El culebrón que tiene como protagonistas a la Jefa de la Banda y a su súbdito de turno, el Presidente de la Nación, sumó este fin de semana un nuevo episodio cargado de condimentos políticos que, una vez más, dejaron a un miembro del Gabinete fuera de juego.
En esta oportunidad, fue jaque mate para Matías Kulfas, nuevo chivo expiatorio de la puja entre CFK y AF, tras el tajante pedido de la vicepresidenta hacia el mandatario nacional durante el acto de YPF, donde ejecutando el poder que ostenta, le exigió públicamente que “use la lapicera”.
Tal vez el ex titular de Desarrollo Productivo haya confiado demasiado en la “benevolencia” que tuvo el jefe de Estado hacia aquellos que jugaron con fuego y no fueron castigados, como es el caso de Luana Volnovich, quien pegó viaje al Caribe en plena pandemia; o Wado de Pedro, quien el año pasado, en medio de tensiones políticas generadas por el fracaso oficialista en las PASO, amenazó con presentar la renuncia. Muchos lograron salir ilesos, pero no fue su caso.
Meterse con la expresidenta no iba a ser gratis. La información en off que se filtró, donde Kulfas la acusó de participar activamente de negociados, tuvo un costo terminal para el exministro. “La lapicera la tienen que usar los funcionarios de Cristina, que fijaron las condiciones para darle la construcción de las cañerías del gasoducto de Vaca Muerta a Techint. Es IASA, con funcionarias designados por ella, quienes hacen las licitaciones”, decía el polémico texto enviado a los periodistas luego del acto de YPF.
La reacción de CFK fue inmediata: “Muy injusto y, sobre todo, muy doloroso que este tipo de ataques lo ejecuten funcionarios del propio gobierno del Frente de Todos. Lo peor de todo: sin dar la cara, en off, mintiendo y utilizando periodistas”, dijo, victimizándose ante la “opereta” en su contra. Increíble: la dueña de la maquinaria gubernamental de operaciones se “asustó” por los dichos de un instrumentador que no era de su agrado, como tampoco lo es Martín Guzmán, última carta que le queda a Alberto Fernández para preservar algún grado de dignidad ante las embestidas permanentes de quienes lo quieren fuera la toma de decisiones.
“Es éticamente reprochable hablar en off en desmedro de otro. Así siempre lo he expresado públicamente. No avalo esos procederes y comparto el malestar expresado por @CFKArgentina. El debate que debamos dar, démoslo con responsabilidad”, escribía el jefe de Estado en su cuenta oficial de Twitter. Mensaje con el cual Kulfas se enteró de que estaba afuera.
Esta salida de otro miembro del Gabinete tuvo un significado no solo particular, sino además, simbólico, en un presente político marcado por fuertes tensiones entre el ala dura del kirchnerismo y el albertismo de cara a 2023. Quienes siguen apoyando al presidente dentro del Gobierno recibieron la noticia como una agachada de cabeza en momentos que requieren de una postura firme y de una imperiosa independencia dentro de un Frente de Todos dividido. Un baldazo de agua fría que solo logró corromper la confianza que le brindaban los pocos incondicionales que le quedan al presidente. Y una movida que no vieron venir, a pesar de que días atrás ya le habían quitado a Kulfas el manejo de la Secretaría de Comercio Interior, que tras la salida de Roberto Feletti, pasó a la órbita de Economía, en un contexto de profunda crisis derivada de la creciente inflación.
La “romántica” puesta en escena del acto del viernes, donde la sumisión (disfrazada de reconciliación) de Alberto Fernández ante los hechizos de CFK asqueó a quienes aún lo apoyan, se convirtió en menos de 24 horas en una nueva muestra de debilidad presidencial al cumplir con los deseos de su superiora. Una flaqueza que lo deja anulado ante un escenario preelectoral cada vez más confuso e incierto.