
Por Gustavo Zandonadi, especial para NOVA
La política argentina es una caja de sorpresas en la que nunca hay que dar por muerto a nadie. Ningún analista político en su sano juicio se animó a asegurar que Sergio Massa tenía posibilidades de ganar la primera vuelta electoral. El ex intendente de Tigre llegó como punto y terminó siendo banca.
El mérito del peronismo fue el de elegir como candidato a un político profesional, frente a un recién llegado. La contrapartida es el marcado antiperonismo, modelo Revolución del 55, planteado por Javier Milei e imitado por Juntos por el Cambio. Para tomar consciencia del éxito de la campaña de Massa alcanza con un dato: desde las PASO sumó diez puntos, mientras que Milei, con su discurso violento, no sumó nada.
¿Por qué ganó Sergio Massa?
Por varias razones. El ministro de economía partió de una base muy mala: inflación anual de tres dígitos, 40 por ciento de pobreza, una tasa de interés que atenta contra la inversión productiva y un montón de variables más que no le son favorables. Tan flojo era el punto de partida de Massa que salió tercero en las PASO. A pesar de ello, el domingo dio el batacazo y obtuvo un triunfo contundente, aunque no pudo evitar el balotaje.
Consiente de su propia debilidad, el ministro salió a buscar el voto que en agosto le fue adverso. Así surgieron dos ideas y una zancadilla: la quita del Impuesto a las Ganancias para los trabajadores, la devolución del IVA en las compras con tarjeta de débito y la más polémica de todas, que fue poner a los usuarios del transporte público sobre el precio del boleto en caso de quitar los subsidios (por supuesto que la aclaración vino acompañada de la “tarifa Milei” y la “tarifa Bullrich”).
Hasta acá no se conocía el resultado. El domingo por la noche con un mensaje en tono conciliador, Massa marcó una enorme diferencia respecto del clásico tono agresivo de Milei. Al proclamar la muerte de la grieta, el tigrense sostiene claramente que en un gobierno suyo no habrá lugar para la incomprensión, el menosprecio, la ridiculización y el agravio para el que piensa diferente.
Sergio Massa vende optimismo y frente a los candidatos que pretendían ser los sepultureros del kirchnerismo, aparece como un gran buscador de consensos, que no insultó a sus rivales y que siempre entendió que para hacer política es necesario persuadir, tal como enseñó Juan Domingo Perón. Massa sabe que hoy por hoy su mejor herramienta es la palabra porque es en ese terreno en el que puede doblegar a su rival.
Sin embargo, es necesario aclarar un punto: el peor enemigo de Massa es la economía del propio Massa. Lo que funcionó es el plan "platita" y la campaña del boleto, porque lo demás son las dificultades del día a día. En ese contexto, Massa jugó hábilmente sus cartas y como regalo del cielo le cayeron la soberbia mileísta y los "cajones de Herminio" (de los que hablaremos más adelante) que supo aprovechar, junto con los errores de la conducción política de Juntos por el Cambio.
El entorno del candidato
Lo mató la arrogancia. El viraje de Javier Milei -que pasó de la euforia triunfalista del acto de cierre a la “tabula rasa” del domingo a la noche- solo se explica por el resultado electoral que dejó al libertario recalculando. Al final, Myriam Bregman no estaba tan equivocada: “el León” se está pareciendo más a un gatito mimoso que al rey de la selva. Lo cierto es que el economista de pelo revuelto está en una encrucijada: pedirle la escupidera a la casta y esperar que ésta olvide los agravios del pasado, o bajar las banderas de lucha y retirarse en silencio, conforme con haber pasado del llano a disputar la presidencia en apenas dos años.
La campaña de Milei se basó en la agresión, el insulto y hasta la persecución del que opina diferente. Hubo muchos “cajones de Herminio” que vienen desde el primer momento. La venta de órganos, los vouchers para la educación, la dolarización y la demolición del Banco Central, más la alianza con Luis Barrionuevo, jugaron en contra. Otra cosa que no fue una buena idea fue la palabra del propio Milei sobre el dólar: “cuanto más alto mejor”, dijo el candidato, casi en tono de burla hacia sus votantes que cobran en pesos.
El mileísmo es el microclima que rodea a Milei. Todavía no son gobierno y ya tienen problemas con el entorno. Ese entorno es responsable de la inconcebible situación de que un espacio que conquistó una buena cantidad de votos mostrándose como lo nuevo, tenga entre sus filas a elementos que quieren manejar las cosas como lo hace la casta, a la que tanto desprecian, pero tanto quieren imitar. La Libertad Avanza alberga en su seno a algún personaje que buscan parecerse a lo que el mileísmo tanto dice despreciar.
Lilia Lemoine abrió la boca sólo para demostrar que tiene la intención de meter gente al empleo público para agradecer el trabajo de la militancia. Además trató de “hija de puta” a la legisladora Rebeca Fleitas, justamente por no tener más asesores. Para el moño a su presentación en sociedad demostró su floja preparación en un reportaje en vivo en el programa de Baby Etchecopar, que a pesar del clima áspero de la entrevista, le tuvo piedad con la repregunta. En dicha oportunidad Lemoine no fue capaz de defender su proyecto de renuncia a la paternidad ni de presentar otros que dice tener en carpeta.
Otro pelotazo en contra fue el comentario de Alberto Benegas Lynch (h) en el acto de cierre de campaña, en el que se mostró a favor de “cortar relaciones con el Vaticano mientras en la cabeza prime el espíritu totalitario”; de más está aclarar que ese quiebre duraría mientras Jorge Bergoglio siga siendo el Santo Padre. El comentario no cayó bien porque abre un frente innecesario y porque pone sobre la mesa una posición incompatible con la defensa de las ideas de la libertad: la intolerancia. La diputada electa Diana Mondino salió al cruce de los dichos del intelectual admirado por Milei.
La dura derrota de Patricia Bullrich
Juntos por el Cambio obtuvo -voto más, voto menos- un 28 por ciento en las primarias de agosto sumando los votos de Horacio Rodríguez Larreta y de la ex ministra de Seguridad durante la gestión de Mauricio Macri. El domingo la boleta de Patricia Bullrich no cotizó en el cuarto oscuro y apenas cosechó un 23 por ciento. Es muy poco para una fuerza que se jactaba de tener 10 gobernadores, 500 intendentes y más de 130 legisladores. La derrota de Juntos por el Cambio es un duro golpe a la única propuesta de enviar a la cárcel a los corruptos y a los narcos.
La derrota de Bullrich empezó a gestarse lenta pero inevitable desde el momento en que comenzó la campaña para las PASO. Los precandidatos de Juntos por el Cambio no escatimaron en munición gruesa para dejar al otro fuera de combate. Se dijeron cosas muy duras -sobre todo desde el lado de Bullrich- de las que no había posibilidad de retorno. Por eso, no era creíble el nombramiento de Rodríguez Larreta como jefe de gabinete de Bullrich.
Además de la dura interna partidaria, hubo otro factor decisivo en la derrota: el papel que jugó Mauricio Macri. El ex presidente no ocultó su desprecio por el alcalde porteño, pero tampoco mostró beneplácito por la candidatura de Bullrich. Solamente lo hizo sobre el final de la campaña. Sin embargo, el ex mandatario mantuvo un juego de elogios mutuos con Javier Milei que dejó mal parada a la candidata de su propio espacio y por si fuera poco, los radicales no estaban muy convencidos de militar por el proyecto bullrichista.
Por otro lado, no se puede soslayar la pobre imagen que se vio de Bullrich en los debates presidenciales. Quedó demostrado que la ex diputada nacional no es buena oradora y eso no ayudó demasiado a la difusión de su programa de gobierno. Se puede tener una mala noche, pero no se puede parecer un estudiante del secundario que no estudió la lección cuando se tiene pretensiones de gobernar el país. Para confirmar que la palabra no es su fuerte, la candidata tuvo un paso por el programa de Diego Sheikman en TN, donde expuso una confusa idea que el entrevistador no entendió y seguramente los televidentes tampoco.
En síntesis
El único mérito del peronismo fue el de elegir al mejor candidato que tenía para ofrecer, que el domingo pronunció su mejor discurso: fin de la grieta y basta de antinomias. La contrapartida es el marcado antiperonismo, modelo Revolución del 55 planteado por Javier Milei imitado por la segunda marca, Juntos por el Cambio. Para tomar consciencia del éxito de la campaña de Massa, alcanza con un dato: desde las PASO sumó diez puntos, mientras que Milei, con su discurso violento, no sumó nada.