El actor Rodolfo Bebán murió este sábado a los 84 años. La Asociación Argentina de Actores lo anunció con un sentido sentido mensaje de despedida: “Con gran dolor despedimos al actor y director. Su extensa trayectoria artística incluye inolvidables trabajos en cine, teatro y televisión. Afiliado a nuestro sindicato desde 1962. Acompañamos a sus hijos, familiares y seres queridos en este duro momento”, escribieron desde la entidad en sus redes sociales.
El notable artista, se encontraba desde hace años internado en un geriátrico. Bebán era de esos raros actores que enmudecía a la platea con su presencia, pero era ovacionado por su talento.
Con gran dolor despedimos al actor y director Rodolfo Bebán. Su extensa trayectoria artística incluye inolvidables trabajos en cine, teatro y televisión. Afiliado a nuestro sindicato desde 1962. Acompañamos a sus hijos, familiares y seres queridos en este duro momento. pic.twitter.com/9dY9iaz17z
— Asociación Argentina de Actores (@actoresprensa) August 14, 2022
🌑 Ante el fallecimiento de Rodolfo Bebán lo recordamos con el anuncio de su actuación en el primer espectáculo que inauguró el actual Multiteatro Comafi en abril de 2001.
— Multiteatro Comafi (@multiteatro) August 14, 2022
Desde esta Casa Teatral acompañamos a su familia en estas tristes horas. pic.twitter.com/gRD9t1N3MV
Una relación paternal complicada
Ser actor fue parte de su carga genética. Su padre, Miguel Tilli, era un artista de prestigio conocido como Miguel Bebán. Cuando Rodolfo comenzó a actuar, le dijo que usaría su apellido artístico. Su padre, lejos de mostrarse orgulloso, le retrucó: “¿Qué merito hiciste para llamarte Bebán?” “Nada”, contestó el joven. Solo al convertirse en un actor conocido Rodolfo se animaría a dejar el Tilli para convertirse en Bebán.
Nunca logró llamar “padre” a su padre, siempre se refería a él como Miguel. Si como familia mantuvieron un vínculo distante, como actores se respetaron. “A Miguel lo asistí hasta su muerte, él vino a Buenos Aires desde Rosario en el 82, y estuvo viviendo en una casa mía hasta que falleció. Siempre lo asistí y, aunque nunca estuve bien con él, no puedo dejar de reconocer de quién soy hijo. Era un hombre de teatro más que un actor y cuando ves trabajar a tipos como mi padre, o Ernesto Bianco, Alfredo Alcón o Pepe Soriano, ves clases de teatro. Y con eso nunca podés pelearte”.
Inicios de su carrera
Rodolfo creció en Morón junto a su madre y su nueva pareja, a quien sí llamó papá. En su casa estaba permitido todo menos pronunciar la palabra “teatro” o soñar ser actor. Su madre decía que el teatro había destruido su matrimonio pero que no rompería el vínculo con su hijo. Rodolfo pensó que su destino estaba en las nubes: sería piloto de avión. Pero lo que el hombre piensa, no siempre coincide con lo que el destino decide.
Una tarde con un amigo pasaron por el Teatro Municipal de Morón y vieron un cartel: “Se necesitan extras para Fuenteovejuna”. Un poco por curiosidad y mucho por desafío se presentaron; lo que empezó como travesura se transformó en pasión. Ese año trabajó como extra y al siguiente, cuando se armó la obra Música en la noche, dirigida por Pedro Escudero, ya era el personaje principal. Después siguieron clases de teatro con profesores que le transmitieron más el amor por el oficio que por esa fama que a veces trae el oficio.
Las primeras obras fueron en el teatro independiente, luego integró la Comedia Nacional, en el Cervantes. Comenzó a ganarse un lugar a fuerza de trabajo y talento en los escenarios. Fue protagonista de obras que llenaban teatros y eran aplaudidas por crítica y público. Estuvo en La extraña pareja, donde arrasaba junto a Palito Ortega, Vivamos un sueño, con Claudia Lapacó, y Las mariposas son libres, con Ana María Campoy, China Zorrilla y una modelo que empezaba su camino a la fama: Susana Giménez.
También se destacó en Lorenzaccio, junto a Alfredo Alcón. Otra de sus más grandes actuaciones fue en Diario de un loco, con la dirección de su padre. Protagonizó El sable, donde se animó a meterse en la piel de Juan Manuel de Rosas.
El éxito masivo y su relación con la fama
Pero ya se sabe que el teatro da prestigio y la televisión, popularidad. El éxito masivo le llegó con la telenovela El amor tiene cara de mujer, junto a Bárbara Mujica y Thelma Biral. Luego siguieron Malevo y Cuatro hombres para Eva. Su atractivo trascendía la pantalla. En tiempos donde el Instagram ni se soñaba, se lanzaron álbumes con imágenes suyas coleccionables.
Aunque no renegaba de su figura de galán, también sentía que la fama le daba pero le quitaba. Cuando todavía era Tilli solía ir a las milongas y participar en torneos de esgrima; con la popularidad tuvo que abandonar esas actividades porque la gente iba a ver a “Bebán, el de la tele”, no al gran bailarín tanguero ni al buen esgrimista. A él le gustaba sentirse mirado en sus personajes, pero no en su persona. Perder el anonimato era la parte de la fama a la que jamás se acostumbró.
Cuando le pedían una foto solía acceder con timidez. “La ronda de fotos, el pedido de autógrafos es algo con lo que nunca me llevé bien. Ahora está solo el recuerdo de la gente, pero antes era peor porque estaba la pasión. Cuando salía de un lugar se querían llevar una parte mía como souvenir”, dijo alguna vez.
Bebán, que nunca perdió su estampa de galán, que nunca se obsesionó con la trascendencia mediática, que jamás alardeó de sus romances, pero reconoció sus falencias como padre, finalmente “se fue de gira”, como se dice en el ámbito artístico.