director de Professionals de Randstad Argentina, menciona que estas personas son consideradas multitareas porque tienen la intención de hacer muchísimas cosas simultáneamente, creen que de esa manera están siendo más productivas y eficaces, pero en realidad lo que está sucediendo es que se han convertido en dependientes de distintos aparatos tecnológicos en su vida diaria.

En consecuencia, Servide afirma que este tipo de personas resultan ser menos productivas que las que se dedican a una sola cosa a la vez. Al pretender realizar muchas tareas al mismo tiempo, les empieza a costar priorizar adecuadamente, se ponen ansiosas y pierden el foco. Estas personas, además, no quieren utilizar menos sus aparatos tecnológicos. Creen que deberían trabajar más horas y dormir menos horas. Esto causa el efecto contrario, ya que el cerebro no llega nunca a descansar lo suficiente para seguir siendo productivo.

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