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Hizo la tarea: Alberto Fernández condenó el supuesto atentado contra su jefa en la ONU

El presidente Alberto Fernández le dio a su mensaje anual más importante en la arena global una fuerte impronta política. (Dibujo: NOVA)

Parado por primera vez ante los líderes del mundo reunidos en la Asamblea General de las Naciones Unidas, el presidente Alberto Fernández le dio a su mensaje anual más importante en la arena global una fuerte impronta política al darle un lugar estelar al intento de magnicidio contra la vicepresidenta, Cristina Kirchner, y afirmar, apenas abrió su discurso, que el atentado buscó alterar la construcción democrática argentina de las últimas cuatro décadas.

A lo largo de su mensaje, Alberto Fernández recorrió los problemas del mundo y del país, y en el arranque condenó, al hablar del fallido intento de asesinato a la vicepresidente, a “la violencia fascista que se disfraza de republicanismo”. Además del mensaje político, el discurso tocó los temas centrales de la política exterior argentina. Fernández habló sobre democracia, la deuda externa, el azote de la pandemia del coronavirus, la seguridad alimentaria y energética, el cambio climático, la lucha contra la pobreza y la desigualdad social, la defensa de los derechos humanos –no hubo menciones a las violaciones en Nicaragua, Cuba o Venezuela, pero si un pedido para levantar los “bloqueos” a las dos últimas–, condenó el terrorismo y reiteró el reclamo a Irán por el atentado a la AMIA, y al Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas.

El Presidente pidió el cese de hostilidades en la guerra de Ucrania –esta vez no usó la palabra “invasión”, sino “avance militar” al referirse a la agresión de Rusia– y buscó colocar a la Argentina como un futuro proveedor estratégico en dos frentes donde reinan las necesidades: energía y alimentos. Pero de todos los temas que recorrió en su discurso, el elegido para la apertura fue Cristina Kirchner, y el fallido intento por asesinarla.

“En la Argentina, el intento de asesinar a la vicepresidenta no solo afectó la tranquilidad pública. También buscó alterar una virtuosa construcción colectiva que el año entrante cumplirá cuatro décadas de vida. En 1983 recuperamos la democracia, e iniciamos un largo ciclo histórico en el cual alternaron en el gobierno distintas fuerzas políticas”, dijo el mandatario.

“Los argentinos construimos el acuerdo del “Nunca Más” al terrorismo de Estado y a la violencia política. Valoramos la democracia como un modelo de desarrollo social que exige respetar al otro en la diversidad. Estoy seguro de que la violencia fascista que se disfraza de republicanismo no conseguirá cambiar ese amplio consenso al que adhiere la inmensa mayoría de la sociedad argentina”, agregó.

El discurso de Alberto Fernández ante las Naciones Unidas fue el más importante sobre la política exterior del país y el lugar de la Argentina en el mundo, pero, al igual que otros mandatarios, el Presidente lo utilizó para enviar mensajes tanto para la platea doméstica como para la platea internacional, y repasar una punta de temas –la condena al terrorismo y el reclamo a Irán por la AMIA, o el reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas– que siempre están presentes. Fernández ofreció dos temas salientes: el atentado a Cristina Kirchner, y el nuevo espacio que puede ocupar la Argentina en el mundo ante las consecuencias que ha tenido la guerra en Ucrania. Lo retocó por última vez esta mañana. Lo leyó desde el podio, sin cambiar nada. Lo escucharon en el recinto su anillo de confianza más estrecho: el canciller, Santiago Cafiero, el embajador, Jorge Argüello; Juliot Vitobello y Gabriela Cerruti, Anibal Fernández, y la embajadora ante la ONU, María del Carmen Squeff.

Las advertencias por la violencia política y los extremismos ocupó un lugar estelar. El Presidente dijo que aprovechando la desazón que generó la pandemia y la guerra en Ucrania, “los discursos extremistas y violentos proliferaron y encontraron tierra fértil para sembrar el sentimiento antipolítico en nuestras sociedades”, y dijo que guardar silencio podía crear una crisis en el Estado de Derecho.

“Quienes buscan debilitar y erosionar las democracias tienen intereses específicos que los lleva a promover la polarización extrema. No aceptemos resignados esa situación. Generemos un enérgico rechazo global a quienes promueven la división en nuestras comunidades”, afirmó.

Al referirse a la guerra en Ucrania, pidió “recuperar el imperio de la paz”, y prometió que la Argentina “cumplirá su rol como productor y exportador confiable de alimentos” y para enfrentar el desafío de alcanzar la seguridad energética y enfrentar el cambio climático y la transición a una economía verde proveyendo al mundo con gas natural, litio y energías limpias, un papel que la Casa Blanca mira con enorme interés, y que el país, todavía, no puede cumplir por falta de inversiones.

“Siempre hemos pregonado la solución pacífica de las controversias. Es imperioso que cesen todas las hostilidades desatadas. Por ese motivo, necesitamos trabajar unidos para imponer el diálogo y recuperar la paz en la disputa iniciada con el avance militar de la Federación Rusa sobre el territorio de Ucrania”, afirmó el Presidente.

El mandatario reiteró su llamado a buscar un nuevo capitalismo al afirmar que deben abandonarse “las prácticas económicas y financieras que el mundo desarrollado exige cumplir al mundo que intenta desarrollarse”, y agregó después que “estirar el presente solo incrementará la pobreza y la marginalidad”.

Más adelante, definió el lugar que puede llegar a ocupar la Argentina en el mundo: “Trabajamos para garantizar que este camino de sostenibilidad ambiental y seguridad alimentaria y energética sea posible. Pero todo esfuerzo será en vano si no transitamos ese camino en un marco de desarrollo económico y social más equitativo”.

El Presidente condenó el terrorismo, volvió a pedirle a Teherán que coopere con la Justicia para esclarecer el atentado a la AMIA y reiteró su predisposición para volver a la mesa de negociaciones con el Reino Unido para discutir la soberanía de las Islas Malvinas, un conflicto estancado. Sobre el final, volvió a tocar el tema de la desigualdad, uno de sus favoritos.

“Vivimos en un mundo donde las injusticias y desigualdades se incrementan. Al mismo tiempo, crecen los riesgos para las democracias, se resquebraja la paz y se potencia la incertidumbre. Tenemos un deber ético impostergable. Es ahora. Debemos trabajar e implementar acuerdos globales efectivos que erradiquen el hambre, que reduzcan de modo drástico las desigualdades, que aseguren la estabilidad democrática, la paz y la convivencia”, dijo ya al finalizar.

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