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Minería

El mercurio se conjuga con oro y contaminación en los ríos de Bolivia

Miles de mineros de cooperativas auríferas bolivianas tomaron La Paz por dos días este mes de noviembre.
Daysy Josesito y su esposo Hermindo Vies, integrantes del pueblo indígena mosetén y de la comunidad de Asunción de Quiquibey.
Daysy Josesito y su esposo Hermindo Vies, integrantes del pueblo indígena mosetén y de la comunidad de Asunción de Quiquibey.
La representante de la Coordinadora Nacional de Defensa de los Territorios Indígenas Originarios Campesinos y lideresa del pueblo indígena uchupiamona, Ruth Alipaz.
La representante de la Coordinadora Nacional de Defensa de los Territorios Indígenas Originarios Campesinos y lideresa del pueblo indígena uchupiamona, Ruth Alipaz.
El coordinador del Programa en Toxicología Ambiental de la colombiana Universidad de Cartagena, Jesús Olivero-Verbel.
El coordinador del Programa en Toxicología Ambiental de la colombiana Universidad de Cartagena, Jesús Olivero-Verbel.

Por Franz Chávez, de Inter Press Service, especial para NOVA

Lejanos han quedado los días en que el río tenía aguas claras y saludables peces. “Ahora las aguas son turbias, con olor a aceite y los peces tienen manchas en la piel”, dice apenada Daysy Josesito Chimave, una indígena que habita la comunidad de Asunción de Quiquibey, en el municipio boliviano de San Borja.

El mercurio está contaminando las cuencas de los ríos Beni y Madre de Dios, localizadas en los departamentos de La Paz y Beni, donde se ubica San Borja, que a su vez contribuyen con sus aguas a la cuenca del Amazonas.

En la otra cara de la moneda, los mineros de cooperativas auríferas defienden el uso del químico ante la ausencia de otro recurso tecnológico para extraer el metal precioso de los sedimentos.

“Vivimos de la agricultura y no de la minería”, relató a IPS Josesito, de 43 años y madre de una niña con dificultades para caminar, con problemas de memoria y otros síntomas que son atribuidos a la contaminación del agua y el aire con el elemento metálico líquido.

En su infancia, Josesito, perteneciente al pueblo originario mosetén, disfrutaba de aire puro, de los peces que eran extraídos, procesados para secarlos al sol y guardarlos para temporadas de baja producción de alimentos.

El pacú y el sábalo, rememoró, eran la base alimenticia de su pueblo, localizado en el Territorio Comunitario de Origen Pilón Lajas, asiento también de una reserva de la biosfera de unos 4000 kilómetros cuadrados, en el centronorte de Bolivia.

Hoy el río trae aguas con grasa y se presentan turbias, y los pescados con manchas despiertan su temor y obligan a devolverlos al cauce. “No los comemos, dejamos que se vayan”, describió sin esconder su aflicción.

“Es el peor momento. En años anteriores no era así”, dijo con nostalgia por los cambios que sufre su entorno natural. Las comunidades de esta zona se dedican a la agricultura, cultivan bananas y plátanos (bananos para cocinar), yuca (mandioca), maíz y papaya.

La producción, detalló, la comercializan en la pequeña ciudad de Rurrenabaque, distante unas tres horas en vehículo rústico, y con el producto de las ventas se proveen de azúcar, aceite comestible, jabón y gasolina que se emplean en sus actividades diarias.

“Tenemos mercurio en el organismo” y afecta a mujeres y niños, afirmó la principal responsable de la Coordinadora Nacional de Defensa de los Territorios Indígenas Originarios Campesinos (Contiocap), Ruth Alipaz Cuqui.

Esa organización indígena, junto al Centro de Documentación e Información de Bolivia (Cedib), la Universidad Mayor de San Andrés y la colombiana Universidad de Cartagena presentaron ahora un estudio realizado en octubre de 2021, que revela altos niveles de contaminación en el cabello de personas que habitan las cuencas de los ríos Beni y Madre de Dios.

Familias afectadas y especialistas de esas instituciones participaron en La Paz en un taller sobre Impactos del Mercurio en la Salud, organizado por el Cedib y que se celebró el 6 de noviembre, donde se detallaron los resultados de la investigación.

Las muestras obtenidas en el estudio, mediante pruebas piloto en cabellos de 355 personas que habitan las cuencas hidrográficas de los ríos Beni y Madre de Dios, determinaron la existencia de mercurio de entre 6,7 y 7,7 partes por millón, cuando el nivel aceptable es de solo una parte por millón.

En este país andino con más de 12 millones de habitantes y que funciona como un Estado plurinacional, alrededor de unos 7500 indígenas habitan la zona donde se realizaron las pruebas, y de ellas unas 5000 personas viven en 18 comunidades próximas al río Beni.

El estudio se realizó entre habitantes de los pueblos mosetén, tacana, uchupiamonas y esse ejja, en el norte del departamento de La Paz y los municipios de San Borja y de Reyes, en el departamento de Beni.

Hasta hace poco, la minería del oro recolectaba el mineral en los cauces de ríos, pero hoy derriban montañas y árboles a gran escala, y detrás de las cooperativas se encuentran empresas chinas y colombianas, detalló Alipaz, lideresa del pueblo uchupiamona.

“Vimos los efectos del mercurio en los habitantes del pueblo esse ejja. Protuberancias, problemas de piel y cuadros diarreicos”, explicó durante una entrevista con IPS.

“Si desaparecen estas comunidades por desplazamiento, por problemas de salud o porque no hay atención primaria de salud, la desaparición del Amazonas tomará poco tiempo” y ello “implicará efectos a nivel global dado que el ecosistema es regulador de muchas acciones”, comentó el coordinador del Programa de Doctorado en Toxicología Ambiental de la Universidad de Cartagena, Jesús Olivero-Verbel.

El especialista advirtió que el avance de la minería y la deforestación por la agricultura está restringiendo el uso adecuado del Amazonas, y conlleva la desaparición de comunidades indígenas que cuidan la mayor reserva hídrica regional y fundamental para el mantenimiento del equilibrio climático mundial.

Al comentar los resultados del estudio, Olivero-Verbel considera que los niveles de exposición de las personas al mercurio, “deben llamar la atención de autoridades para prestar atención a las comunidades indígenas”.

Los problemas de salud, como las enfermedades no transmisibles, desnutrición y dificultades en embarazos y maternidad temprana, deterioran la situación de los pueblos indígenas y esto debe preocuparnos a los habitantes del planeta, alertó durante una entrevista con IPS en el marco del taller.

Mineros del oro exigen más

En coincidencia con el taller, los días 6 y 7 de noviembre miles de mineros de cooperativas auríferas tomaron La Paz, para presentar nuevas exigencias al presidente Luis Arce, entre ellas la ampliación de sus concesiones de explotación a reservas protegidas, lo que actualmente está expresamente prohibido.

El tema se halla en negociación entre el propio mandatario y los dirigentes del influyente sector minero afín al partido gobernante, el Movimiento al Socialismo (MAS).

El oro tiene creciente importancia en la economía de este país enclavado en el centro de Sudamérica, después que las exportaciones auríferas desplazaron en 2022 al segundo lugar al gas natural, al totalizar 3003 millones de dólares, mientras las del derivado de petróleo generaron 2973 millones.

De hecho, en el pasado año el metal precioso comercializado en mercados externos tuvo una participación de 22,08 por ciento sobre el total de exportaciones bolivianas de 13 603 millones de dólares, según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior.

Eso sí, según cuestionó el economista Gonzalo Chávez, el sector próspero en exportaciones solo contribuyó con 2 por ciento del pago de impuestos, por lo que lo calificó como “la nueva oligarquía minera”.

El ministro de Economía, Marcelo Montenegro, ha estimado que las recaudaciones anuales por la producción de oro reportarán este año ingresos por 140 millones de dólares.

La economía de Bolivia depende mayormente de la extracción minera y gasífera y exporta, además de oro y según su importancia, concentrados de zinc, plata, estaño, plomo, tungsteno y antimonio.

Pero el impacto de esa minería también despierta importantes dosis de preocupación, por sus impactos en la salud humana y ambiental, que han llegado al relator Especial de las Naciones Unidas sobre Medioambiente, David R. Boyd, quien hizo un llamado público a preservar las áreas protegidas de Bolivia.

«Nunca debe permitirse la minería en zonas protegidas. Esto viola el derecho humano a un medio ambiente limpio, sano y sostenible, y en el caso de Bolivia, también viola los derechos de la madre naturaleza», escribió en su cuenta oficial X, antes Twitter.

La Contiocap denunció durante el taller en La Paz, que la petición de los cooperativistas mineros representa un intento de “apropiarse de 125 000 hectáreas” a las cuales se sumarían las concesiones ya “destruidas” por el daño ambiental ocasionado.

Desde el ángulo de las cooperativas, Ángel Surco, un joven minero que integra una organización que explota vetas de oro en la región de Sorata, en el departamento de La Paz, respondió a las críticas con un pedido para obtener una nueva tecnología que excluya el mercurio de sus actividades.

En diálogo con IPS, el minero cuestionó a quienes observan los daños ambientales y recordó que el principal proveedor del mercurio que permite obtener oro en partículas es España, que continuará produciendo el metal líquido hasta el año 2030.

María Eugenia Fernández, una cooperativista minera, desvirtuó las afirmaciones que atribuyen al sector un elevado nivel de ingresos y describió que cada organización realiza inversiones en la preparación de las áreas de explotación, construcción de caminos de acceso.

“Hasta sufrimos extorsión de las comunidades” donde se hallan los yacimientos de oro, señaló como alguna de las dificultades del sector. “A veces solo realizamos gastos por operaciones”, explicó.

La magnitud de las demandas de las cooperativas auríferas, muestra un país que está “siendo controlado por sectores económicamente poderosos y las instituciones no hacen valer las leyes que regulan a estos sectores. Es como si no existiera Estado”, dijo a IPS el investigador del Cedib, Pablo Villegas.

Josesito, por su parte, confía en sus plegarias a la Pachamama (madre tierra) por una mejora del ambiente afectado por la contaminación, pero no deja de mencionar el presagio de su padre político, un anciano ciego que recomendó a su pueblo cuidarse de los nuevos peligros y de los “vientos fuertes” que golpearán a la región.

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