
Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
El 1 de diciembre de 1913, la Ciudad de Buenos Aires se convirtió en la primera en el mundo de habla hispana en contar con un sistema de transporte subterráneo. La línea A, que unía las estaciones de Plaza de Mayo y Plaza Miserere, fue inaugurada por el entonces vicepresidente de la Nación, Victorino de la Plaza, ante una multitud de curiosos que se agolpaba para conocer el novedoso medio de locomoción.
La construcción de la línea A fue confiada a la Compañía de Tranvías Anglo Argentina, que había recibido la concesión en 1909, luego de presentar un proyecto basado en el metro de Londres. Las obras comenzaron en 1911 y se realizaron a cielo abierto, excavando una zanja de unos 6 metros de profundidad. El trazado seguía el de la Avenida de Mayo, que había sido inaugurada en 1894 como parte de un plan de embellecimiento y modernización de la ciudad.
La línea A tenía una extensión de 6,8 kilómetros y 14 estaciones, que se distinguían por su elegante decoración, con azulejos de colores, lámparas de bronce y carteles de cerámica. El material rodante estaba compuesto por 100 coches de madera, con capacidad para 48 pasajeros cada uno, que se movían por una catenaria aérea de 1.500 voltios. La velocidad máxima era de 35 kilómetros por hora y la frecuencia de 4 minutos.
El subte fue un éxito desde el primer día, ya que ofrecía una alternativa rápida, cómoda y segura al congestionado tránsito de la superficie, donde circulaban tranvías, ómnibus, carros y carruajes. El pasaje costaba 10 centavos de la época, el mismo precio que el tranvía. Además, el subte era una atracción turística, que despertaba la admiración de los visitantes extranjeros.
La línea A se fue ampliando con el tiempo, llegando primero hasta Caballito y años más tarde, al barrio de Flores. Luego del éxito de la Línea A llegaron la B en 1930, la C en 1934, la D en 1937, la E en 1944 y la H en 2007. El subte de Buenos Aires cuenta hoy con 6 líneas, 90 estaciones y 56,7 kilómetros de extensión, que transportan a más de 200 millones de pasajeros por año.
El subte porteño es un símbolo de la ciudad y de su historia, que refleja sus cambios, sus crisis y sus sueños. Es también un patrimonio cultural, que conserva el encanto de sus estaciones originales, sus murales artísticos, sus coches antiguos y sus anécdotas. Es, en definitiva, el primer subte de América Latina que marcó el inicio de una nueva era en el transporte urbano.