La columnista invitada
Puntos de vista

No es lo mismo una sala de internación psiquiátrica que un centro clandestino de detención y tortura

Por Agustina Naveyra, especial para NOVA

Recuerdo el congreso de psiquiatría de APSA (Asociación Psiquiatras Argentinos) en Mar del Plata, abril del 2022.

Allí, un psiquiatra dijo algo muy coherente: “Si la ley de salud mental va a otorgar iguales derechos a todo el equipo tratante, también debería, en el caso de un error fatídico, repartir las responsabilidades. La historia clínica que se secuestra en esos casos es la del médico psiquiatra”.

La inquietud que me llevó a escribir esto, es un comunicado en Instagram de APSA.

En sus comentarios se debatía sobre el título en cuestión, producto de una placa colocada en el Hospital Alejandro Korn de La Plata, donde se anunció el cierre de un pabellón neuropsiquiátrico que funcionó desde 1960 hasta el 2023

Muchos psiquiatras se sintieron ofendidos por la demonización a su figura, a su trabajo, y también así fue para otros trabajadores de la salud pública y personas que no son del ambiente de la salud, pero que han tenido familiares internados. No están de acuerdo con el cierre, porque lo consideran espacios tratantes necesarios.

El debate también lo abrió hace rato la mamá del compositor del creador (elegir una de las dos denominaciones) de esa hermosa literatura (con música), Chano Charpentier.

Ella pide que se revea la ley nacional 26657, planteando que “¿cómo se puede pensar que alguien enfermo va a querer internarse, si su voluntad está tomada por una adicción?”

La ley de salud mental, Ley Nacional 26657, en su capítulo IV, inciso “C”, refiere el derecho de recibir una atención basada en fundamentos científicos, ajustados a principios éticos.

En el capítulo V, Art 12, especifica que la medicación se administrará exclusivamente con fines terapéuticos y nunca como castigo o por conveniencia de terceros, o para suplir la necesidad de acompañamiento terapéutico o de cuidados especiales (cuidadores, que no es lo mismo que AT).

La renovación de prescripción de medicamentos solo puede realizarse en base a las evaluaciones de profesionales pertinentes y nunca de forma automática o de manera aleccionadora.

En este texto expondremos diferentes voces: de dos Técnicos en Acompañamiento terapéutico, de una persona que estuvo internada tres veces en su vida, y que hoy ella misma comunica que no puede dormir en paz por tener pesadillas que le rememoran las situaciones que allí vivió.

Alejandra Siri, cuya formación es de Técnica Superior en Acompañamiento Terapéutico y que también realiza tratamientos de Equino terapia, accedió a dar su testimonio.

Alejandra trabajó en instituciones como el hospital de varones adultos (casos agudos), en colegios, en un geriátrico y en clínicas neuropsiquiátricas, también en tratamientos domiciliarios.

Al consultarle cómo se ve aplicada la ley de salud mental en la realidad de estas instituciones, manifiesta que se atiende la urgencia. ¿Cómo se sigue después de atender la urgencia?

Y El después… ¿cómo se continúa?

María Alejandra recuerda un acompañamiento donde a un alumno con TEA (trastorno del espectro autista), de seis años, no se le permitía ir al baño, ni salir a los recreos. Eso generó un retroceso en el tratamiento del alumno.

Ganada por la decepción en esta institución privada y religiosa de La Plata, María Alejandra relata: “Luego de reuniones con el orientador del colegio, la señorita, la maestra y los directivos, tuve que presentar la renuncia. Como la mamá no aceptaba mi renuncia, la tuve que presentar al colegio, ya que, en ese contexto, no se podían cumplir los objetivos del plan de trabajo”.

Con respecto a si considera que nuestro país, o, más precisamente, los organismos de la provincia de Buenos Aires cuentan con las herramientas necesarias para aplicar aquí y ahora la ley o si es una utopía, María Alejandra opina: “creo que no estamos preparados aún como sociedad para aceptar la salud mental. Nos falta mucho como sociedad y faltan políticas públicas. Hasta que no se tome un compromiso entre lo que se dice y lo que se hace, va a ser difícil que se puedan articular las herramientas propuestas por la ley 26657.

Lo que sí veo de positivo es que cada vez más tanto psicólogos como psiquiatras recurren y apuestan al dispositivo /figura del Acompañante terapéutico. En los informes que se realizan del paciente, mi voz siempre fue escuchada por parte del equipo, en donde es considerada como una pieza clave dentro (podría ser una posibilidad de decirlo si es que entendí bien el sentido de lo que quisiste expresar) un abanico de saberes.

Cuando dialogamos sobre el consumo problemático de drogas, refiere: “es verdad que las drogas están cada vez peor para nuestros niños y adolescentes… Y bueno, eso viene arrasando”-

María Alejandra hace una pausa. Se siente la pesadez en su tono de voz al verbalizar la problemática. Respira y busca en su memoria contestar la última pregunta: “¿Qué fue lo más lindo y lo peor que vi trabajando en salud mental?

“Y… conocí gente empática y gente que no sabía si estaba ahí por el sueldo. Una vez vi que le tenían que dar de comer a un paciente en la boca y lo apuraban, viste… Malos tratos se ven”.

También dialogamos con Francisco Castelli, Técnico Superior en Acompañamiento Terapéutico (Resolución 1221/15). Trabajó en Centro de día para adultos y adultos mayores en instituciones privadas, y también de manera ambulatoria.

Francisco cree que sí se respeta la ley de salud mental, y mucho… Refiere que a las personas que concurren a las instituciones se los trató empáticamente y no se les exigió más allá de lo que podían, según las posibilidades físicas y mentales de cada uno. Se los alimentó de manera correcta y un médico clínico les hacía controles periódicos y también tenían la posibilidad de realizar distintas actividades con talleristas.

Francisco expone: “Creo que sí, que contamos con las herramientas, pero depende en gran parte del compromiso de los profesionales tratantes: psicólogos, psiquiatras, acompañantes terapéuticos. Deberían trabajar en equipo, cada uno ofreciendo su visión de cómo abordar las distintas problemáticas desde la especificidad de cada profesión”.

“Creo que el rol del A.T ha demostrado tener una alta efectividad en personas con discapacidad, enfermedades mentales o patologías, u otra cuestión física-emocional.”

“Con respecto a cómo se sintió tratado por parte del equipo, relata que se sintió invisibilizado por una profesional tratante, con quien nunca se comunicó, para abordar las complicaciones de un caso donde se desempeñó. Ni siquiera para compartir información”.

“Hay que volver siempre a leer la resolución, para una buena práctica, hay que tener fresca la teoría. Trabajar en equipo con el/la profesional que solicita el pedido de A.T y junto con otras personas que estén integradas”

Francisco refiere a que lo peor que vio fue la desidia de algunos profesionales tratantes y también de las familias “enfermantes” que, en vez de generar herramientas para que la persona pueda mejorar, hacen todo lo contrario.

Lo más lindo, según Francisco, es cuando el vínculo terapéutico se crea y desde allí la persona toma confianza para volver a revincularse con sus redes (familia, amigos, trabajo, intereses, etcétera). Es entonces cuando puede volver a reconstruir su personalidad y volver a vivir su vida lo más plena posible.

Con respecto a los testimonios de profesionales (psicólogos y psiquiatras) ante la consulta de sí creen que donde se colocó la placa se han cometido abusos de poder (sobremedicando a pacientes que estuvieron internados por treinta años, por ejemplo) ninguno quiso dar testimonio de esto (aun teniendo pruebas escritas de esos episodios).

Escuché, en una ONG donde trabajé en el 2016, a una persona que se desempeñaba en el Hospital de Melchor Romero y, cuando no podía con un internado, le decía: “¿querés la pastillita?”, utilizando al uso de la medicación como un instrumento de amenaza-

En el 2019 APSA lanzaba un comunicado que manifestaba la siguiente postura: “…mucho antes de la ley 448 de la Ciudad de Buenos Aires (año 2000) y de la ley nacional 26657 (2010).

Estos ejemplos muestran a las claras que el manicomio no es solo un problema de edificios y de leyes, sino que es, ante todo, una postura política del profesional del campo de la Salud Mental. La lógica manicomial no se remedia derribando manicomios.

También muestran estos ejemplos que es falsa y dañina la división maniquea que coloca al médico psiquiatra del lado oscuro del encerrador autoritario, y al licenciado en psicología del lado opuesto.

Esta verdadera grieta viene siendo promovida desde sectores corporativos fanatizados, que convierten un problema de Salud Pública en una simple ecuación ideológica, pretensión que contrasta con la realidad cotidiana de equipos interdisciplinarios que trabajan armónicamente en la gran mayoría de los efectores del país.

Se comunicó conmigo Carolina. A, una persona que tuvo más de un intento de suicido (por respeto a su anonimato, no expondré su apellido).

Carolina refiere: “En la clínica éramos muchos para tan poco espacio. Teníamos que compartir duchas y la comida no alcanzaba. Todos los días se comía lo mismo, teníamos una dieta basada en pan y papa. Casi nada de verdura, y pollo muy cada tanto. Había que compartir habitación con varias personas, lo cual dificultaba un patrón de sueño saludable. El patio era chico, casi no había lugar para moverse y no todos tenían permitido salir”.

Para mí estas tres cosas (alimentación, sueño y movimiento) son fundamentales para la salud mental, ¿cómo podemos mejorar si no tenemos cubiertas las necesidades básicas?

“La psiquiatra atendía los miércoles, es decir que, si necesitábamos atención algún otro día, la solución que presentaban era un pinchazo y a dormir. Ante un ataque que tuve con autolesión, cinco enfermeras me retuvieron y me ataron a una cama. Estuve 48 horas atada y sin poder ir al baño. Cada tanto me ofrecían agua. Cuando me desataron no podía caminar porque se me entumecieron las piernas de tantas veces que me pincharon. Me tuve que arrastrar al baño. Me decían que así iba a aprender a portarme bien. Con respecto a los medicamentos, eran muy reservadas a la hora de decirnos qué nos estaban dando. En una oportunidad una enfermera me hizo saber que eran las diez de la mañana: hora de la pastilla anticonceptiva. Yo pensé que era un error, yo no tomo eso. “Todas toman, es obligatorio”. Una realidad cruda manejada a la ligera: a las chicas nos violan. Y en vez de cuidarnos, nos empastillan. Así parecen solucionar todo”, cuenta Carolina.

Pensaba escribir una nota objetiva donde exponer todas las voces, pero ¿cómo hago para ser objetiva después del testimonio de Carolina A?

Más de un profesional que comentó en el Instagram oficial de APSA utilizando un apodo y no su nombre y apellido, cuando los contacté muy amablemente me brindaron su identidad y sus números de teléfono, pero me “ghostearon”, luego de explicarles que solicitaba sus testimonios para esta nota. Tampoco tengo un Instagram con mis nombres y apellido completo, pero no por decisión propia.

Los acusé, en privado, de cobardes, porque defendieron una postura en Instagram con sus pseudónimos, pero no quisieron hacerlo para esta nota.

Mientras escribo ésta última parte del informe, siento un escalofrío que me sube desde la espalda hasta el cuello pensando en el relato de Carolina. A

Sería igual de cobarde si no expreso mi postura.

En esta ocasión, voy a pararme desde mi postura de acompañante terapéutica, pero, si les hablara Agustina, simplemente Agustina, porque el título, la formación académica no define a una persona -es solo una parte de su identidad, una parte de su historia-, si les hablara simplemente Agustina, sería diferente.

Si hablara Agustina y relatara lo que me sucedió en 1998, la misma noche que me entregaron mi título de bachiller, sería desleal con mis padres.

Entonces era una adolescente de 17 años que había finalizado su colegio secundario en “colegio del centenario”. Un colegio privado de La Plata.

Exigente (a mi parecer). Allí fui víctima de bullyng durante prácticamente los tres años. El colegio no tenía gabinete psicopedagógico.

Le pedí ayuda a la profesora de la materia Psicología y se ofreció a hacerme un test (si mi mente recuerda bien, era un test de inteligencia.). Tenía toda la buena intención, pero no el espacio… ¿adecuado?

Durante 1996 sólo conté con mi preceptor, persona que hoy es mi amigo, de esos que abren el ala y te ponen allí bajo resguardo.

A pesar de la corta diferencia de edad, es mi amigo paternal.

Con respecto a mi contexto familiar, a los años previos a la mala praxis que ejerció un psiquiatra para conmigo, elijo hacer silencio y callar, por lealtad sanguínea, al menos desde mi rol de trabajadora de la comunicación.

Lo que sí elijo contar es que mis padres fueron conmigo a la psicóloga que me pagaban planteando la posibilidad, ante mi grado de angustia, que deje el colegio secundario y que haga cursos que me preparen para conseguir trabajo.

A lo que la psicóloga expresó que no era buena idea, así que seguí yo asistiendo al “Colegio del Centenario”

La fundación Globalpsy, que organiza jornadas gratuitas de prevención del suicidio, sitúa al bullyng como el cuarto causal de suicidio en las estadísticas.

Cada persona es diferente, con una historicidad, contextos, necesidades y

soluciones diferentes.

Y no. No es lo mismo un centro clandestino de detención sistemática de personas por ideología políticas, que una internación controlada por un juez revisor, con un A.T que vaya todo lo necesario a acompañar, con enfermeras cuidadosas y con psiquiatras que no sólo vayan una vez por semana a medicar, sino también dispuestos a escuchar. Los psicólogos y psiquiatras deben trabajar en conjunto. Y ahora también con otro dispositivo: La figura del AT

No es lo mismo Chano Charpentier que Caro A, y buscar culpables no es lo mismo que buscar respuestas…

Lo que sí les digo es que, como A.T, he visto, he escuchado la incoherencia: padre golpeador y alcohólico interna en un Centro de rehabilitación a su hijo alcohólico y con tendencia a violentarse…

¿Cómo fue la infancia de Carolina? ¿Y su adolescencia?

¿Alguien la cuidó? ¿Alguna vez sus padres le dijeron que es extremadamente inteligente y que puede usar esa inteligencia para hacer muchas cosas positivas?

No olvido las dos palabras de mi colega Francisco Castelli: Familias enfermantes.

Por supuesto que sé y sabré sobre Carolina A mucho más que cualquier lector de esta nota, pero debo respetar el secreto profesional.

Mientras escribo este último párrafo, repiquetea en mi mente la canción de Gustavo Cerati: “Ya no hay más que hacer. Sos tu propia ayuda. Ahora andá y viví… siempre amé tu locura”.

Referencias: LEY DE SALUD MENTAL, DESMANICOMIALIZACIÓN Y SALUD PÚBLICA Una larga serie de malos entendidos desde el retorno de la democracia Buenos Aires, 24 de mayo de 2019 (APSA).

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