José Figueroa Alcorta, el único argentino que presidió los tres poderes del Estado

Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
El 27 de diciembre de 1931 falleció en Buenos Aires José Figueroa Alcorta, un destacado abogado y político cordobés que hizo historia al ocupar la titularidad de los tres poderes del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
Nacido en Córdoba el 20 de noviembre de 1860, desde joven Figueroa Alcorta decidió hacer política para seguir los pasos de su padre, que fue gobernador de la provincia. Para ello se afilió al Partido Autonomista Nacional, que dominaba la escena nacional desde la presidencia de Julio A. Roca. Su carrera fue ascendente: fue gobernador de Córdoba, diputado, senador y ocupó los ministerios de Gobierno y de Hacienda. Pero fue en 1904 cuando alcanzó la vicepresidencia de la Nación, acompañando a Manuel Quintana.
Dos años después, tras la muerte de Quintana, asumió la presidencia y completó el mandato hasta 1910. Su gestión se caracterizó por el impulso al desarrollo económico, social y cultural del país, con obras públicas, educación, inmigración, comercio exterior y política exterior. Pero también tuvo que enfrentar conflictos sociales, como la huelga de inquilinos de 1907 y la Semana Roja de 1909, que fueron reprimidos con violencia.
En 1929 fue designado presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cargo que ocupó hasta su muerte. Desde ese lugar intervino en casos relevantes, como el juicio político al presidente Hipólito Yrigoyen y la anulación de las elecciones de 1931, que dieron inicio a la llamada Década Infame.
El mundo en la época de Figueroa Alcorta
El mundo a principios del siglo XX estaba dominado por las potencias europeas, que se disputaban el control de territorios, mercados y recursos en África, Asia y América. El Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Italia y el Imperio Austrohúngaro conformaban la llamada Vieja Europa, que se dividía en dos alianzas enfrentadas: la Triple Entente (Reino Unido, Francia y Rusia) y la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia).
Estas alianzas se formaron para mantener el equilibrio de poder y evitar una guerra, pero también generaron rivalidades y tensiones que desembocarían en la Primera Guerra Mundial en 1914. En este escenario, Estados Unidos emergía como una nueva potencia, que buscaba expandir su influencia en el continente americano y en el Pacífico.
Bajo la doctrina del Destino Manifiesto, Estados Unidos intervino en varios países latinoamericanos, como Cuba, Puerto Rico, Panamá, Nicaragua y México, para defender sus intereses económicos y políticos. También entró en conflicto con España por el control de Filipinas y con Japón por el de China. El imperialismo norteamericano se convirtió en el principal socio comercial de la Argentina, que exportaba carne y cereales a cambio de manufacturas e inversiones.
Otro actor relevante en el contexto mundial era el Imperio Otomano, que se extendía por el Medio Oriente, el norte de África y los Balcanes. El Imperio Otomano era considerado el "enfermo de Europa", por su debilidad política, económica y militar. Su decadencia provocó el surgimiento de movimientos nacionalistas en sus territorios, que aspiraban a la independencia o a la unión con otras naciones.