El tema está en el ánimo. Es imposible disociar del análisis futbolístico el componente emocional. Porque en rigor de verdad,Lanús y San Lorenzo no desarrollaron tácticamente en cancha una idea tan distinta a la que venían plasmando hasta la fecha 20 de la Liga Profesional.
La diferencia, en cualquier caso, estuvo en otro lado: en la tensión que mostraron los dos equipos. Uno, con la jovialidad que siempre ofrecen las post victorias en clásicos, especialmente si se dan en plena crisis.Y el otro, con una inexplicable falta de intensidad, impropia del equipo del sello Insua.
Luciano Boggio entre los jugadores de Lanús vs. San Lorenzo
— Lanus Stats (@LanusStats) September 24, 2022
➜ Recuperación y asistencia para el 1º gol
➜ 1º en tiros [4]
➜ 1º en gambetas completadas [4]
➜ 2º en duelos ganados [9]
➜ 2º en toques [66]
➜ 2º en xT [0.16]
➜ 3º en recuperaciones [8]
Locura lo del uruguayo 🇺🇾 pic.twitter.com/bFi8TiknXB
Lanús fue el Lanús que pretendía Kudelka desde hace rato: pelota cuidada pero sin abusar del toque innecesario, incisivo de a ratos, atento para ganar las divididas y para aprovechar los desajustes rivales, surfeando sobre la ola de alegría que bajaba de las tribunas. Y sostenido en el juego de Luciano Boggio, todoterreno que sintetizó en su persona lo pretendido por el cuerpo técnico.
Fue astuto para capturar esa jugada preparada mal desarrollada por San Lorenzo para luego conducir a toda velocidad y asistir a Di Plácido. Pero a la vez, criterioso al momento de administrar, driblando sin poder ser contenido, ganando prácticamente todas las pelotas que disputó -y con limpieza, apenas una falta- y también rematando un par de veces al arco de Torrico.
San Lorenzo fue otro objeto de análisis freudiano: cuando el hogar se mostró en paz -o menos turbulento- logró una importante rehabilitación, con resultados importantes (Boca yRacing, par de botones de muestra). Pero después del tropiezo ante River -quizás inmerecido- la semana pre Lanús orbitó alrededor del conflicto Insua-Tinelli-hijos de Insua.
Y en el Sur el equipo no tuvo lo que sí en otros partidos: contundencia. Probó Elías, también Braida. Dos veces lo tuvo Vombergar... Pero en el segundo tiempo, el aluvión que atajó Monetti se despejó después del segundo gol, el de Blando. A partir de ahí, la intrascendencia, la falta de profundidad, el apagón del fútbol del Perrito y la falta de criterio de Leguizamón para poner su velocidad al servicio de San Lorenzo, y no para carretear sin ánimos de despegue.
Por eso, a pocas horas del clásico ante Huracán, Boedo deberá repetir la de Lanús: mentalizarse para intentar un golpe de efecto que permita olvidar los affaires. Porque todo pasa por la cabeza.