Por Agustina Casalongue, especial para NOVA
Comenzaré esto haciendo dos preguntas, como padres: ¿Cuánto valor le dan a la palabra de sus hijos? Ahora, como actores institucionales, cuál es la estimación que le dan a la palabra de sus alumnos.
Me encuentro con pacientes que no quieren ir a la escuela, el “no querer” no es un capricho, es un sentimiento. Escuchar ese sentimiento requiere pensar que estamos frente a una persona, que puede expresarse, y no escucharla es quitarle valor a su palabra.
Si un niño no quiere ir a la escuela puede haber muchos factores, uno de ellos puede ser complicaciones en el aprendizaje, en las cuales el niño sienta que está fracasando. Otros aspectos pueden tener que ver con el bullying, el cual muchas veces pasa desapercibido.
La realidad es que la escuela para los niños es un espacio de socialización, y si no quieren asistir a ella, generalmente hay detrás algún motivo que debe ser escuchado. Permitir el espacio de escucha es otorgarle al niño que despliegue su singularidad y que confíe en que lo que dice tiene veracidad y valor.
Siempre que un niño tenga malestar hay que buscar el detrás de ese estado e intentar solucionarlo. No proporcionar el espacio de escucha puede tener sus consecuencias.