El profesional versus el amateur: la decisión ya está en las urnas

Días y horas de definiciones se avecinan en el horizonte electoral que tiene en vilo a todos los argentinos.
Este domingo por la noche, el debate de candidatos presidenciales les dio a Sergio Massa y Javier Milei la última oportunidad de afianzar su impronta de cara al balotaje. Y el desempeño no fue parejo. El primero de ellos, aceitado, estratégico e incisivo, focalizado en evitar críticas a su gestión actual y lanzando preguntas filosas a su rival; el segundo, debilitado (solo), amateur e inconsistente, más peinado que de costumbre, preocupado por conservar la calma para no ser tildado nuevamente de violento.
El clima de tensión se hizo evidente desde un principio, dada la ausencia de los referentes de Juntos por el Cambio (nuevos ¿aliados? del libertario) en las butacas de su espacio. Una señal de alarma que Massa se ocupó de hacerle notar a su contrincante, cuando se refirió a “los que te abandonaron en este salón”. Una de las primeras chicanas que se sucedieron a lo largo del furioso intercambio en la lucha por la Jefatura de Estado, en el que el candidato de Unión por la Patria tuvo el dominio absoluto de los tiempos y el ritmo del juego.
Bajo un manto de aparente tranquilidad, Massa arrancó la disputa discursiva con munición gruesa: “¿Vas a dolarizar? ¿Vas a quitar subsidios? ¿Vas a privatizar ríos y mares? ¿Vas a privatizar Vaca Muerta? ¿Vas a eliminar el Banco Central?, ¿SI o NO?”. El tono imperativo hizo estallar a Milei, quien en medio de titubeos dio sus argumentos reafirmando sus ideas originales, a pesar de que ello implique seguir debilitando el vínculo con sus “nuevos amigos”, los fracasados amarillos, quienes le habrían soltado la mano a la hora de financiar la fiscalización el domingo 19. Una cuestión crucial a resolver si pretende resultados fidedignos, dicho sea de paso.
Por supuesto, a Massa le sobra cintura, y enseguida volvió a pinchar al libertario, pidiéndole “no te pongas agresivo”, apelando a un recurso repetido: seguir sembrando la semilla del rechazo en la opinión pública, cuestión que Milei no le dejó pasar cuando le dijo “te funciona la campaña del miedo”.
Sin salirse de su eje, el ministro de Economía puso sobre la mesa los temas que al candidato libertario no le convenía volver a tratar: su admiración por Margaret Tatcher, su descalificación hacia el Papa Francisco, el supuesto arancelamiento de la universidad, sus intenciones de bloquear el comercio con Brasil y China, y además, una patada directo a los tobillos: su negación a realizarse exámenes psicotécnicos. Todos tópicos muy bien estudiados por parte de Massa, sobre los cuales Milei comenzó a abundar en contradicciones, quedando negativamente expuesto.
Y si bien los archivos existen, cabe reconocer que valen para ambas partes. De hecho, cuando el libertario le enrostró al tigrense haber comulgado con “los k” (“el Gobierno más ladrón de la historia”), hábilmente éste desvió la mirada y disparó: “Javier, no se trata de Macri-Cristina, ahora somos vos y yo”.
La postura de Massa fue siempre la misma: disparar preguntas a su rival adoptando un rol de entrevistador, cuyo entrevistado no supo correrse de ese lugar. Debido a su corta trayectoria en las altas esferas del poder, es evidente que a Milei aún le falta destreza política, y la dinámica discursiva le jugó una mala pasada que no le permitió defenderse con argumentos sólidos.
En este marco, las ideologías quedaron en un segundo plano; la estrella de la pantalla fue la puja enunciativa, plagada de ataques e intentos de contraataque que resultaron poco consistentes. ¿El resultado? El León fue domesticado por el Tigre en vivo.
Hacia el final, hubo un leve giro. Mientras Massa bajaba el tono reiterando sus intenciones de conducir un país de “unidad nacional”, “federal” y de “diálogo y consenso”, Milei reflotó el contenido de su discurso original “anticasta”, antipopulismo y anticorrupción, instando a votar “sin miedo” por un “modelo de libertad”.
La incógnita que se mantendrá abierta hasta el día del balotaje es si el debate televisivo tuvo -o no- un impacto en la decisión del electorado. Especialmente, por supuesto, entre aquellos que aún se mantienen dubitativos, y oscilan entre dos candidatos que no les agradan y el voto en blanco.
Un solo sufragio que logre superar la cantidad del contrincante tendrá el poder de definir el futuro de la Argentina. El voto individual no es un mínimo aporte, sino todo lo contrario. Nada más acertado, en este momento crítico del país, que hacerle honor a la democracia, por más desilusión que reine en el corazón de un pueblo exhausto. Ya no hay nada más que hacer: la definición está en las urnas.